Anne Brontë, la feminista olvidada

La escritora inglesa cuestiona las desventajas de ser mujer en una sociedad opresora, dominada por los hombres, la religión y la moralidad.

Anne Brontë, la más pequeña de la familia Brontë, nacida hace poco más de 200 años en Scarborough, al norte de Inglaterra, fue una escritora adelantada a su época. Autora de una de las novelas más influyentes de la literatura inglesa, considerada como un clásico y una de las primeras obras feministas. Fue juzgada y criticada en su tiempo por haber escrito La inquilina de Wildfell Hall, publicada en 1848 bajo el seudónimo de Acton Bell. Se trata de una joya literaria que durante muchos años vivió bajo la sombra de Jane Eyre y Cumbres Borrascosas, obras de sus hermanas Charlotte y Emily, pero que poco a poco recupera el lugar y el prestigio que merecía en vida.

Con tan solo 28 años y pese a su propia realidad, Anne reivindica de forma magistral a través de sus letras, con el personaje protagónico de su novela, el papel de la mujer en la sociedad. Helen, una mujer con carácter, clara en sus ideas, fuerte e independiente, se consagra como una auténtica heroína y como uno de los personajes femeninos más admirables de la época. La protagonista, tanto como esposa como madre, rompe el guión impuesto sobre las líneas que las mujeres debían seguir, y rechaza la idea de soportar situaciones que atentan contra su dignidad y su vida por encima de los valores exigidos por la iglesia y la familia. Helen tiene el valor de abandonar a su marido por razones de alcoholismo, ludopatía, infidelidad y maltrato, y se muda con su hijo a otra casa para evitar repetir esos patrones en su formación y desarrollo. 

Helen se refugia en la pintura, en la literatura y en la religión, espacios íntimos en los que experimenta un poco de libertad y donde evade su realidad. Si bien el libro ha sido criticado por su moral religiosa y sus constantes citas bíblicas, no podemos olvidar que la escritora inglesa fue hija de un sacerdote, y que la religión tenía una influencia imperante en aquel tiempo y especialmente en su vida. 

La escritora inglesa, basada quizás en su experiencia, limitada por sólo tres destinos: casarse, dedicarse a la enseñanza o convertirse en monja. No se casó y dedicó gran parte de su vida a ser institutriz de familias ricas y a conformarse con escribir en secreto bajo un seudónimo masculino, al igual que sus hermanas, para evitar suspicacias. Fue una mujer que no pudo aspirar a tener otra profesión, al conocimiento de ciertas cosas, o al prestigio mismo: privilegios que sólo podían gozar los hombres. Tanto en su primer novela Agnes Grey, como en La inquilina de Wildfell Hall, se desahoga sobre su condición y se inspira en sus vivencias. A través de la señorita Grey y Helen advierte a las demás mujeres sobre lo que conlleva casarse y convertirse en madre. Retrata una cruda realidad en la que era impensable que las mujeres pudieran tener opinión o alzar la voz ante injusticias, expone lo inadmisible que era que las mujeres tuvieran una propiedad o el derecho a gestionar sus propios bienes, y ni hablar de poder participar en la toma de decisiones respecto a la educación de sus hijos o ser reconocidas por la autonomía que implicaba tener un trabajo y solventar gastos a través de el. 

La autora de La inquilina de Wildfell Hall nos hace reflexionar brutalmente sobre la educación de la época victoriana, cuestionando las desventajas de ser mujer en una sociedad opresora, dominada por los hombres, la religión y la moralidad. Pero principalmente aborda, desde una perspectiva feminista, ajena completamente a la época, el rol de la mujer en el matrimonio y la maternidad. A pesar de haber sido una obra escrita en siglo XIX, toca temas en los que somos capaces de vernos reflejados: machismo, alcoholismo y violencia doméstica. 

Hoy, a 171 años de la muerte de Anne Brontë, enaltezco con honor una obra sobre la capacidad de superar los límites sociales impuestos a las mujeres, a través de la pluma de una escritora que, penosamente y debido a sus circunstancias, no tuvo la oportunidad de ser reconocida como un emblema literario del feminismo.

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