Todos los caminos que llevan a Grecia: el humor en estado puro

Murillo de las Heras juega con los aspectos de la vida cotidiana, formas de actuar, de pensar; y si sale mal, no pasa nada, es la manera de intentarlo, hay que jugar.

Llevaba unas cuantas semanas con un libro que quería comenzar a leer pero que nunca encontraba el momento de empezar a ello. Quedé previamente con su autor para tomar unas cervezas, y obviamente se alargaron lo justo, dado que tenía que marchar inmediatamente al dentista. Habíamos pasado por delante de la cuna de la literatura en Almería (librería DiscoLibro) y ni siquiera pudimos parar. Hicimos un pequeño repaso de toda la literatura que nos gustaba y de lecturas que teníamos pendientes o iniciadas. También creo que lleguemos a la conclusión de que en nuestra ciudad había cuatro gatos que leían a Roberto Bolaño, entre ellos nosotros. Recuerdo como anécdota, tras abandonar a Manuel de camino al dentista, que tuvo que pedir un chupito para poder entrar a orinar a cualquier bar. ¿A quién no le ha ocurrido? La vida está llena de pequeños momentos. Esto es, pues, el contexto en el que adquirí el libro y quedó pendiente de lectura. Les hablo de Manuel Murillo de las Heras.

Manuel Murillo de las Heras jugando con espejismos.

Pocas veces he empezado un libro donde me encuentre con tantas situaciones distintas en el hilo narrativo. Quiero decir, desde un poema, una pregunta, una partida de ajedrez, una reflexión, etc. Esto es un juego del autor con el lector, cuando te enfrentas a la lectura de Todos los caminos que llevan a Grecia, cualquier escenario es válido. No te esperes una coherencia, el autor te dará incluso ideas para empezar a escribir una novela de asesinos en serie, puedes coger un papel y un bolígrafo y tomar notas. En algunas ocasiones, te dejará sin palabras tras expresar sentimientos de una manera ejemplar y pura. Pero de repente pasas a un segundo plano con la continuación de la lectura y te echas unas risas. Desde mi punto de vista, encuentro dos temas en la obra de Murillo: la psicología y el humor.

Graduado en psicología, su autor es inevitable que juegue con los aspectos de la vida cotidiana, formas de actuar, de pensar y de efectuar las acciones, pero siempre pensando en la forma de hacerlo y si sale mal, no pasa nada, es la manera de intentarlo, hay que jugar. Se mete en la mente del lector, pareciera que estuviera escribiendo y leyendo la novela a la par que se sienta en una silla como lector que ve y sigue todo el proceso creativo con un tercer sujeto. Se ha marcado un Ricardo Piglia. Otro tema estrella en la obra es el relativo al humor. Trata temas especialmente serios con un toque de humor y caricaturizando a sus personas y a quienes le rodean. Aquí, extraigo algo de personal por parte de su autor, dado que es una persona que constantemente toma situaciones derivándolas hacia la risa o el absurdo de la vida que lleva al mismo camino: la carcajada. Entre todo ello, se encuentran los escenarios de la obra. Llama especialmente la atención la partida de ajedrez que se desarrolla entremezclada con la lectura, así como las llamadas que se realizan en la misma. En este apartado he creído descifrar más que llamadas se tratan de puros monólogos interiores donde el personaje muestra y se expresa de una manera humana.

Manuel Murillo de las Heras leyendo un poema de Gabriela Mistral en la Oficina Poética.

En definitiva, es una obra marcada por la velocidad de la narración y en la que el lector se encuentra muy cómodo, Murillo controla la obra como la palma de su mano. Recomiendo su lectura.

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