Once Upon a Time… In Hollywood: Correr tras el viento desde la pantalla

Una exploración tarantinesca del pasado que resulta una experiencia imperdible.

Por: Luis Alcántar

El pasado es un prólogo.
–William Shakespeare

La secuencia en blanco y negro de la entrevista a un actor junto a su doble. Echamos la mirada a una visión sobre el pasado. Es el inicio de una carta de amor cinematográfico al Hollywood de antaño, por parte de un director que siempre ha  tenido al cine entre sus amores principales.

Once Upon a Time… in Hollywood (Había una vez en… Hollywood, 2019, Columbia Pictures, Bona Film Group, Heyday Films, Visiona Romantica), la novena película de Quentin Tarantino, reúne varias subtramas en un envoltorio con una estética agradable a la vista.

Amén de su fotografía impecable con planos extensos (y elegantes) de la mano de Robert Richardson, y las ganas de compartir su conocimiento enciclopédico y de armar controversia, al estilo usual del director y escritor. 

Por un lado, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor que forjó su carrera en televisión y que ahora lucha para adaptarse a los nuevos tiempos de la industria, junto a su fiel compañero de batalla, Cliff Booth (Brad Pitt), quien además de ser su amigo, es su doble, chofer, porta una sombra de violencia que explotará en varias oportunidades.

Luego está, el relato sobre Sharon Tate (Margot Robbie) y su relación con Roman Polanski, en pleno ascenso de sus carreras. Y la llamada “Familia Manson“, en vistazos al desarrollo de su carrera criminal.

Tengo que la impresión que Tarantino firma con esto su película más personal. A través de la recreación puntual de la ciudad de Los Ángeles (versión 1969). Vía la publicidad (anuncios de neón) de Hollywood Boulevard, aparecen también los cines, un poster de Mad, donde aparece Rick, y por supuesto, la música y la curaduría milimétrica que identifica a la casa Tarantino: un recorrido FM.

Se pueden ver también otras cosas de aquel tiempo, como los autos clásicos, una leche Carnation (tamaño infantil) que bebe Cliff Booth en una escena y series clásicas como The F.B.I . –producida por Quinn Martin–, donde Rick Dalton aparece en un episodio dominical. 

Margot Robbie interpreta a una Sharon Tate emotiva y convincente pese a las pocas líneas que tiene en escena. Robbie trabajó su personaje a partir de la gestualidad y logra una interpretación memorable a partir de la fragilidad y la candidez.

DiCaprio, por su parte, lleva a cabo una meta-actuación, mediante la explosión de los recursos dramáticos que tan bien conoce y consigue meterse en el esqueleto tridimensional de Rick Dalton –parcialmente inspirado en Pete Duel, un actor de westerns que se suicidó–, a través de la emoción y la vulnerabilidad que despide el personaje.

En cuanto al aspecto histórico, Hollywood del final de los años sesenta experimentaba cambios drásticos en la producción cinematográfica, un nuevo modelo de realización que trajo formas nuevas desplazó al viejo régimen.

El realizador de Pulp Fiction, se sitúa en un plano emocional y ahora abrazó su cinefilia, que se destila con mayor énfasis para generar, desde mi perspectiva, una de sus obras más significativas. Recurre una vez más al recurso de la ucronía para plantear una narración alternativa a partir de fragmentos de realidad.

Como amante de los spaghetti-western, en guiño a dos Sergios: Leone y Corbucci, el títul rinde homenaje a “Once Upon a Time in the West” (1968)  y “Once Upon a Time in America” (1984); a “Navajo Joe” (1966) y “Ringo and his Golden Pistol” (1966), respectivamente.

Once… es una película-collage que intoxica y cuyo poder reside en la emoción que esculpe en sus poco más de dos horas de duración. Me parece que su fuerza está concentrada en la primera parte y en los puentes emocionales que se conectan entre sí, a partir de los personajes. 

Así, el espectador se une a un viaje sentimental, que quiere hacer justicia al cine que hace vibrar al realizador y de paso, establece una visión idílica. Quizás ahí surgirían varios reproches o reclamos al director como la escasa participación de Margot Robbie.

Pero, finalmente, son decisiones tomadas por el creador en esta exploración tarantinesca del pasado que, por lo escrito aquí y en resumen, resulta en una experiencia imperdible.  

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