25 canciones

Cumplir el cuarto de siglo fue un pretexto para enumerar las canciones que me explican como ser humano.

No tengo todavía muy claro si cumplir 25 años es una celebración, una responsabilidad o una carga emocional. Lo iré dilucidando. Sin embargo, sí fue un pretexto para enumerar las veinticinco canciones que me explican como ser humano. Algunas se quedaron fuera -discúlpame, Mick Jagger; tú también, David Bowie-, pero las que clasificaron pueden hacerle partido a quien sea. Aquí van.

  1. Peces de ciudad – Joaquín Sabina (2002)

La he escuchado un millón de veces y no termino de entenderla. Contiene lugares: la Gare d’Austerlitz, la Estatua de la Libertad, Desolation Row. Desafía el oleaje, sin timón ni timonel, mientras va, ligero de equipaje y sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje. Pertenece al álbum donde Sabina abandonó la narrativa lineal y se embarcó en un intento de metáfora tras metáfora. En palabras de su biógrafo, Javier Menéndez Flores, el valor del disco estriba en que pueden concluirse mil cosas distintas a partir de cada canción: el escucha decide qué historia interpreta a través de lo escrito. Es una genialidad o un acto mamadorsísimo. Yo, ingenuo quizá, me quedo con lo primero. ‘Peces de ciudad’ me parece de una genialidad irrepetible, y me la puse, por supuesto, la última vez que pisé el cielo de Madrid.

  1. Al lado del camino – Fito Páez (1999)

Podría, fácilmente, ser la mejor canción de la historia. Yo era un pibe triste y encantado, de Beatles, Spinetta y Charly García. Los próceres de Fito, y cada quién tendrá los suyos. I’m so many people, suelta Sally Draper en las postrimerías de Mad Men: en mi opinión, el momento cumbre de la televisión. Somos mucha gente. Somos lo que escuchamos, lo que incorporamos, lo que aprendemos. Somos nuestros referentes y lo que hacemos con ellos. Canta Fito: los libros, las canciones y los pianos, el cine, mis traiciones, tus enigmas, mi padre, las cervezas, las pastillas, los misterios, el whisky malo, los odios, el amor, los escenarios, el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis diez tías me hicieron este hombre enreverado. Somos eso, y más. Somos muchas cosas. Mucha gente. Sally Draper y Fito Páez, referentes eternos. Y esta canción es también mi hermano.

  1. More Than This – Roxy Music (1982)

Se convirtió en parte fundamental de mi vida hace relativamente poco. ¿Más que esto? Sabes que no hay nada. De nuevo, somos lo que somos. Tal vez estoy aprendiendo por qué la marea no tiene a dónde girar. Esta canción también es Bill Murray cantándola en un karaoke perdido de Japón, en Lost in Translation, película fundamental. Un romance extraño, que encuentra un clímax sin jamás consumarse. Se lo canta a Scarlet Johansson: ¿más que esto? Sabes que no hay nada. Y de pronto, es suficiente.

  1. La vida es más compleja de lo que parece – Jorge Drexler (2006)

Hay que detenernos un rato en la simpleza y certeza del título. El velo semitransparente del desasosiego un día se vino a instalar entre el mundo y mis ojos. No sé qué más agregar: la vida muchas veces es esto, algo más complejo. No sé más complejo que qué, pero más complejo.

  1. Puntos Suspensivos – Vetusta Morla (2014)

La presencia de Vetusta Morla es obligatoria, aunque los entiendo como algo más global. Vetusta Morla es esencial en mi vida a partir de su totalidad, de álbumes enteros; quedarme con una canción linda con lo imposible, y terminé eligiendo una que ni siquiera tiene disco. Nació sola, y no se toca nunca en directo. Quizá por eso (mención también para ‘Los Buenos’). Vivo colgado en puntos suspensivos. Eso de abrazar la incertidumbre es una mamada. Alguien echó un amarre en la deriva, ya no buscamos la salida, ya no sabemos si cruzar.

  1. Swim and Sleep (Like a Shark) – Unknown Mortal Orchestra (2013)

Escuché esta canción en directo en 2016, y la dejé pasar como si nada. Ni me enteré. Hay cosas que toman tiempo, o se vuelven importantes con cierta perspectiva. El tiburón nunca se queda quieto: no duerme como tal, sino que inactiva su cerebro en ciertos lapsos de tiempo. Me gustaría nadar y dormir como lo hacen los tiburones, dice la canción; caería hasta el fondo y me escondería hasta el fin de los tiempos en una dulce y fría oscuridad. No hace falta agregar nada más.

  1. Electricityscape – The Strokes (2005)

Es una joya perdida en el cada vez más amplio repertorio de una banda sin la cual mi adolescencia no se explica. Me tiene sin cuidado lo que diga la canción, pero el solo de guitarra de Nick Valensi me hace llorar. La pongo nomás por eso, que no es poco.

  1. How Soon Is Now? – The Smiths (1984)

La llevo tatuada en el brazo. ¿Qué tan pronto será el ahora? La canta Morrissey; la ideó Johnny Marr. El solo que da pie a la canción es, perdonen el lugar común, hipnótico. Cuando dices que algo va a pasar ahora, ¿exactamente a cuándo te refieres? Ya esperé muchísimo, y toda mi esperanza se fue. Soy hijo y herencia de un brillo que es criminalmente vulgar. Soy hijo y herencia de nada en particular. De nada y de todo. De lo que, como decía anteriormente, somos porque nos construye.

