Hacía un tiempo que el pasado
solía dejarse ver entre
la fina llovizna de la ciudad,
por eso cuando la bóveda
se tornaba gris, buscaba refugio;
en estas búsquedas,
habité más de una habitación
fría,
respiré más de un cuerpo con olor
a sal,
siempre evitando la vista de
una lluvia que solamente
traía espectros consigo.
Luego apareció la primavera
con sus orquídeas abiertas a mí,
como invitándome a conocerla
incluso si debía darle un beso
bajo la lluvia,
así que corrí por la lluvia
para llenar de besos la primavera
que jamás pensé que vendría,
empapado y con mis cabellos
apretados a sus flores,
la besé,
permití que consumiera
mi alma de trivial marinero,
para que me llevara en su lluvia,
en su sol.