[De] Mi piel y otros cuentos, de Karla Zárate, o el deseo de (no) ser entendida

Encuentro que mis temáticas se repiten de forma irremediable, pero es lo que me interesa: la locura, el juego del doble, lo violento, la piel, la ambigua condición del ser humano, la muerte, la sangre. El placer, las perversiones. Mis manías, lo que me perturba y fascina. Me gusta la intertextualidad, la asociación libre con la que puedo entretejer escenas, a veces tan caóticas como mi propia mente. Me empeño en que los sentidos y las sensaciones rijan mis relatos, la mirada, el tacto, el gusto.

[De] Mi piel y otros cuentos; Karla Zárate

No sé por qué escribo, pero sí para qué

Nuestras mañas como lectoras provocan que esas líneas que distinguen un género literario de otro se vuelvan difusas, apenas distinguibles. (Son [los géneros], de por sí, un concepto que se toca con cuidado.) Acaso podemos guardar el registro con las descripciones brindadas por la autora o autor o por la sección en que deciden acomodar el libro en ciernes en la librería. Sin embargo, pese a conocer eso, nuestra visión desfigura y acomoda donde le da la gana, sobre todo cuando el lenguaje, formato y estilo de un libro navega a conveniencia entre una etiqueta y otra. Es tal el caso de [De] Mi piel y otros cuentos (Editorial Gato Blanco), de Karla Zárate. Claro, se dirá: pero si ahí dice que son cuentos. Yo responderé: caigan conmigo en la trampa. 

Esta que escribe es obsesiva

Veinte relatos componen el más reciente libro de cuentos de la autora de Rímel. Digo cuentos para no decir que es este un registro desnudo de los deseos, inquietudes, miedos, sensaciones y dimensiones de ella, protagonista aparentemente inamovible y transparente que salta entre escenarios indistintos –a veces escalofriantes y otras veces con claridad de un nuevo día– en que se bifurcan los caminos de obsesiones convulsas y luminosas que van cambiando con el paso de los años, según el salto [al vacío] dado entre una etapa y otra. Eso: el paso de los años. El resultado es este diario pasional y personal. Un catálogo de confesiones. Un libro de cuentos.

En el aparente juego de objeto-libro no identificable, la autora no deja esquina sin demoler. El repertorio de sensaciones es amplio, de pronto ambiguo, también honesto, por momentos terrorífico, anatómico, (anti)natural, prolijo, caníbal, desolador, estimulante, excitante, caliente, ruin, brutal, incendiario. Los relatos asaltan la razón por los espacios en blanco, por lo no dicho. Una imagen que no tiene cabida en la historia, y que sin embargo embriaga, desconcierta por su naturaleza. 

La verdadera libertad

Escribir sin saber para quién, pero sí para qué. Bajo ese estímulo la también novelista escribe. Lo confiesa en un relato cercano del final –en el que a mi parecer es de los mejores de este compendio– y se vuelve inteligible y más sentido todo lo leído. Como un portazo en la cara. Porque la literatura también revela esas dudas que, la mayoría de las veces, están propuestas por una misma a razón de nuestras percepciones. Consecuencias de la relatividad y esos ojos con que se miran las cosas. Y no, no son las y los autores quienes las planteen desde un principio, esas dudas. Y sin embargo estimulan los cuestionamientos. Dejan más preguntas que respuestas.  

Por entre todo el entramado y esas líneas que se van tejiendo, se asoma un derroche de sexualidad y sensualidad bastante particular, harto valiente, descriptiva, siempre rodeada de un halo de incertidumbre como si esa sexualidad, entrelazada con el amor y el miedo, no fuera capaz de avanzar por sí misa. Paralelamente, esa idea de que el amor duele, que borra, que es una idea que se puede desechar a la menor provocación. Como está dicotomía sexoafectiva-obsesiva deviene en procesos escalofriantes de la dermis. El deseo, íntimo amigo del horror; el horror, estímulo lejano del amor. 

Son encuentros en los que no hay marcha atrás una vez que la decisión fue tomada. Que la compulsión es la más grande cómplice de estas des-conexiones. Será el pasado psicoanalítico y su estrecha relación con Freud lo que provoque en la autora la escritura de este cultivo de descripciones-sensaciones abrumadoras, reconfortantes, descriptivas e incluso caprichosas. Que no es necesario ese bagaje para poder hacerlo, que no es este una sentencia ni pretenda validar ni invalidar nada, pero esa vena que late y provoca en la pulsión lingüística y literaria en la autora es palpable en todo este viaje de relatos. Bastará, finalmente, con abrigarse con la piel de la autora, beber la sangre puesta en manos y entregarse al encuentro. Saber, sobre todo, que lo perfecto es un objeto inalcanzable. Pero vale la pena hacer el intento.

[De] Mi piel y otros cuentos, Karla Zárate, Editorial Gato Blanco, Ciudad de México, 2023, pp. 152

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