El hoy llamado periodismo narrativo, ese género que utiliza las herramientas de la literatura para construir crónicas o reportajes y que no acepta ningún material de trabajo que supere la barrera de la ficción, está ganando espacio en las librerías gracias al buen hacer de editoriales como Libros del K.O. o La línea del horizonte. La primera de ellas publicó en 2017 un libro titulado Quién te cerrará los ojos; un año después, la última recuperó un texto soberbio previamente autoeditado: Heridas del viento (Crónicas armenias). Los dos títulos llevan la firma de una de las reporteras más rigurosas e incisivas de nuestros días: Virginia Mendoza.
Ambos libros forman un díptico viajero y existencial de gran calado, no solo por las vivencias que se recogen en ellos sino por la maestría compositiva de la periodista que les da forma y sentido. Si algo llama la atención en las crónicas de Mendoza es su capacidad para sumergirse en el corazón de los personajes que retrata. Aunque suele decirse -en los mentideros de la profesión- que la empatía es un arma de doble filo en periodismo, la autora manchega tiene la rara habilidad de explorar en las vidas ajenas y, a la vez, de distanciarse de ellas cuando transcribe en la página el trabajo de campo realizado.
Viajera intrépida e impenitente, Virginia Mendoza se embarcó hace años en una travesía por las zonas más despobladas de la península buscando el rastro de los últimos habitantes de aldeas perdidas de Castilla y Aragón. En ellas encontró historias de todo tipo: desde la del fotógrafo americano que se enamora de una joven extremeña hasta la del anacoreta impertérrito que renuncia al compás de la algarabía urbana. Todas esas vidas -al límite del olvido- están recogidas en Quién te cerrará los ojos. Son existencias humildes, con destinos precarios, expuestas a la intemperie de los inviernos y a los paisajes fluctuantes del recuerdo. Historias de desarraigo y soledad en la España rural, las subtitula.
Si aquel libro hurgaba en las luces y las sombras de un mundo deshabitado y en la memoria de la autora, Heridas del viento responde a una inquietud similar. Crónica viajera a la vez que cuaderno de bitácora y diario personal,la obra es un mosaico de relatos paralelos que tienen un común denominador: la soledad de sus protagonistas. Soledad y desarraigo -igual que en su debut- se dan la mano en esta serie de reportajes que cualquier aprendiz de periodista debería leer, ya que la escritora posee la misma virtud que atribuye a una de sus entrevistadas: no observa, analiza. Y lo hace a fondo.
Son muchas las historias destacables que hay en este “libro de duelo”. Nadie puede ser insensible a la ternura que desprenden narraciones como “Sobrevivir” o “Un pueblo para la guerra”. Todos los textos tienen como telón de fondo los conflictos de un país ferozmente patriarcal y el recuerdo de un genocidio que, entre 1915 y 1923, acabó con la vida de un millón y medio de personas. Todos están envueltos en un lirismo sostenido que lo mismo bebe de la prosa de Delibes que de maestros del género como Leila Guerriero o Kapuscinski. Un lirismo soterrado que no anda lejos del estilo directo que exhibe John Hersey en ese documento monumental que es Hiroshima. Virginia Mendoza ha publicado hasta la fecha dos libros de crónicas y decenas de artículos en periódicos y revistas. Sus lectores no se preguntan cuál será su próximo viaje, su destino más inmediato. Quien sabe mirar la realidad con rigor, y en profundidad, nunca deja de hacerlo.