Escritor y periodista, seleccionado como uno de los cinco autores más representativos de la vanguardia española de los últimos veinte años, Gabi Martínez (Barcelona, 1971) constituye uno de los mejores representantes de la literatura de viajes, entendida como un arte estético que trasciende la concepción global del mundo.
Con Paul Theroux y Lawrence de Arabia como figuras inspiradoras, el autor de Animales Invisibles (2019) persiguió entre Uganda y Sudán al picozapato. En Australia relató el genocidio de la gran barrera de coral y en Hindú Kush decidió seguir las huellas del perseguidor de yetis Jordi Magraner.
Desde la frontera de Corea del Sur hasta Vietnam, se adentró en un mar literario para terminar escribiendo uno de los diez mejores libros de no ficción del 2008: Los mares de Wang. Como una especie extinta se desdibuja para retratar realidades a través de un prisma artístico y literario.
La historia de tantos viajes empieza en Marruecos.
Mi primer viaje de trabajo internacional fue a Tánger, junto con otro periodista, donde pude trabajar en un reportaje sobre las rutas del kif. Posteriormente, regresé con un proyecto sobre el viaje en Interrail en la que descubrí, por moverme en solitario, una Tánger más hostil. Una ciudad que, como todas las ciudades fronterizas, posee una pulsión de mundos que se encuentran con efervescencia y despiertan un interés y una intensidad abismal. Se convirtió en la entrada para la realización del documental Ordinary Boys, sobre el barrio de Tetuán, del que salieron cinco terroristas del atentado del 11-M, un proyecto que me permitió descubrir de qué manera se Marruecos encontré más a Gabi Martínez
Bowles y Chukri te sumergieron en la Tánger más beat.
Tuve la oportunidad de entrevistar a ambos. La manera en la que se dejó marchitar Bowles me impactó mucho. Dormía en el suelo arropado bajo una austeridad total y bajo el abrigo de la decadencia y la tristeza. Chukri por el contrario, estuvo bebiendo durante todas las horas que pasamos juntos. Ambos eran el perfecto reflejo de la intensidad de la propia ciudad de Tánger.
Hablas del punto de fuerza del surrealismo como inspiración para tus obras.
Donde se detiene la mirada es el verdadero punto de fuerza. A partir de ahí, hay que construir una historia. En mi obra Sudd (2007), quería probar mi capacidad para construir una historia clásica. Miró, antes de iniciarse en el surrealismo, se demostró a sí mismo que sabía pintar una casa con todos sus elementos básicos. Partiendo literariamente de la idea del Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, introduje una idea, la de jugar con una realidad física a través del mito del minotauro, adaptado a la realidad. Jugando con la plasticidad y lo etéreo del concepto de realidad líquida.
El arte como desafío y juego es lo que te hacen ser escritor.
Hay tres pilares fundamentales que tienen que ver con el físico, que son el arte, el deporte y el viaje. La escritura es un proceso en el que dejo mucho a nivel físico. Un ejemplo claro es el fútbol. Me encanta jugar porque conlleva una interacción y una combinación de acciones de un grupo para llegar a un resultado, como el proceso de jugar y articular todo lo que has recogido durante el viaje para llegar a un resultado. El valor diferencial es que el viaje aporta una cierta épica difícil de ver en la vida cotidiana. Es cierto que muchos patrones se repiten, cambiando los matices. En este momento me interesa mucho retratar el entorno más cercano, el de mi ciudad, e intentar llegar a historias que germinen en novelas de penetración psicológica.
Haciendo referencia a Antonio Tabucchi, mencionas el concepto de “ideas poderosas” que te permitan ir a algún lugar.
Nos movemos por una razón. Por movimientos que te permiten seguir caminando. Un libro o una obra de arte es la condensación de una idea recluida en un espacio determinado, de nuevo un mensaje de fuerza en el que concentrarse. El poder de la idea solamente lo conoces en el momento en el que empiezas a moverte hacia ella.
“Experimentas con la verdad”, como decía Paul Auster.
Si se puede cuantificar, me permito un dos por ciento de invención, siempre que no altere la moral de lo que trasmites. Crear una complicidad con el lector, jugando con imágenes que en la realidad no han ocurrido y que funcionan como narración novelística.
En tu novela Voy, desmitificas la figura romántica del escritor viajero. ¿Cómo es el ejercicio de usar a terceras personas para describirte?
