A casa

Esta fiesta de disfraces

no pasa por su mejor momento.

La orquesta

empieza a repetirse.

Y todos los escondites

están demasiado concurridos.

El anfitrión debería tomar buena nota de estas cosas…

No sé porqué se empeña

en prolongar la fiesta.

Y todos conocemos

cómo se las gasta cuando se enoja.

Así que bailamos, reímos, hablamos…

Y, si la situación lo requiere

y el público espera,

nos quitamos un instante la máscara,

fingiendo sorpresa, alegría o temor.

En el fondo todos estamos igual de hartos

y tenemos unas ganas locas de marcharnos a casa,

de regresar a nuestra cálida fosa

y respirar tranquilos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *