Vicente Gallego (Valencia, 1963) posee una de las voces más relevantes de la poesía española. Desde que empezó a publicar a mediados de los años ochenta, incluido en el grupo de la poesía de la experiencia y hasta la actualidad, su voz nos regala uno de los caminos más hondos y personales de nuestra lírica.
En esta charla, el autor de diversos poemarios y ensayos que le han valido el reconocimiento del mundo de la literatura, nos cuenta sobre su filosofía al escribir, la búsqueda del estilo y la libertad, el significado de la poesía en su día a día, así como de los proyectos futuros en su amplísima obra literaria.
Dice Carlos Marzal, sobre uno de tus últimos poemarios, que has pasado de la “poesía de la experiencia” a la “experiencia de la poesía”. ¿Cómo sucede este giro radical desde la autobiografía poética hacia una poética de la autodisolución?
A no ser que uno se llame Claudio Rodríguez o Arthur Rimbaud, uno comienza a escribir poesía sin saber muy bien de qué se trata, pensando que la poesía es un medio para expresar sus sentimientos y vivencias. Poco a poco, si hay suerte y uno permanece atento, llega a darse cuenta de que la palabra está viva, de que la poesía tiene su propia voluntad y de que el poeta no es más que un cauce limpio y bien trazado por el que corre el agua de la verdad poética. El camino que sigue el poeta es camino de humildad y despojamiento, y de tal rendición gustosa nace ese Corazón perplejo que da título a la obra poética reunida de Carlos Marzal. La poesía es el más afinado órgano de expresión del propio universo, que se hace consciente de sí mismo en nosotros y canta su plenitud. Incluso la elegía, cuando no se limita a quedarse en vana queja, sino que entona el lamento con vuelo y altura, está cantando la perfección de todas las cosas, pues, como sabemos por el Eclesiastés, hay un tiempo para vivir y otro para morir. La elegía como canto sostenido, esa es la gran lección fundacional de Manrique.
¿Qué supone en tu vida el descubrimiento del pensamiento de Nisargadatta Maharaj? ¿Cómo llegas a él?
Sería largo de contar, y ya lo he hecho en el libro que dediqué a escudriñar su enseñanza: Para caer en sí, publicado por Kairós. Muy brevemente: encontré un día su libro titulado Yo soy eso y, en cuanto comencé a leerlo, supe de inmediato que su autor me hablaba desde la verdad, y sentí muy dentro del corazón que había encontrado a mi maestro. Hasta entonces, yo había descartado que hubiera siquiera una verdad que conocer. En cuanto fui leyendo sus palabras vivas y poderosas, empecé a descubrir todos los engaños en que vivía, creyendo que vivía en la realidad. No tuve más que ir rindiéndome a la evidencia, y en cuestión de menos de tres años todas las cosas quedaron claras para mí, pues vi con mis propios ojos que sólo hay una: esto que somos, una verdad tan grande como un pino, en la que se haya incluida hasta la última hormiga. Ninguna diferencia entre vida y muerte, yo y el otro, antes y después, aquí y allí. La vida está viviéndose eternamente en nosotros aquí y ahora, y para ella no hay muerte, pues no tiene nacimiento, principio ni fin. La suma total de todo, aquí y ahora, es igual a cero para el pobre de espíritu, pues ese ya nada desea ni teme y, desde ahí, la manifestación universal se vive como maravilla de maravillas. Hay una frase de la tradición zen que me encanta: El verdadero vacío, la maravilla de las cosas. Nisargadatta lo expresó todavía con más belleza: El amor dice: yo soy todo. La sabiduría le recuerda. Yo soy nada. Entre ambos fluye mi vida.
¿Cómo es posible llegar a ser sin adjetivos?