Deduje cómo ellos me veían en un ejercicio moral de madurez. La literatura y la vida forman parte de lo mismo. Los dilemas morales llegan con la confusión entre ambas y con la cohibición por tu propia moral. La libertad te permite escribir a favor y contra ti. Observarte desde una óptica interior y a la vez lejana, para poder jugar contigo mismo, es una de las ventajas de la literatura.
Bruce Chatwin rompe el molde lineal en los libros de viajes. En la Barrera es una obra coral sobre la idea de vida fragmentada.
Es una obra que orbita dentro de una esfera activista intentando recoger la mirada de las nuevas generaciones. En un recorrido por la Gran Barrera de coral australiana hay voces que me ayudan a transmitir la fuerza de la geografía que sumadas, como los pólipos pequeños que forman el coral, dan forma a algo grande: en el caso del coral el único animal visible desde el espacio exterior. Los patrones de viaje repetidos me han permitido reivindicar el cambio de algunas mecánicas mundiales que están destrozando el planeta. Es un impacto y una llamada de atención. Ahora, después de una experiencia que tuve como pastor en Extremadura, que se convertirá en un libro sobre pastoreo y ovejas negras, estoy trabajando en un proyecto en el que vincularemos cultura y naturaleza de manera gráfica, a través de exposiciones y creaciones de libros.
Animales Invisibles tiene que ver con ese legado que vamos a dejar a las siguientes generaciones: “Un proyecto para toda la vida”.
El seguir el rastro de especies extinguidas es una búsqueda para defender, por encima de todo, el medioambiente. Es una conclusión de todas mis experiencias. Es un proyecto multidisciplinar. La invisibilidad de los animales me ha permitido exteriorizar rasgos de las culturas donde habitan.
Criticas que estamos en una época en la que sólo se cree lo que se ve y que sólo se mira lo que se tiene cerca. ¿Cómo cambiar la mirada, esa que defiende Martín Caparrós?
Antes, lo que no se veía era lo más decisivo e importante. Ahora sólo importa lo que se ve. Por ello hablar de lo invisible se ha convertido en algo antisistema. Se necesita una reivindicación de los espacios que nos mueven, aquello que nos impulsa. También de la incertidumbre, vivimos tiempos en los que la precisión, las estadísticas y la lógica están despeñando al mundo por un precipicio. Defender un espacio en el que la gente pueda desarrollar fantasías, mundos y relatos.
Reflexionando sobre lo que no es la crónica de viajes, Leila Guerriero habla de un folleto turístico, pero más largo. ¿Están perdiendo estas crónicas ese espacio de creatividad y de espíritu crítico, el intrínseco de la profesión periodística?
Los libros y las historias, la narrativa, ha perdido el poder de influencia espiritual que ejercía antes sobre las personas. Parece mentira que un poeta pudiera hacer cambiar de opinión a un rey. La poesía y la literatura están liquidadas, el entretenimiento ha ganado la batalla. La influencia del libro de viajes, dentro de la narrativa, se percibe como un género secundario. Sin embargo, su función de guía espiritual que da sentido a los lugares siempre estará ahí. Proyectos como 5W de Agus Morales son, por desgracia, géneros alternativos que deberían estar marcando el espíritu del tiempo. Somos un género de resistencia en el que hay que creer para seguir en él. El descrédito de los medios de comunicación es muy lícito.
En Los Mares de Wang le ofreces al protagonista un recorrido por el que no hubiera deseado navegar. ¿De qué manera sirve la narrativa de viajes para entender una realidad que vemos y no entendemos?
Los lugares hablan, te impregnan de su esencia. Hay un momento en el que te va a dar una voz, un personaje y una historia y tienes que decidir cómo contarlo dependiendo tu bagaje personal. Hablando en términos de formación periodística es más difícil entender los términos abstractos. Yo dejé de firmar como periodista para presentarme como escritor, porque siento que me muevo en unas coordenadas que tienen que ver con el arte, algo que me llevó tiempo y trabajo. Hoy más que nunca hay que reivindicar al artista, porque lo están sepultando.
Reconoces que cada vez es más difícil encontrar un argumento para viajar. ¿Viajar para contarlo?
Viajar es como correr. Después de muchos años acostumbrado, cuando crees que ya no lo necesitas es cuando más. Cuando se calientan los músculos tu cuerpo empieza a recibir estímulos e inspiración que te van a ayudar. Es una vuelta a la defensa cuando los sentidos se empiezan a adormilar. Te mantiene despierto porque te introduce en otras realidades. Es algo peligroso porque cada vez necesito viajar más en plazos más cortos. Viajar es el instinto de la curiosidad.