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La jaula

Canto y bailo con el maniquí de madera que lleva puesto tu sombrero y tu saco de cachemir.

Leonel:

Aquí tu ausencia se cuela por los vidrios rotos de las ventanas, hace ruido, se instala y perfuma cada rincón de la casa. Se posa entre las tazas, los relojes y los cajones y se queda a ver el tiempo pasar. Inundas mi vida de nostalgia. Las paredes no dejan de hablar de ti, los retratos cuentan nuestra historia y en los espejos inevitablemente sigo viendo tu reflejo. Te he visto pasear como un fantasma por Lerendipia como una historia más de las que aquí habitan, pero tú no esperas ni otro tiempo ni otra vida. Sólo me acompañas en el límite del duelo; entre tu muerte y mi agonía. 

Entierro todos los días mi cara en tu almohada. Me aferro a tu olor, al que aún perdura en tu pijama, en tus camisas de rayas y en tus chalecos de lana. Me aferro a cada espacio vacío que dejaste; ahora duermo de tu lado de la cama, me cubro con tu abrigo de pana como si me abrazaras e imagino que son tus manos las que me sujetan y me sostienen en el confín de mi inconsciente. Por las mañanas sigo sirviendo dos tazas de café, tres cucharadas de azúcar para ti, una para mí. Me pongo tus lentes para ver las cosas como tú las veías, leo el periódico y escucho las noticias. Después, bajo a Lerendipia y coloco en la antigua vitrola que fue de tu madre el vinilo de Libertad Lamarque, donde inmortaliza las majestuosas composiciones de María Grever. Canto y bailo con el maniquí de madera que lleva puesto tu sombrero y tu saco de cachemir. Escucho Júrame y me dejo ir como niña por un tobogán de emociones, seducida por el eco de mis recuerdos que tiritan, cimbran y rebotan en la corneta de bronce. «Júrame que aunque pase mucho tiempo no olvidarás el momento en que yo te conocí […] Quiéreme hasta la locura y así sabrás la amargura que estoy sufriendo por ti..» Me estremezco y me convenzo que hay juramentos que no duran toda la vida, pero sí hay melodías que duelen toda la vida. 

Me tiro al piso, miro al techo y veo como se mece sutilmente la única jaula de metal que conservo. Las demás cosas que están alrededor colgadas, permanecen intactas, inmóviles. Entonces sé que eres tú, Leonel, viendo desde gayola la trágica escena que a diario repito. Sé que odiabas las jaulas, que te parecían el peor invento de la humanidad, el objeto más ruin para domesticar. Es curioso, ahora yo elijo vivir en cautiverio, atrapada a tu recuerdo. 

¿Recuerdas cuando dejamos libres las aves que teníamos y después (muy tarde) nos preguntamos si habían sobrevivido? Ese falso acto de amor que confundimos con libertad, les costó la vida. Yo no quiero que me pase lo mismo con tu recuerdo, no quiero dejarlo ir porque me temo que no sobrevivirá. Mi peor miedo predice el futuro y sí, mi vida pronto será una jaula vacía. 

He intentado destruir todos los barrotes mentales que me inventé tras tu partida, pero dime, mi amor, ¿a dónde se van las plumas que no supieron volar, a dónde se van las historias que no tuvieron final? 

La jaula es la sexta entrega de la serie Lerendipia.
PRIMERA ENTREGA: ROSENKRANZ
SEGUNDA ENTREGA: LAS CHINAS POBLANAS
TERCERA ENTREGA: LERENDIPIA
CUARTA ENTREGA: EL ESPEJO
QUINTA ENTREGA: EL VELIZ

Una respuesta en “La jaula”

[…] El reloj es la séptima entrega de la serie Lerendipia.PRIMERA ENTREGA: ROSENKRANZSEGUNDA ENTREGA: LAS CHINAS POBLANASTERCERA ENTREGA: LERENDIPIACUARTA ENTREGA: EL ESPEJOQUINTA ENTREGA: EL VELIZSEXTA ENTREGA: LA JAULA. […]

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