Lugares: el Parque

A veces pasa así, que alguien llega, ocupa lo que creíste tuyo y sólo te queda recordar y escribir.

El señor de la foto ignora que ha sido retratado. Lo ignora casi tanto como ignora que ese pedazo de tierra al que ahora se aferra el aparato de abdominales donde está sentado, alrededor de veinte años atrás, fue uno de mis campos de futbol consentidos.

No fueron pocas las noches de vacaciones que mi amigo P. y otros pubertos de la colonia desquiciamos a los vecinos con gritos, risas y balonazos que desaparecían alrededor de las dos de la mañana, ya fuera con una naranjada Tampico congelada que nos regalaba H. (torpe y voluntarioso delantero, dueño de la tiendita de la esquina, quien jugaba con nosotros bajo la condición de permitirnos saquearle el negocio) o con el grito inconfundible de Cristina, mi abuela, a una calle de distancia (¡Gelooooooooo!); y en alguna ocasión, faltaba más, con el regaño de la policía.

El protocolo era sencillo: casa por casa, uno de nosotros pasaba silbando nuestro legendario himno ‘Si sales o ya no sales, ya no me importa, yo ya me voy’. Pocas veces, muy pocas, fui yo quien lideró el desfile de la ‘palomilla’. En primera, por mi entonces nula habilidad para chiflar; en segunda, porque P. y yo vivíamos en la última calle del recorrido, casi pegados al parque; y en tercera, porque debía esperar a que el Pep, mi padre, marcara a casa de mi abuela para darme las buenas noches mientras yo, fingiendo voz de dormido, con una mano sostenía la bocina de ese teléfono amarillo (aún de ruedita) y con la otra me amarraba rápidamente los tenis mientras P. esperaba en la puerta por mí.

Quién iba a imaginar que la imagen de una marabunta de niños marcando goles que el mismísimo Maradona habría envidiado ahora sólo es la foto de un pedazo de tierra al que se aferra ese aparato de abdominales donde descansa ese señor, quien, además de ignorar lo que estoy pensando, ignora que ha sido retratado.

A veces pasa así, que alguien llega, ocupa lo que creíste tuyo y sólo te queda recordar y escribir.

*Lo de la policía fue real. Alguna vez terminamos en la batea de la patrulla; otras, con ellos cuidándonos y ‘pasándonos la bolita’.

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