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Inimaginable

No necesitaba tus besos en mis hombros; mucho menos tu sonrisa los domingos.

No necesitaba tus abrazos de verano, 
ni tu cuerpo acurrucado, 
ni tus mordiscos juguetones, 
y mucho menos tu sonrisa los domingos,
hasta que lo hiciste por primera vez.

Una respuesta en “Inimaginable”

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