Inicio de la desescalada en España. Fase 1. Nueva normalidad. Mi “nueva normalidad” la siento desde hace tres días en que no he logrado dejar de llorar.
Libertad. Puedo resumirla en 24.465 pasos que registra mi reloj. Tres días ahogándome en llanto sin sentido,《no sé lo que me pasa》le repito a los que preocupados notan mis ojos hinchados y las ganas de estar sólo conmigo.
Sé exactamente qué me pasa, esta nueva normalidad tiene nombre, apellido, signo zodiacal, historia y muchos sentimientos encontrados en un laberinto en el que ninguno desea avanzar.《No te sientas culpable, no eres tú, son mis ganas de meter al corazón en lugares pequeños》fue lo último que le dije antes de bloquearlo.
Tres días. Llanto. Ahora lloro cuando quiero, los días eran iguales en confinamiento, podía pausar mi autoestima por un tiempo, ya se puede salir sin horario. Fase 1. Intentaré sonreír. Cambiaré de fase internamente, el último libro de autoayuda me enseñó que debo sentir, para aceptar y sanar a mi tiempo, a mi fase.
Estoy en fase -1. Antes, destruida, me veía al espejo y sonreía en un intento de optimismo falso con el interior revuelto.
Caminé, 24.465 pasos huyendo de mí y de lo que siento por él. Me senté en la playa a terminar de leer a Valeria Luiselli. Pasa un chico, levanto la mirada, la bajo y continuo leyendo. Vuelve a pasar, se mueve con cierta fuerza para que lo observe -es lo que concluyo-, se sienta en un bar a tres metros, lo miro de vez en cuando pero no lo nota. Cambia de silla -en tres ocasiones- hace mucho ruido, yo intento ignorarlo aunque es imposible, no puedo concentrarme con sus movimientos.
Barba, cabello y ojos oscuros, ropa deportiva y un chaleco azul plástico liviano, que nunca he logrado entender la razón de por qué les gusta a tantos hombres. ¿Quién los pondría de moda?
Ordena un café. 11 p.m. Lo observo a cuenta gotas y me recuerda a mi amigo Kareem: árabe, tomaba café de noche, dejaba la taza a medias y terminaba al día siguiente. Justo al despertar, café frío de la noche anterior con un cigarrillo.
Vuelvo al chico sentado a tres metros de mí, tomando café, llama por teléfono, lo escucho hablando árabe:《¡bingo!》, me digo por la casualidad y el parecido con mi amigo. Me gusta adivinar y relacionar conductas. Intento leer. No lo logro. Tengo treinta minutos en la misma página.
Hace tiempo leí que el contacto visual es importante para ligar, que basta con mirar a alguien por tres segundos a los ojos un par de veces, para que note que el interés es recíproco y pueda acercarse. A veces funciona, a veces no. No quiero verlo por tres segundos, aunque sé que no me quita la mirada de encima. Siento sus ojos apuntándome, mientras habla en su idioma y no puedo entender ni una palabra de lo que dice.
Recordé que en el curso de milagros hay una lección en la que explica que nada tiene significado. El problema de relacionar. Si no hubiese conocido a mi amigo árabe que tomaba cafe tan tarde y tenía un aspecto similar, a los los chalecos azules o a las miradas de tres segundos, mi mente no se entretendría inventando historias de personas mientras no logro terminar la página. Sólo quiero terminar de leer el libro frente a la playa en mi primer día de “nueva normalidad”.
Me voy a casa, tengo hambre y frío. Tres segundos reservados para alguien que no me recuerde a ningún amigo, que mi nueva normalidad no me invada, pueda terminar mi libro o por lo menos que alguien me mire y no use esos chalecos. Primer día de libertad. No hay que desesperarse.
Una respuesta en “Desescalada emocional”
Me encanta lo que escribe janiela diossss me identifico mucho …felicitaciones