Final para un corazón acorazado

Nunca fuimos más felices que cuando nos dejamos solos.

Por: Arantza Laija.

Realmente nunca se sabe cómo comenzar a contar estas historias sin una copa o un buen amigo a un lado. Bueno, seré breve, me enamoré como lo hacemos todos los que amamos el amor: como una idiota. Después de mucho pelear y poco construir, de muchas tardes y noches de perder el sueño y la dignidad, de incontables tropiezos, un día tomé un fuerte respiro y me di la vuelta.

Créanme, no fue fácil tomar valor para hacerlo, pero algo en mí supo de una vez por todas que era momento de irse. Sin más, y sin tantos rodeos, escribí lo que en ese momento significaba la última carta y mi renuncia explicita a un amor que no había sido. Tomé papel y empuñé el lapicero por horas tratando de encontrar las palabras, una a una, mientras mis ojos no podían más de llorar. Plasmé en las siguientes líneas todo lo que quise decir a un amor que no fue, a un intento fallido de un “nosotros“, que no existía. Dejé mi enojo y mis rabietas por un amor que no me supo amar.

Así que, ¿qué pasa?, ¿terminamos?, ¿de qué hablas? 
Vaya, terminamos. ¿te sientes mal por mí?, ¿acaso fui tu caso de caridad?, ¿es por eso que seguiste conmigo, que seguías aquí?, ¿pensaste que podrías seguir conmigo hasta que alguien más llegara y ya no me importaría?… ¿sabes qué es lo peor de enamorarse de alguien que sabes que no es el correcto?

Te enamoras de cualquier manera porque en algún punto de toda esa mierda crees, de verdad crees y con todas tus fuerzas, que él dará la vuelta, se dará cuenta de que hace tiempo lo estás dejando y será diferente, pero no es así. 

Créeme, ojalá un día te vieras con mis ojos, porque yo te veo por quien eres; no como tú que solo me ves como una tonta que se engaña a sí misma, y justo ahí es en donde te equivocas… porque si tan sólo te tomaras un segundo para mirarme, te darías cuenta de que soy la única persona que te conoce y te acepta por quien eres, sin importar lo que seas.  Te perdono, te acepto y me preocupo por ti, te doy todo lo que quieres y me haces sentir como si fuese una idiota. ¡Tienes razón!, no es tu culpa que lo nuestro no funcionara, no debí ocultarte como me sentía a pesar de cómo te hiciera sentir eso, pero seamos claros, el problema con nosotros es que eres un cobarde, te diste por vencido con lo nuestro sin haberlo intentado; ahora me doy cuenta que no es mi trabajo hacerte sentir como un hombre, no te puedo convertir en algo que no eres. Me voy porque no te puedo ver sin que mi corazón se rompa. Aun así, puedo vivir con eso, créeme, ya no necesito que me ames. 

Cuando dijiste que ya no me querías, algo dentro de mí se rompió, por un momento me quedé sin aire, no me importa si lo dijiste en serio o no, mi primer instinto fue decirte “no quiero esto”, “a la mierda, no volveré”, “no más de esto”. Pero luego me di cuenta que no es tu culpa, es mi culpa. Así que ya basta, ¡no me debes nada! No me tienes que amar a cambio de que yo lo haga. 

Lamento haberte lastimado. Sabes, te podría haber sostenido por siempre, y aún así nunca hubiese sido suficiente. Si en algún momento pensaste que era un ángel, lo lamento, sé que no lo soy y no soy lo suficientemente buena para ti, pero no voy a pasar toda mi vida probando que lo soy. De cualquier manera, no actúes como si no hubiese peleado por ti. Lo hice. Con fuerza. Por mucho tiempo. Entonces una vez más, perdóname si ahora que hemos terminado, estoy exhausta. Hace algún tiempo, cuando lo intentamos, tenías tanta gracia en ese momento que me volví a enamorar de ti. Te creí. Sé que me amas de alguna manera, y que ya no supiste de que otra manera decírmelo, pero, ¿si me lo hubieses demostrado? No te estoy alejando, no es mi intención, ¡me estoy aferrando a ti con todas mis fuerzas, con mi vida!, pero esta vez necesito que me necesites, ¿por qué no me llamaste mientras estuvimos lejos?, ¿por qué aún no me pides que me quede?, ¿por qué no me dejas entrar completamente? 

Así que sí, entonces terminamos, ve, ve y encuentra a otra chica que te haga sentir vivo por 5 minutos.

Nunca tuve el valor suficiente para entregar la carta y durante los días que siguieron a esa última pelea mi estado anímico no era reparador, sin embargo, comencé a pensar que el amor tenía que ser algo más allá que solo dos personas que “se aman y lo intentan” (como hasta ese momento creí). Pasaron los días y comprendí que el amor que yo creí que no había sido, o me había fallado realmente si lo fue, y ambos fallamos. Pero todo fue más claro cuando comprendí que fui egoísta al pedir que me amaran de la forma en que yo amo, fue entonces que, cuando hice a un lado mi berrinche por querer sentirme amada de la forma en que me gusta que me amen, comencé a dejar que me amara a su forma, como él sabe amar y de la manera en que lo sabe demostrar. En seguida las cosas entre nosotros comenzaron a cambiar; no, amigos, créanme que esto intenta ser todo menos una receta, o el hilo rojo, pero al menos para nosotros fue mágico descubrir que sólo teníamos una forma en común para amar, con libertad. Con esa libertad vino el valor o la importancia, y nos costó algunos meses darnos cuenta de lo que sentíamos (respecto a eso) por nosotros mismos, y que por consiguiente nos dábamos el uno al otro. 

Al final diré que lo mejor que me pasó fue haber perdido el control, al encontrar la libertad encontré en mi pareja a un amigo, y al darle valor en mi vida se volvió mi cómplice. Nunca fuimos más felices que cuando nos dejamos solos, pues fue en ese momento cuando decidimos que queríamos estar juntos. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *