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“…And a happy new fear”: Una mirada a ‘Looking for Mr. Goodbar’

Esta es una obra cinematográfica que combina actuaciones brillantes, una dirección audaz y una narrativa profundamente humana y la dirección del rebelde y ácido Richard Brooks elevan la película a un estatus casi mítico.

Considerada, y con justa razón, una de las películas más polémicas y controvertidas de su época -hasta un juicio por obscenidad enfrentó en Utah-, la impresionante Looking for Mr. Goodbar (1977), dirigida por Richard Brooks, es una obra cinematográfica que, a casi medio siglo de su estreno, sigue resonando con una perturbadora vigencia. 

Basada en la muy aclamada novela homónima de Judith Rossner, la película se inspira en el trágico asesinato de Roseann Quinn, una joven maestra de Nueva York, cuyo caso conmocionó a la sociedad estadounidense en 1973 (fue el primer crimen violento reportado en Manhattan el 1 de enero de ese año) y que generó encabezados que cuestionaban no solo la eficiencia (o ausencia de la misma) de la seguridad municipal en la ciudad, sino también los estilos de vida de la gente solitaria, lo cual es el principal subtexto que atrajo a Rossner, una aclamada narradora por mérito propio, que transformó el caso en una de las novelas mejor recibidas de 1975, siendo uno de esos raros casos en los que una obra de literatura seria alcanza el primer puesto de la lista de Best-Sellers del New York Times.

La trama, tanto del libro como del filme (que en realidad tienen grandes diferencias) sigue los pasos del último año de vida de Theresa Dunn, interpretada con una valentía y profundidad inenarrables por una fantástica Diane Keaton. Con serios problemas de autoestima derivados de haber padecido una dolorosa escoliosis, Theresa es una joven mujer que, tras graduarse con un título de educación especial, decide liberarse de las ataduras de su estricta (y tóxica) familia católica (sus padres son encarnados por los excelentes Richard Kiley y Priscilla Pointer), para irse a vivir a la ciudad, donde se sumerge en una vida nocturna llena de encuentros casuales y exploración sexual, mientras mantiene su impecable dedicación como excelente maestra de niños sordos durante el día. Esta dualidad en su vida refleja las tensiones entre la búsqueda de la individualidad y las expectativas sociales, un tema que, lamentablemente, sigue siendo relevante en la actualidad y que la conduce por un sendero que va directo al precipicio.

Looking for Mr. Goodbar (1977, Richard Brooks).

La elección de situar momentos clave de la narrativa durante la celebración de Año Nuevo no es fortuita. Además de ser la fecha señalada del caso original, el simbolismo tradicional del 31 de diciembre representa tanto un final como un comienzo, encapsulando la dualidad de Theresa y su constante búsqueda de renovación personal. Estas escenas festivas contrastan con la creciente oscuridad de su vida nocturna, subrayando la fragilidad de las máscaras que adoptamos en sociedad.

La cinematografía de William A. Fraker (el mismo de Rosemary’s Baby) es simplemente formidable: su uso de luces y sombras no solo captura la atmósfera de los clubes nocturnos de la época (acompañadas sus imágenes con pulsantes himnos de la época disco), sino que también refleja el tumultuoso mundo interior de Theresa, esto incluye un instante impactante en el que un estrobo es la única iluminación y surte un efecto inolvidable y muy perturbador. La cámara de Fraker se mueve con elegancia, acompañando a la protagonista en su descenso hacia la autodestrucción, creando una experiencia visual que es tanto chic como estremecedora.

La participación especial de Tuesday Weld, en el papel de Katharine, la hermana mayor de Theresa, es otro acierto notable. Fresca, juvenil y divertidaMiss Weld, conocida por su postura anti-establishment y por rechazar papeles legendarios para hacer cintas independientes, aporta una capa adicional de complejidad al filme. Su presencia sirve como un contrapunto a la vida de Theresa, reflejando las expectativas tradicionales de la feminidad frente a la liberación sexual y la búsqueda de identidad propia: aunque el padre la considera “perfecta” y siempre la compara con el personaje de Keaton, Katharine es una mujer desubicada, ansiosa e irresponsable, aunque su amor por su hermana es genuino. Por esta interpretación, la legendaria intérprete recibió su única nominación al premio Oscar, en la categoría de mejor actriz de reparto.

Es imposible pasar por alto el debut cinematográfico de Richard Gere en esta película. Su interpretación de Tony, un joven carismático pero peligroso, añade una tensión palpable a la narrativa. Gere aporta una energía cruda y magnética que complementa y contrasta con la sutileza de Keaton, enriqueciendo la dinámica entre los personajes.

Looking for Mr. Goodbar (1977, Richard Brooks).

Richard Brooks, el mítico director de Cat on a Hot Tin RoofSweet Bird of Youth y la casi documental versión de In Cold Blood de Truman Capote (1967), quien contaba con 64 años al dirigir este filme, demuestra una aguda comprensión de las complejidades de la liberación sexual y las contradicciones de la segunda ola del feminismo, vigente en la época. Su visión ofrece una crítica mordaz al machismo imperante, al tiempo que explora las trampas y desafíos que enfrentan las mujeres en su búsqueda de autonomía. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas que invitan a una reflexión profunda sobre la naturaleza de la libertad y las construcciones sociales de género, y su manera de abordar el destino de su protagonista es naturalista e inclemente, como la vida misma.

Uno de los aspectos más perturbadores y, a la vez, fascinantes de Looking for Mr. Goodbar es cómo aborda las dobles vidas que nos creamos. Theresa, una maestra dedicada y compasiva durante el día, se transforma en una figura hedonista y autodestructiva por la noche. Esta dicotomía pone de relieve la tensión entre el deseo de conformidad y la búsqueda de la individualidad, una lucha interna que, aunque contextualizada en los años 70, resuena con fuerza en la sociedad contemporánea.

La decisión de Brooks de crear una ciudad imaginaria, amalgamando elementos de Chicago y Los Ángeles en lugar de la Nueva York del libro y del caso real, añade una capa de universalidad a la historia. Esta elección estilística sugiere que las experiencias de Theresa no están confinadas a una geografía específica, sino que representan una realidad más amplia y compartida.

Dado que en el libro conocemos lo que le ocurre a Theresa desde el primer párrafo, y que en su adaptación Brooks decide hacer su narración de manera cronológica enmarcándola entre dos Nocheviejas, la narrativa visual sustituye ciertos aspectos de la novela con atisbos al mundo interior de Theresa, presentando fantasías y sueños que se intercalan con la realidad. Estas secuencias ofrecen una visión íntima de sus deseos, miedos y conflictos internos, humanizando al personaje y permitiendo al espectador empatizar con su complejidad emocional, para que el clímax sea demoledor.

A pesar de las décadas transcurridas desde su polémico estreno, Looking for Mr. Goodbar mantiene una relevancia inquietante. Temas como la violencia de género, la búsqueda de identidad, la liberación sexual de las personas (no solamente entre las mujeres) y las construcciones sociales que nos separan y nos unen, siguen siendo objeto de debate y reflexión en la actualidad. La película sirve como un recordatorio de los peligros de la alienación y la importancia de la autenticidad en la búsqueda de uno mismo.

En resumen, esta es una obra cinematográfica que combina actuaciones brillantes, una dirección audaz y una narrativa profundamente humana y la dirección del rebelde y ácido Richard Brooks (véase Elmer Gantry o The Happy Ending) elevan la película a un estatus casi mítico, como una de las más grandes películas de culto en el cinema estadounidense del siglo XX y la reciente restauración en 4K de este filme (mediante la colaboración entre Paramount y la distribuidora Vinegar Syndrome) hace que se vea incluso mejor que en su estreno en diciembre de 1977. Una vez vista, no puede olvidarse.

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