  1. Common People – Pulp (1995)

Tiene mi edad. Jarvis no puede quedarse fuera. Llegó a mi vida hace relativamente poco, a través de uno de mis más grandes referentes en cuanto a gusto musical se refiere: mi profesor que lleva nombre cromático. Yo también quiero vivir como la gente común. Nunca vamos a vivir como la gente común. Pero podemos bailar, beber y aquello otro, porque no hay nada más que hacer.

  1. Lucha de Gigantes – Nacha Pop (1987)

Monstruo de papel, no sé contra quién voy. ¿Pues qué acaso hay alguien más aquí?… La última canción que escuchó Roberto Bolaño antes de morir. Digo, hablando de referentes.

  1. Pueblo Blanco – Joan Manuel Serrat (1971)

Mi papá es todo el disco Mediterráneo, de Serrat, en cassette y en un beatle gris y sus asientos rasposos. Qué va a ser de ti, Mediterráneo, Tío Alberto, La mujer que yo quiero, pero yo me quedo en el Pueblo Blanco. Y si te toca llorar es mejor frente al mar.

  1. Born To Run – Bruce Springsteen (1975)

No hay nexo con mi mama más certero que Bruce Springsteen. No tengo muy claro cómo llegó, pero me alegra profundamente. ‘Born To Run’ explica el leit-motiv de Bruce: el escapar de casa, del hogar, en busca de otra vida. Nacidos para correr. Algún día, quién sabe cuál, nos afincaremos en algún lado.

  1. Yellow Ledbetter – Pearl Jam (1992)

Dicen que Eddie Vedder le cambia la letra cada que la canta en vivo, cual muñeca rusa que se reinventa noche a noche, dándole vida. La canción, a efectos prácticos, es la guitarra. ¿Los puedes ver? No me quiero quedar. No me quiero quedar.

  1. En el espacio – Leiva (2018)

Esta canción es la persona que más he querido. Lo único que veo entre la niebla, lo único que vale la pena. Lo único que tengo que hacer, lo único que queda. Todos merecemos a alguien a quien dedicarle este tipo de melcochas.

  1. Can’t Help Falling In Love – Elvis Presley (1961)

Toma mi mano; toma toda mi vida también. Si esta no es la major frase en la historia de la música, no sé cuál pueda serla. Creo que lo condensa absolutamente todo.

  1. The Long And Winding Road – The Beatles (1969)

Mi canción favorita de la banda que siempre ha estado ahí. Esta canción cierra un álbum que escuché no menos de mil veces en mi infancia: un recopilatorio rojo con un uno amarillo. Me sé la lista de veinticinco canciones al dedillo, en orden. El largo y sinuoso camino es la vida, en sí misma.

  1. Comfortably Numb – Pink Floyd (1979)

¿La mejor canción en la historia del rock? Es posible. Me cambió la vida cuando la asimilé. Por más pretencioso que suene: mi lugar favorito en la vida es la cima del Puente Dom Luis I, en Porto, a las seis de la tarde en día despejado y ‘Comfortably Numb’ en los audífonos. Juro que no hace falta nada más. Solamente te estás manifestando a través de olas.

  1. En La Ciudad De La Furia – Soda Stereo (1988)

Donde nadie sabe de mí, y yo soy parte de todos. Pues eso: lo mismo. Somos muchas cosas.

  1. The Circle Of Life – Elton John (1994)

Es una canción que tengo absolutamente vetada por las emociones que me genera, pero por lo mismo no puedo dejarla fuera. ‘El Rey León’ fue mi primera concepción de la muerte, que hasta la fecha se mantiene vigente como mi mayor miedo -sea la mía, sea la cercana. El ciclo de la vida. Qué canción. Qué película. Qué todo.

  1. Paloma – Andrés Calamaro (1999)

La guitarra distorsionada con la cual arranca es padrísima, pero en consonancia con lo anterior creo que puedo explicar su presencia a partir de un verso: vivir es jugar, y yo quiero seguir jugando.

  1. Maybe I’m Amazed – Paul McCartney (1970)

Me llegó y la entendí tarde. Fuera de la bellísima declaración de amor que es en sí misma, me quedo con el hecho de que quizá yo sea un hombre solitario que está a (la) mitad de algo… y que no necesariamente lo entiende.

  1. Where The Streets Have No Name – U2 (1987)

Seguimos construyendo e incendiando el amor. Pero cuando vaya para allá, quiero ir contigo. Es todo lo que quiero hacer. ¿Allá? ¿Dónde allá? Quién sabe. Bono -enorme letrista, odiado por medio planeta- no explica cuál es el lugar y el título ayuda más bien poco a dilucidarlo. El lugar no existe, es una ilusión, pero aspiramos a llegar. Como en el final de Annie Hall: un hombre acude a su cita con el psiquiatra y le cuenta que su hermano está loco porque cree que es una gallina. ¿Por qué no lo interna?, pregunta el psiquiatra. Lo haría, pero necesito los huevos.

  1. Baba O’Riley – The Who (1971)

No necesita ni medio renglón de justificación. No necesito pelear, ni probar que estoy en lo correcto. No necesito ser perdonado.

  1. Big Time – Peter Gabriel (1986)

¿Para qué vivimos si no es aspirando a esos pequeños intersticios de tiempo que forman, en sí mismos, un big time?

  1. Hablando a tu corazón – Charly García (1986)

Cierro con ésta. Verdad absoluta. No puedes ser feliz con tanta gente hablando, hablando, hablando a tu alrededor. Y entonces uno vuelve a sí mismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *