A ti

Ahora me encuentro entre la espada y la pared, el cielo luce azul tenue, diría que pastel, te veo observar la ventana y otra vez busco tu mirada.

A ti:

No leas esta carta, querida. De antemano te advierto que la escribo más para mí que para ti, sin que eso signifique que cada palabra en esta no lleve fragmentos tuyos procedentes de mis pensamientos.

Es penoso hallarme en esta situación, y más penoso aún tener que escribirla a falta de buenos amigos a quienes contarles esto después de unas copas. Me veo orillado a humillarme en este texto aseverando que tras un inútil intento de negarlo, me he empezado a interesar en ti. Siendo sincero eres recurrente en mi pensar estos últimos días, quizás es consecuencia de nuestra reciente convivencia, quizás es porque nos hemos hablado diario por varios días (¿más de los que deberíamos?).

No he pasado noche más tranquila en tiempos recientes, y permíteme decir que en un principio, nunca tuve dobles intenciones al salir contigo, más allá de permanecer cerca tuyo y forzar al día a tener más de 24 horas. 

He pensado mucho, más de lo que quisiera, ¿qué somos?

Me pregunto qué piensas tú, ¿quién soy yo para ti?

Me he preguntado esto pues aún soy incapaz de definir lo que tú eres para mí, estoy metido en un complejo embrollo sentimental que atípicamente me ha dotado de un gusto por la vida que hace tiempo creí haber perdido. 

Temeroso de equivocarme en esto, como en muchas otras cuestiones en las que he fallado como consecuencia de mi humanidad, dejo testimonio de mi sentir este día.

Me siento incapaz de entender muchas cosas, y trato de remontarme al pasado y a escritos anteriores para darme contexto de lo que me sucede. 

Retomando un texto con fecha de noviembre de hace años, rescato esta cita: “Le veo a diario y no cruzamos palabra alguna, entre clases le he lanzado miradas inocentes, he buscado sus ojos con los míos esperando respuesta, y la he obtenido. Me agrada creer que en complicidad, ella sonríe cuando la veo y sonrío.” 

Hace tiempo que me he cuestionado si valía la pena buscar en ti algo, una pizca de interés. Desistí de ello al verte comprometida con el que compartes tu vida actual. 

Ahora que te tengo cerca, me es aún más complicado no mostrar mi interés en ti, no es de mi gusto entrometerme en relaciones ajenas y aún así me siento tentado a declararme abiertamente. 

Puede parecer ridículo todo esto, y es por ello que no te entregaría esta carta. 

Seguro pensarías que todo me lo invento, que si fuera cierto te hubiera dicho algo, pero reitero, no suelo entrometerme en relaciones. 

Ahora me encuentro entre la espada y la pared, el cielo luce azul tenue, diría que pastel, te veo observar la ventana y otra vez busco tu mirada. 

Me agrada rozar tu mano con la mía. 

Y para evitar divagar más en este texto, concluyo de la siguiente manera:

El sol calienta esta tierra que pisamos.

El mar llega a la playa cuando nos miramos.

Me despido, de ti, nunca lectora del texto. Y sin temor a tu descubrimiento, pues esto es confidencial, te digo buenas tardes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *