Cuba es un estado de ánimo: Rubén Cortés

Rubén Cortés es hijo de la revolución. Nació en la Cuba castrista, pero no es un habanero bullicioso, sino un pinareño reflexivo. Alérgico al ensayo y sus formalidades, se define ante mí como un velocista de la crónica con espíritu hemingwayano.

«Trata de leerte para entonces Pequeño País, de Gael Faye», me respondió por WhatsApp cuando le propuse hablar sobre la evolución del periodismo; las secuelas de su pasado como corresponsal de guerra; la vida antes, durante y después de Fidel Castro en la isla; y su romance perpetuo con México.

Pasadas las siete, llegó de buen semblante al Péndulo de la Condesa acompañado de El niño, su hijo Santino —como el primogénito de Vito Corleone—, de 15 años. Al terminar, luego de dos horas que desembocaron en una catarata de anécdotas que lo desmarcaban del comunismo, nos tomamos una foto por delante de una sugerente colección de películas europeas. «Mejor párense por allá», gritó Santino, el encargado de inmortalizar el encuentro. «Si se mueven un poco a la derecha se cuelan Los Vaqueros de Leningrado». Rubén esbozó una sonrisa y se marcharon juntos. Hay fantasmas que no dejarán de perseguirnos.

Estila recomendar libros.

Sí, claro. ¡Cómo no! Yo no hablo con nadie que no lea. Como decía el Che Guevara: mis amigos son mis amigos mientras piensen políticamente como yo.

¿Cuál fue el primer libro que le recomendaron?

Difícil. No lo sé. Yo vengo de una familia cuasi analfabeta, sin herencia literaria. Yo fui acercándome poco a poco, por iniciativa, como un autodidacta. De niño me encontré con Julio Verne y Dos años de vacaciones, un libro muy bonito que casi nadie conoce. Después atrapé a Hemingway, el escritor más venerado en la isla después de José Martí.

¿Hasta qué punto los libros son intransferibles?

El libro tiene un ADN. El viejo y el mar de Hemingway es un libro intransferible, por ejemplo. Es algo muy emocional. Crimen y Castigo de Dostoievski es intransferible, porque para mí es un libro demasiado repulsivo.

¿Cohiba, Montecristo o Romeo y Julieta?

Romeo y Julieta, Romeo y Julieta. Además, hablando de contar historias, están inmortalizados en un poema de Federico García Lorca, Son de negros en CubaIré a Santiago / con la rubia cabeza de Fonseca / iré a Santiago/ y con la rosa de Romeo y Julieta. El abuelo de Lorca vivía en Cuba, era inmigrante. Les mandaba cajas de habanos. El rubio Fonseca era el dueño de la empresa.

A los rusos los pintan como dobles agentes, ¿cuál es el molde cubano?

Depende. La gente de la Habana es más bulliciosa y jacarandosa. Los santiagueros ni se diga. Y los de Pinar del Río son distintos. El pinareño es blanco, los blancos no bailan. Es más nostálgico, quizá más reflexivo. Pese a que somos una isla muy pequeña, tenemos muchos matices.

¿Y la música, alegría y sexualidad que citaba su amigo Pedro Juan Gutiérrez?

Los cubanos, cuando no tienen que actuar como cubanos, son otra cosa. Pero la cubanía vende. Si tú llegas a La Habana a buscar sexo, te lo dan. Llegas a buscar rumba, te la dan. Si llegas buscando el frasquito de la revolución, te hablan de la revolución. El cubano descubrió el turismo y aprendió a vivir de él.

¿La melancolía de Pedro Junco o el fulgor de Polo Montañez?

La melancolía de Pedro Junco. Pedro era un pinareño más de ciudad. Polo era un campesino, de monte adentro. Marxismo puro: el hombre piensa como vive. Pedro era esa melancolía que te deja algo, ¿no? Pedro era más valiente musicalmente, sobre todo en Nosotros, donde a partir de asumir las consecuencias de una tuberculosis, decide dejar al amor de su vida. Yo soy más como Pedro; mi tristeza me impele a ser mejor.

¿Cuba es una burbuja?

Depende para quién. Para los que viven ahí es un hoyo, más que una burbuja. Para los que van puede ser que sí.

¿Qué clase de burbuja?

La burbuja que venden de que el cubano es gente muy alegre. Del antiguo esplendor de la Habana. De la clásica foto con el fondo de un edificio derruido. Esa obra derruida, en ese lugar hermoso por fuera, dentro viven 50 familias que no tienen agua. Esa clase de burbuja. El cubano aprendió a vivir en un régimen en el que sabe qué decir y cuándo lo tiene que decir. Es por eso que nunca terminas por conocer realmente a un cubano en Cuba. Cuba es un estado de ánimo.

¿Las burbujas forman periodistas?

Cada vez menos, pero sí. Cuba siempre fue el centro de la ilustración de América Latina, por las ideas que iban y venían. El conocimiento de Europa llegaba a La Habana y de ahí se distribuía a todo el continente. Incluso durante los años de la revolución en Cuba siempre hubo una gran escuela de periodistas, de gente que sabía contar historias. Ese conocimiento se transmite, no es tan difícil que se termine el ciclo. Lo que pasa es que después, los que podíamos seguir formando gente y transmitiendo eso nos fuimos. Comenzó el éxodo. Si tú lees la literatura cubana actual no tiene tanta calidad como la de hace 20 o 30 años. Los maestros se fueron y cortaron el ciclo. Yo por ejemplo fui alumno de Salvador Bueno y Onelio Jorge Cardoso.

¿Qué es un periodista?

Un periodista puede ser un tipo capaz de redactar una noticia. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? Pero cuidado, el periodista tiene que trascender a eso. Se convierte en periodista a partir de que da la consecuencia de la noticia. Y termina siendo más que un periodista, un contador de historias. Porque contar historia involucra muchas cosas. Los buenos periodistas son aquellos capaces de contar una historia en una simple nota. Cuando yo estudiaba, en las normas de redacción de la AFP ponían siempre una nota al final: si usted sigue estas reglas, hará buenas notas. Si usted le agrega un poco de talento, usted hará muy buenas notas.

El que derrota al monstruo / y ocupa su lugar / se vuelve el monstruo: José Emilio Pacheco.

La revolución cubana era muy necesaria. A partir del golpe militar de Fulgencio Batista era importante restaurar la democracia en Cuba. Al final triunfa el movimiento armado de Fidel Castro y no volvió la democracia. Pero no importó porque Cuba alcanzó estándares altos de educación y salud. Fidel te enseñaba a leer y escribir, pero tú no podías leer y escribir lo que tú querías. El ser humano no se enferma todos los días…

Fidel para bien y para mal.

Fidel nunca restauró la democracia. Debió llamar a elecciones y las hubiera ganado todas. En cambio a sus discípulos (Hugo Chávez, Daniel Ortega, Andrés Manuel López Obrador) les sugería tomar acciones democráticas. Había algo de contradicción en eso. Por otro lado, Fidel le dio a Cuba una identidad tremenda.

¿Por qué han fracasado tantas revoluciones?

Porque niegan la libertad. El ser humano no puede prosperar y desarrollarse sin libertad. La libertad es inherente al ser humano.

¿Latinoamérica, culturalmente, es proclive a la democracia?

Latinoamérica siempre ha sido un territorio de caudillos. Salvo Chile, que se ha escapado de eso por tener una tradición democrática sólida, en América la gente es muy proclive a pensar que hay alguien le va a resolver la vida. Los caudillos prosperan donde no hay educación.

Pasaste de una dictadura a una guerra.

Dejé de ser corresponsal de guerra cuando nació mi hijo. En Bagdad pasé de estar sentado encima de la estatua derribada de Sadam Husein a ver una foto de mi hijo por correo electrónico en la recepción del Hotel Palestina. A los tres días me regresé. En Afganistán me impliqué mucho más que en Irak, tenía que ver con motivaciones personales. Para entender el significado de una guerra hay que leer Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte.

¿Por qué México?

El lugar natural de un cubano era Miami, pero como corresponsal de Prensa Latina me enamoré de México como se enamora uno de una mujer.

¿Qué México encontró?

Encontré un México con un nivel educativo mucho más alto que el actual. Un México más politizado que ahora. Pese a la permanencia del partido único era un pueblo con mucho debate de ideas, porque el PRI permitía eso. El PRI era como un ecosistema que permitía que todo fluyera.

Se ve menos beisbol del que se debería.

Sí, pero existía el Parque del Seguro Social.

¿La religión es un lastre o un estímulo?

Un estímulo, por supuesto. El ser humano necesita creer en algo.

¿Ensayo o crónica?

Crónica, crónica, crónica. La crónica conjuga todo. Es la madre de todos los géneros. El ensayo es más específico; abrir y cerrar comillas, asteriscos, datos. La crónica es libertad.

¿Hemingway como espejo?

Para mí el más grande escritor es Hemingway. Es un contador de historias fabuloso y te lo hace todo muy sencillo. En cambio García Márquez es un contador de historias más fantasmagórico, con más pirotecnia del lenguaje. Hemingway es la teoría del iceberg. Como en El viejo del puente o Los asesinos, que son relatos cortísimos, te deja pensando más de lo que en realidad leíste.

El primer México “socialista”.

Habrá que ver. Es un México que viene con una mezcla muy rara de política estatista, religión y una constitución moral. Es difícil leer a un presidente que al mismo tiempo te habla de Fidel, de Mandela, de Juárez, de Madero. Se viene un sistema que tendrá tierra fértil en un país que no está tan desarrollado a nivel educativo. Un lugar muy condicionado por la cultura de masas.

¿Existe el neo-socialismo?

Puede ser este, sí. O como el de Chávez o el de Ortega. Un socialismo con muchos parches, que no persigue una ideología.

A Octavio Paz lo definían como un liberal romántico, ¿se pueden flexibilizar las ideologías?

No, la ideología no se puede flexibilizar. La derecha plantea la libertad con orden y la izquierda la libertad con igualdad. Tú no puedes hacer una mezcla de una y otra. La gente del PAN no sabía por quién votar.

¿Cuál es el mejor consejo que le han dado?

Profesional, me lo dio Pedro Juan Gutiérrez. Él decía que el primer párrafo era lo más importante a la hora de escribir, y que se escribía con oraciones cortas y sencillas. De vida me lo dio Mario Puzo, en El Padrino: no perdones la primera falta si no quieres ser víctima de la última.

Más ceremonioso que efusivo.

Sí, me gusta ser correcto. La efusividad tiende a relajar las relaciones.

La patria no se olvida.

Mi patria es la infancia. Después puedes pasar por muchísimas cosas, pero la infancia es destino. Nunca te olvidas de los primeros olores, de los primeros sabores, de los primeros gestos.

Pinar del Río.

El olor a tabaco, la música de Pedro Junco, cazar tomeguines.

Cuba libre como utopía.

Mientras tú no seas dueño de tu propio destino no eres libre. Lo más importante de esta nueva constitución es que admite la variedad, aunque había cosas prioritarias como la libertad de prensa o la democracia.

¿Quién es Rubén Cortés?

Un hombre muy trabajador, con conceptos de amistad muy carcelarios. Que cree que las mujeres de los amigos tienen el culo más cerrado que un muñeco. Que cree muchísimo en la familia. Un tipo formado en una cultura muy determinada por la hombría, una cultura barriobajera, diría yo. Yo todo lo veo a través del prisma de la guerra fría: comunistas y capitalistas. Soy capitalista, claro está.

¿En qué quería convertirse y en qué se convirtió?

Yo siempre quise ser periodista. Tuve la fortuna de ganar un concurso en la escuela sobre una composición que hice sobre la Guerra de Vietnam, el premio era que lo publicaran en un periódico. Así que puede decir que publico en medios desde los siete años. Escribir siempre ha sido todo para mí.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Como un buen padre y buen amigo. Un tipo que supo renunciar a muchos cosas por ética. Si volviera a nacer me hubiera gustado ser un poco más flexible. Acabo de perder un buen trabajo por eso.

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