Palabras más, palabras menos. 

No siempre tengo cosas para decir. Entonces, a veces, me pongo a leer.

Teoría de la gravedad; Leila Guerriero.

Juntaron tantas como fue posible. Unas llegaron a través de la memoria, otras estaban varadas en el extremo del nervio óptico, pero la mayoría vivía de forma permanente en él.

Se conocieron tiempo atrás, en algún otro rincón de la vida; de aquel donde falta luz pero sobra la compañía. Y desde entonces existen en cada momento. Quizá fue en esos ahí que encontraron algún tipo de lazo, puntos de coincidencia y alguna conjunción que los llevara a buen resguardo.

Lo primero era darle sentido a la existencia, porque no se la encontraron, ni ese día, ni el resto del tiempo; pero al mirarse de frente unas a otras, descubrieron que su vida podría condensarse en un solo momento o extenderse por siempre. Decidieron mezclarse una y otra y otra vez, hasta compaginar su norte con el de aquel instante.

Cada una de ellas había surgido de algún segundo, alguna conversación, algún sentimiento, algún recuerdo, por lo que les fue fácil entenderse. No había ese sinsentido en el cual a veces se navega. Al contrario, hilaron entre sí un tejido fuerte, coherente e inapelable; incluso para aquellos habituados a un uso rudimentario de ellas. Así que decidieron al unísono que ese sería su destino: mantenerse en ese bloque compacto al que llamaron poema.

Y al verse al espejo, supieron desde siempre que vivirían por siempre y para siempre dividiendo a los ventrículos y las aurículas para que todo aquello que pase por ese lugar se viera iluminado por su certeza. Palabras más, palabras menos, iluminados por ti.

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