Hay fisuras que debido a la pandemia y la crisis económica actual pasan desapercibidas. Sin embargo, en este relato titulado Años a tu lado, la escritora Ana Tongo Ramírez cuenta una fisura familiar, de las que desdichadamente también abundan ahora.
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—¡Ya te he regalado treinta años de mi vida, ¿qué más quieres?! —le gritaba enfadada Natalia Sánchez a su esposo, don Jorge Díaz, manifestando así su disgusto total por la rutina y la apatía que colmaban su existencia.
Justo en ese momento yo terminaba de comer, siendo sincera me alimentaba con desgano, mi desánimo no era debido a su discusión, sino que ese día me pareció extraña la comida. Cansada de escuchar el conflicto decidí intervenir, también estaba molesta, así que caminé rápidamente hasta la habitación donde estaban, incluso no dejé que don Jorge respondiera.
—Perdóname si intervengo, pero no solamente le diste a él estos años, también nos lo diste a mis hermanos y a mí, si para ti fueron una carga tan pesada es triste; yo no creo que fueran en vano, somos personas de bien, le dije, mientras caían algunas lágrimas por mis mejillas.
Natalia y Jorge se conocieron muy jóvenes, ella tenía 16 años y él 18 cuando fueron padres por primera vez, asumieron esta responsabilidad con tanto miedo y al mismo tiempo coraje, apenas tenían conocimiento de lo necesario para ser buena madre o padre. Ella siempre contaba que él fue directo y le pidió que fuera la mujer de su vida, su acompañante, su esposa, así que se aventuraron a vivir su amor pese a las críticas por su corta edad.
Desde que comenzaron a formar su hogar, Jorge Díaz se dedicó a trabajar arduamente para llevar el sustento, mientras que Natalia Sánchez se quedaba en casa para cuidar y educar a sus hijos. Tal vez allí se equivocaron, pues ella siempre quería llevar una vida cómoda que él no podía darle, pues sus ingresos económicos eran bajos y sus deudas llegaron a sumar miles de soles.
Luego de dos años tuvieron a la segunda bebé, tan hermosa que todos los familiares quedaron encantados y le aseguraban buen futuro debido a su belleza. Ahora ella se ha convertido en una gran profesional como trabajadora social, su tercera hija llegó en el año 1997, después ya en el último embarazo tuvieron un hijo varón, lo que tanto anhelaban para continuar con el apellido.
Los hijos crecieron y salieron del hogar para estudiar o trabajar, mientras ellos fueron descuidando los pequeños detalles, aquellos que mantienen vivo un amor: ya no pasaban tiempo a solas, no comían juntos, ya no se divertían viendo televisión o una película, no se entregaban obsequios, tampoco salían a pasear. Natalia dejó de encargarse de las labores de casa, mientras que Jorge a veces no llegaba a dormir a su lado.
Después de treinta años juntos, con tantos momentos de felicidad y tristeza, la relación murió, y esta historia es un claro ejemplo que la costumbre, la rutina, pueden acabar incluso con las relaciones más fuertes. No es sencillo aceptar las fortalezas y debilidades de una persona para compartir vivencias; la comunicación, la comprensión, la solidaridad y el respeto deben estar presentes a diario.
Semanas después, en un momento en el que estaba molesta y triste le dije a don Jorge:
—¿Quién empezó con las demandas judiciales? Fue usted. Pues entonces no puede decir que no tiene dinero. Si va a pagar un abogado, ellos serán los únicos beneficiados con este problema familiar
Y de esta manera, enterarme que soy adoptada ya en la adultez, mientras las personas que conocía como mis padres, ahora se separan totalmente, causa en mí un huracán de emociones y me lleva a recordar que los cambios vienen como baldazos de agua fría; en ocasiones, como hielo en el invierno más frío; todo se transforma y debemos admitir que los cambios duelen. Sin embargo, es mejor aprender de ellos y observar la forma en que pueden mejorar nuestra vida.