En realidad, lo que resulta imposible es llegar a ser en cuanto a ese “Yo soy” le añadimos cualquier predicado: decíamos ser niños, hasta que el tiempo negó nuestras suposiciones convirtiéndonos en adultos, luego decimos ser adultos, y el tiempo viene a demostrarnos que tampoco podemos sostener esa afirmación más que por un rato. “Yo soy” resulta innegable en cualquiera de nosotros. Sin embargo, decir “yo soy así o asá, este o el otro” sólo puede sostenerse desde el fondo de un sueño siempre cambiante, y destinado a disolverse en la realidad primera y última más allá del alcance de la mente. Lo que somos no se puede conocer a través del pensamiento y la reflexión, sólo podemos serlo, y lo somos antes de que la primera idea venga a alienarnos de nosotros mismos. Así pues, no hay nada más fácil: sólo ser, ser uno con todo, para lo cual es necesario no ser nada, saber que uno no es nada de lo que ve, piensa, percibe… Entonces todas las cosas aparecen en la conciencia universal y en ella se disuelven. “No soy nada” significa: yo soy aquello que no es esto ni lo otro, aquello que yo era antes de nacer, lo cual no era la nada que se piensa el pensamiento, sino la plenitud, la perfección por ausencia de cualquier servidumbre temporal. ¿No era yo nada cuando ninguna de estas cosas, placeres y dolores, ganancias y pérdidas, me afectaban en absoluto? Ni siquiera la necesidad de comprender, de saber la verdad. Lo que nos parece el no ser es el ser absoluto: imperturbable, inefable, impenetrable. Hablamos del perfecto silencio para entendernos, pero se trata del silencio que nunca supo nada del silencio, de la soledad que jamás estuvo a solas. La música callada, la soledad sonora… cantó Juan de Yepes. Y también: “Entreme donde no supe, / y quedeme no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo”.
En Un gramo menos cultivas el haiku, género que tradicionalmente exige al autor desaparecer de la escena. ¿Anular el ego te ha ayudado a encontrar tu “yo”más cierto?
El ego nunca existió. No se trata, pues, de entablar una lucha con el fantasma para sacarlo de casa, porque en casa nunca hubo nadie. En casa sólo vive la verdad, ya que el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Un día, abandonando la pelea, desde el amor, uno comprende que el ego no existía más que como un pensamiento, que no es el autor de nada, sino sólo aquel que se arroga la autoría, y lo deja de lado amablemente. Entonces la vida comienza a obrar en nosotros sin obstáculos. No sólo el haiku requiere de la ausencia de un yo: cualquier hallazgo poético verdadero sucede a espaldas de ese yo construido mentalmente. El poeta se siente raptado más allá de sí, y en esa ausencia escucha las palabras que no sabía, que no podía sospechar. No hay ningún ego que se lave las manos o tome una taza de té, las manos están siendo lavadas, el té ha quedado servido… Todo nos viene dado, y no hay manera de interferir en el curso de la manifestación universal. Las cosas son como son, qué gran descanso y qué alegría.
¿Qué queda de quien sólo quiere ser espectador en el resultado final de la obra?
Alguien que sólo quiere ser espectador todavía es alguien. La contemplación carece de un contemplador añadido. El claro espejo de la conciencia está reflejando todos los fenómenos, entre los cuales aparece la poesía como una rosa inmarcesible. No tenemos modo de establecer separación ninguna si no es a través del raciocinio, pero los conceptos nunca lograrán separar la realidad de sí misma. Todo es uno. ¿No es el lector tan creador del poema como el propio poeta? Garcilaso éramos nosotros, cada uno de los amantes de sus Églogas, ¡qué más se puede pedir!
El maestro Eckhart dijo que si la única oración que pronunciásemos en nuestra vida fuese un dar las gracias sería suficiente. ¿cómo dar las gracias pese a la muerte y el dolor?
La gratitud de la que habla el maestro Eckhart -una de las más altas luces de nuestra tradición sapiencial- no está supeditada a nada, es la gratitud del hombre pobre, del ser separado de toda especificación, juicio, meta o menoscabo. Somos gratitud incondicional, porque todas las condiciones son irreales, aparecen en el breve sueño de la vida. ¿Cómo van a existir realmente muerte y nacimiento para el que nace y muere? La gratitud del maestro Eckhart está hecha de nada, se dirige a nada, se sostiene por su propia naturaleza, es otro modo de hablar del verdadero ser, de la verdad. No le estoy agradecido a Dios por su existencia, sino por su final inexistencia en la realidad absoluta. “Renunciemos al Señor por el Señor”, decía también Eckhart, o “entremos en ese desierto de Dios donde él ya no es Dios ni criatura”. En definitiva: sincerémonos con nosotros mismos, reconozcamos que somos libres, que siempre estuvimos desnudos de todo ropaje, que no somos más dignos que la hormiga que pisamos sin darnos cuenta. Ser menos que una hormiga, descubrirlo enteramente desde el fondo del alma, ¡qué mayor gratitud podría codiciarse!
