Cualquier tiempo pasado fue peor

Hay dos posiciones aparentemente irreconciliables entre la ensoñación romántica de Gil y el seco pragmatismo de su prometida Inez, pero no lo son tanto.

Por: Abel de Medici

No diré que Midnight in Paris tiene un encanto especial para quienes nos dedicamos de algún modo a la Historia, porque sería vanidoso hablar en nombre de cualquier otra persona, pero como mínimo lo tiene para mí. La película resume la trayectoria de mi pensamiento desde que, con 12 años, me fasciné con los dibujos de ciudades romanas en mis libros de texto y soñaba con tener mi propia villa y pasear por ella en toga -proyecto que aún pienso en materializar si algún día soy obscenamente rico- hasta que me puse a estudiar historia unos 15 años después y me di cuenta, como Gil, que vivir incluso un siglo atrás era bastante problemático.

Me refiero, por supuesto, al momento en que el protagonista tiene una revelación y es consciente de que puede resultar un inconveniente vivir en un mundo sin antibióticos. Ya no digamos en época romana, con sus guerras, epidemias, una higiene pésima y demás incomodidades. En ese momento vi que, por mucho que épocas anteriores tuvieran sus encantos, cualquier tiempo pasado fue peor.

Una vez que estaba en Italia, vi en un bar una frase -atribuida a Mussolini, pero seguramente de uso popular- que rezaba “se estaba mejor cuando se estaba peor” y que resume este tema de la nostalgia del pasado sobre el que se desarrolla la película.

Hay dos posiciones aparentemente irreconciliables entre la ensoñación romántica de Gil y el seco pragmatismo de su prometida Inez, pero no lo son tanto. Los surrealistas, curiosamente, son los que viven esta dicotomía con más naturalidad: si viven en dos épocas diferentes al mismo tiempo, ¿qué hay de extraño en eso? Tal vez sean los más felices de todos, pues disfrutan tanto de la época que les ha tocado vivir como de su propio mundo. En eso se parecen a quienes nos dedicamos a la Historia. Dalí es un caso aparte, él solo ve rinocerontes.

Podemos ver en la decisión de Gil de vivir su propio tiempo la superación de este síndrome de la época dorada, pero no está tan claro que su decisión sea mejor en términos absolutos, si no más bien una elección de prioridades. Adriana, al contrario que él, decide quedarse en la Belle Époque que añora, una elección que tampoco puede calificarse de peor que la de Gil, ya que voluntariamente renuncia a las ventajas de su tiempo por su sueño, ser modista en la que para ella es la época dorada de París.

El hecho de que el pasado sea peor desde un punto de vista pragmático no tiene por qué significar que lo sea desde una valoración subjetiva. Algunos pueden considerar legítimamente que realmente estarían mejor cuando se estaba peor. Pueden seguir, como Inez, un realismo estricto y dedicarse solamente a disfrutar del presente. O como los surrealistas, pueden vivir dos vidas al mismo tiempo. Solo deberían preocuparse, tal vez, si empiezan a ver rinocerontes y no se encuentran en África.

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