Mi viaje mental

Amanecí contemplando melancólicamente mi realidad y recordé dónde nació mi anhelo por conocer Turquía: un fortuito encuentro literario

Creí ver por mi ventana el Bósforo, abrí los ojos y desperté añorando un lugar que no conozco, pero en el que navego constantemente en mis sueños. Hace una semana que debía aterrizar en Estambul, una de las pocas ciudades del mundo que comparte territorio en dos continentes: Europa y Asia. Estaría deleitándome con sus maravillosas mezquitas y la diversidad cultural de la tan popular ciudad de los gatos. Para este día ya me habría enamorado perdidamente del castillo de algodón, Pamukkale, habría nadado en la piscina de Cleopatra y tomado fotografías espectaculares de la antigua Hierápolis, entre sus ruinas y sus fuentes naturales. Habría navegado por el estrecho, calzando un par de coloridas babuchas turcas. Sin embargo, dadas las circunstancias pandémicas, mi tan soñado viaje ha sido pospuesto. 

Amanecí contemplando melancólicamente mi realidad y recordé dónde nació mi anhelo por conocer Turquía: un fortuito encuentro literario. Hace unos años me encontraba en la librería Porrúa de Chapultepec, uno de mis lugares preferidos de la ciudad de México. Mientras esperaba que se desocupara una mesa con vista al lago, entre cientos de libros mis ojos se posaron justo sobre una portada que resaltaba por mi color favorito; era un cielo color menta con algunas nubes esponjosas, que contrastaban cálidamente con una fotografía deslumbrante de la antigua basílica de Santa Sofía. La portada tenía en la parte superior de ambos lados unas ramas con unas granadas enmarcando Lunas de Estambul, por debajo del título una leyenda que decía: El fascinante viaje de Oriente a México de una mujer que dejó todo para encontrar su lugar en el mundo. En ese instante supe que debía leer el libro. Más tardó mi espera por deleitarme con el paisaje del lago que el tiempo que me tomó comprarlo y comenzar a leer la obra de la escritora mexicana Sophie Goldberg. 

Devoré la historia en pocos días. Desde la primera línea, Sophie le rinde un homenaje excepcional a su origen turco, a través de detalles, secretos y sucesos extraordinarios de sus abuelos: Ventura y Nissim. La historia familiar logra preservar las tradiciones, el idioma y la gastronomía de sus antepasados.

Las lunas de Estambul visibiliza el nexo que existe desde hace mucho tiempo entre la cultura turca y la mexicana, un vínculo que parece casi imperceptible, pero que ha influido en nuestra gastronomía contemporánea, principalmente en el uso de especias y otros alimentos de origen mediterráneo. Gracias al libro pude recorrer Turquía a través del paladar, con recetas familiares que Sophie comparte en su libro. Desde el típico Ayran, bebida hecha a base de yogurt, los böreks de queso y berenjena, los deliciosos yaprakes que enaltecen la hoja de parra, keftes de prasa y bulemas hasta sütlaç (arroz con leche turco). Con estos platillos logré conectarme sentimentalmente con sus deliciosas costumbres culinarias y con su entrañable historia.

Después de haber leído las Lunas de Estambul mi obsesión y deseo por conocer Turquía aumentó considerablemente. Justo hoy estaría celebrando mi cumpleaños número treinta en ese mágico país. A esta hora ya habría volando en un globo aerostático sobre la mítica Capadocia, en la que habría apreciado a varios metros de altura el espectacular relieve rocoso, las famosas ‘chimeneas de hadas’, y el cielo en su punto más radiante inundado de otros globos. Quizá ahorita estaría fantaseando sobre las vidas pasadas en los túneles y pasadizos de las ciudades subterráneas, bajo esas pintorescas cuevas trogloditas, recordando todas las antiguas culturas que pisaron esas tierras: los hititas, persas, bizantinos y otomanos.

Desde niña muchos cuentos turcos me han acompañado, y aún tengo la ilusión de ir a todos aquellos lugares donde surgieron increíbles historias de hadas, genios, magos, princesas, dragones y objetos mágicos. Hoy me desperté de un viaje sin retorno con un dejo de esperanza, pues sigo creyendo que estamos conectados inevitablemente a lugares, personas e historias que nos están esperando. ¡Tranquila, Turquía, tú y yo nos vamos a encontrar!

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