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Campechana de terror documental

“El eslabón perdido”, “el Duque del terror”, el inaudito talento mexicano que configuró el movimiento moderno del cine nacional de espantos e impacto, el enigmático y recientemente revisitado Carlos Enrique Taboada, director de cuatro asombrosas y clásicas demostraciones de terrorífico poderío cinematográfico.

Es alrededor de esta leyenda que Christian Cuevas traza las líneas de Jirón (México, 2014), un documental que además se embarca en una exploración verdaderamente atrapante sobre el paradero de la última película de Taboada que nunca pudo ver la luz, por una presunta venganza política orquestada en contra de uno de los colaboradores de la producción Jirón de niebla.

¡Es un acto delicioso, queridos cinéfagos, encontrarse con este metraje! Ya que no solo se sirve de los testimonios de los participantes del staff y el cuerpo de actores de la película, pues incluye una gama interesante de personajes adyacentes al tema, que traen a colación la tetralogía del terror de Taboada y charlan sobre algunos fotogramas y secuencias relevantes que viven dentro de sus películas.

Este mito, aparentemente pequeño, sirve para desenmascarar al director enigmático, para descubrirle desnudo: en el set y en las afirmaciones que evidencian la falta de promoción para sus películas en sus años de estreno y los resultados deficientes en taquilla que granjearon críticas poco positivas entre el público, aun cuando sus colegas las nominaban a los premios Ariel.

En este viaje por los anaqueles y los archivos de la Cineteca Nacional y la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, el espectador va a poder conocer al Taboada que dedicó su vida al cine y a transmitir emociones a través de los gritos desesperados tras haberse encontrado con una aparición, los niños y su inocencia, los maleficios y las tijeras rebosantes de sangre.

Una recapitulación, una búsqueda, un rescate, un homenaje sin zalamería innecesaria pero siempre con el corazón abierto a la descripción franca y transparente de las grabaciones de Jirón de niebla y de la filmografía de terror de Taboada, que incluso es resucitado gracias a una entrevista de archivo para detallar la magia que existe detrás del ritmo y el ambiente de un filme de este género ampliamente consumido y lamentablemente prostituido.

Jirón es, también, un testimonio de la deficiencia en el sistema de conservación de obras audiovisuales, y sospecho que de cualquier tipo, de México, que a pesar de tener un gran acervo, al parecer se encuentra lejos de llevar a cabo esta tarea con procedimientos y técnicas de vanguardia, manteniendo registros y acomodos que no dejan claro lo que el inventario puede resguardar.

Taboada contra el maniqueísmo de los héroes y los villanos, Taboada dignificador del cine de terror nacional, Taboada oráculo del videohome (ahora streaming), Taboada referencia obligada, Taboada inexplorado. Jirón lleva en las entrañas las anécdotas, sí, pero también las evidencias de la crisis ochentera del cine mexicano, la importancia de la efervescente cultura del remake y un final que me dejó respirar tranquilo, con una melodía clarificadora y un par de televisiones mudas, llenas de Taboada y de terror glorioso.

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