Hay en tus últimos libros una voluntad de desnudez, de cantarle a lo pequeño, a lo humilde, desde un estilo cada vez más despojado, limpio y celebratorio. Un estilo que encuentro hermanado al de los últimos poemarios de José Mateos. ¿Advaita vedanta? ¿Mística cristiana? ¿Poética simoniana?
La poesía hace y deshace, nos lleva por donde quiere. La gratitud de la que antes hablaba busca incesantemente maneras de expresarse a través de nosotros. En lo pequeño está lo innumerable, en lo innumerable lo diminuto. Advaita vedanta y Mística cristiana son una misma vivencia de lo real referida de modo diferente. Esos poemas míos que citas están más cerca del modo de expresión zen: la parte por el todo. José Mateos, un poeta honesto, está también cerca de ese modo de sentir, aunque se expresa dentro de nuestra gran tradición de la lírica popular. Sus últimos libros están llenos de delicadeza, pero también del vigor que sólo el amor sabe poner en sus cosas. En cuanto a César Simón, lo tengo por uno de los poetas más conmovedores que he leído.
¿Qué encuentras en tu relación con la naturaleza? ¿Es lo agreste, como parece que nos dices en tu Cuaderno de brotes, una vía privilegiada de comunión con el mundo?
La naturaleza siempre ha sido la gran maestra: está cantando continuamente la armonía y limpieza de todas las cosas. Ramana Maharshi declaró que su gurú fue la montaña Arunáchala. La cuestión es encontrar oídos con que oír su voz. ¿Hemos entrado en consultas con el cielo estrellado de la noche? ¿Entendemos la voz clara de las aguas, lo que nos dice el sol calladamente? En mitad de la naturaleza el silencio es música, la música silencio, y de pronto, el relámpago de una ardilla nos abre los ojos para siempre.
¿Hacia dónde va Vicente Gallego?
¿Hacia dónde van las hormigas y los pájaros? Con ellas camino, con ellos canto y vuelo.
¿Lecturas recomendadas?
La del propio corazón. En su más puro centro hay una palabra escrita con la tinta transparente de la conciencia. Esa palabra sólo dice “Yo soy”, su eco son los mundos y los tiempos.
¿En qué proyectos literarios estás inmerso actualmente?
Estoy corrigiendo mi obra poética reunida, despojándola de todo aquello que me parece haber metido en ella por mi mano, procurando que sólo quede lo que me dictó la poesía. Tengo comenzado un libro en prosa sobre el sentido último de la poesía y el arte. Finalmente, acabo de terminar un libro en el cual el verso se pone al servicio de la verdad: se trata de un largo poema que procura interpelar al buscador de lo real, de modo que su pesquisa vaya bien encaminada: Dice hoy el Amor.
¿Deseas terminar con algunas palabras?
Llevo buscándolas toda mi vida, y sé ya que jamás daré con ellas. No se puede decir cuánto, cuantísimo, qué tremendo y qué puro es todo esto.
Vicente Gallego hasta la fecha ha publicado los siguientes poemarios: Santuario, Valencia: Universidad de Valencia, 1986; La luz, de otra manera (Premio Rey Juan Carlos 1987; Madrid: Visor, 1988); 2ª edición corregida: Granada, Maillot Amarillo, 1998; Los ojos del extraño (Premio Loewe Joven 1990, Visor, 1990); La plata de los días (Premio Ciudad de Melilla, Visor, 1996); Santa deriva (XIV Premio de Poesía Fundación Loewe y Premio Nacional de la Crítica); Madrid: Visor, 2002; Cantar de ciego (Visor, 2005); El sueño verdadero (Poesía 1988-2002), Madrid: Visor, 2003; Si temierais morir, Tusquets, 2008; Mundo dentro del claro, Tusquets, 2012; Cuaderno de brotes, Pre-Textos, 2014; Saber de grillos, (Premio Emilio Alarcos) Visor, 2015; Ser el canto, Visor, (Premio Generación del 27) Visor, 2016; Cantó un pájaro (Antología esencial), Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2016; Ramas de perejil, Libros Canto y Cuento, Jerez de la Frontera, 2018; A pájaros y migas, Visor, Madrid, 2019; Un gramo menos, Milenio, Lleida, 2020.
También ha publicado narrativa y los ensayos: Contra toda creencia, Kairós, Barcelona, 2012; vivir el cuerpo de la realidad, Kairós, Barcelona, 2014 y Para caer en sí (Diálogos en torno a la palabra de Nisargadatta Maharaj), Kairós, Barcelona, 2015.