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Ardor

Ardor. Dentro suyo. Etiopía sigue. Circula. La siente.

Sube la temperatura. La piel quema. 37,5º. De normal, unos 35,5º. Recorre los pies, las piernas, la cintura, la espalda, el pecho, la garganta, la cabeza. Y la mente. No ha dejado atrás el país africano. 

8.394 kilómetros separan España y Etiopía. Pero la lleva consigo. En su imaginario, aparece el joven hamer que se introduce a la edad adulta. El Ukuli Bula. Salta las vacas. De una en una, sin tocar suelo. 4 veces. Y, de golpe, la escena se fusiona con esa niña hamer, de 7 años de edad, aproximadamente. Le sonríe, la abraza. Durante la cena que tiene lugar en su poblado, no puede entrar en el patio donde se realiza, pero la mira desde la distancia. 3 días seguidos visitándola. 

Y otro trasvase. Esta imagen, con un corazón latiendo a 100 por hora. Es un viaje de autobús, 30 minutos. La 1 de la mañana. Addís Abeba. Del aeropuerto, al hotel. Manchas en el suelo. ¿Qué son? No entiende nada. Se mueven, son personas durmiendo a en medio de las calles. Se estremece. 

Siguiente fotograma. Sobre un pedestal, ora. Enfatiza ante la muchedumbre vestida de blanco, ante los creyentes. Cristianismo ortodoxo. Día del santo Redentor. Educa con voz divina en el Miskaye Hizunan Medehanialem Monastery. Nadie trabaja. Los fieles dejan sus tareas para acudir a la misa. Solo laboran aquellos que venden ítems para la iglesia. Para que el dinero recaudado pueda donarse a la institución religiosa. Y que continúe cada mes, cada 27 de septiembre del calendario Ge’ez -etíope- este rezo multitudinario en la capital. El día siguiente, será el día para alabar otro santo. Cada día, a uno. El primero de cada mes, dedicado a la virgen. 

Y la tormenta de arena lo vuelve a invadir todo. Hace de conexión. Llega a la escuela. De la etnia dessenech. 50 alumnos por clase, explican, para 25 asientos. Sin cuarto de baño, sin comedor. Hace falta ayuda humanitaria. Y sucederá, el proyecto se está gestando. De momento, ya están las raíces en el jardín. Raíces humanitarias que deben persistir y llegar a esos infantes. Pero faltan más. Aquellos que no pueden asistir porque no hay espacio. ¿Y los huérfanos? Están condenados. A no tener padres. Las adopciones internacionales, prohibidas. Las posibilidades de la familia se reducen al límite. 

Miles de pensamientos. Todo circula. Etiopía no le ha dejado. Sigue. Y seguirá. Hasta que vuelva.  

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