El Mago

Entre los Mancilla es muy común la frase “pídeselo al Mago”, y es que, aunque suene absurdo, ¿qué cosa no podría solucionar ‘un’ Mago?

El Mago siempre tiene los brazos abiertos para recibir a todo aquél que quiera visitarlo; no importa si es para reparar algo que todavía sirva, para consultar si vale la pena tal o cual cosa, o simplemente para charlar un ratito. Pero hablando de los Mancilla, que segura estoy que son sus preferidos, el Mago tiene de todo y para todos. A veces ha tenido que prestar cuerdas para mantener a los mancilocos unidos, lijas para limar asperezas, focos cuando ha sido necesario reinventarse, otras un par de tuercas para uno que otro deschavetado… también ha sido un buen maestro para quienes han tenido la suerte de aprender de él.

Lo siento, olvidé presentarlo: el Mago es el último hijo de mi abuela Pilar, de aquella abuela de quien antes he hablado, y me gusta pensar que fue el Mago con quien ella más quiso esmerarse; no me mal entiendan, los demás críos ya estaban hechos, pero ella tenía grandes planes con éste, y no se equivocó.

Así pues, el Mago no es la excepción, ha cambiado de looks un par de veces, también se ha mudado otras tantas, y los mancilocos han estado así, juntos, disfrutando con el Mago. Con el tiempo, un Maguito chiquito, pequeño, se convirtió en un gigante en su ramo, dio un par de entrevistas, trabajó con quien quiso, y su popularidad es la que todos queríamos en la prepa –disculpen el mal chiste-.

Mi abuela tiene severos problemas de memoria, yo, y todos los mancilocos, pues, nos sentimos miserables cuando nos mira a los ojos y con gran severidad afirma no reconocernos, y por más que nos esforcemos en describirle cualquier buen recuerdo su expresión no cambia, no al menos hasta que pregunta por él. Del único que sí se acuerda es del Mago, y es que es precisamente el Mago quien funge como ángel guardián de la familia, mi abuela así lo pensó, así se esforzó porque fuera.

Estamos de manteles largos porque es el cumpleaños 40 del Mago, a quien todos le debemos tanto; universidades, unión familiar, viajes, ropa, comida, lujos… Tampoco lo negamos, somos unos desdichados porque no sabemos con exactitud su natalicio. Quien lea esto pensará que, después de todo lo que el Mago ha hecho por nosotros, recordar un día tan importante sería lo mínimo que podríamos hacer, lo sabemos, lo hemos discutido en el WhastApp de la familia. La única que se acordaría era mi abuela Pilar, pero su memoria nos ha dejado a nuestra suerte desde hace un par de años. No obstante, decidimos que le festejaríamos todo el mes, honrando lo que a cada manciloco, mucho o poco, le ha dado.

No, el Mago no es una persona, somos todos, desde mi abuela, apoyada por mi abuelo, su querido Gerardito, él por mi mamá, y los demás, que han logrado que la ferretería familiar haya prevalecido por 40 años, aun en este par de años de caos.

Te quiero mucho, Mago.

Gracias por tanto.

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