Babosa y media sobre cine (VII)

De nuevo no hay, a priori, mucho en común entre Woody Allen, Stephen Frears y Roberto Bolaño. O quizá sí: el mero hecho de que, por alguna razón, los llevo en la cabeza todo el tiempo.

De nuevo no hay, a priori, mucho en común entre Woody Allen, Stephen Frears y Roberto Bolaño. O quizá sí: el mero hecho de que, por alguna razón, los llevo en la cabeza todo el tiempo. Van tres contenidos -diría Scorsese- que delimitaron mi semana.

La Rosa Púrpura de El Cairo (Woody Allen, 1985)

No sé si esto sea un vano intento por preservar mi salud mental durante la pandemia, pero me he visto acudiendo en demasía, últimamente, a las obras cumbres de Woody Allen. Ésta es su favorita, apunta en A propósito de nada, su reciente autobiografía -yo, si mi opinión de algo vale, la pondría en un podio cuyos lugares van cambiando según mi estado de ánimo junto a Annie Hall y Manhattan, y me duele hacer a un lado Hannah y sus hermanas-. Siento que en esta película hay mil temas lanzados que podrían, en sí, enarbolar otra película si se hubiese tirado de ellos especialmente -los actores que quieren rebelarse contra la industria y salir de la pantalla son acusados de comunistas por el capitalismo cinematográfico; la pelea constante, y presente en la cabeza de Mia Farrow, que sostienen la realidad contra la ficción, dejando claro que la realidad es una monserga pero es, a la vez, lo único que permite el carácter idílico y utópico de la ficción; la dualidad del personaje creado por el actor; el culto y la religión a los guonistas; etcétera-. La película es una carta de amor que Woody Allen le realiza al cine, y el personaje de Mia Farrow es, inevitablemente, él mismo.

Alta Fidelidad (Stephen Frears, 2000)

Me lancé a Alta Fidelidad motivado por el último podcast de Revista Purgante, sobre Britpop, en el cual Rojo Vega ubicó a la película como su obra favorita. Llegué a esta película hace cuatro años, encaminado tanto por Rojo como por Nick Hornby y mi perenne neurosis y tendencia a hacer listas sobre absolutamente todo. Sostengo que su adaptación televisiva, protagonizada por Zoe Kravitz, es superior a la película en varios aspectos que hoy podrían parecer vetustos y que pueden llevar a empatizar más bien poco con el personaje. Pero, hombre: siempre nos quedará ese maldito cameo de Bruce Springsteen. Pienso que Alta Fidelidad es la película por antonomasia del esnobismo, las rupturas amorosas y el overthinking. Todo junto. De pronto sí me duele un poco el poquísimo peso que tiene Marie DeSalle en la historia, comparado con lo que es en el libro, además del poco desarrollo de una Laura que vuelve con Rob a raíz de una tragedia personal que permitía, cuando menos, vías más interesantes. Todos hemos sido un poco Rob, y qué bien lo hace John Cusack. Recomiendo el ejercicio de aventarse la serie y luego la película, en pos de hallar los guiños que se lanzan una y otra.

Roberto Bolaño – La belleza de pensar

Esto no es una película, sino un video hallable en Youtube. Deben haber pasado muchos años ya, pero se sigue viendo vigente. Esta entrevista condensa lo que Bolaño opina, a grandes rasgos, sobre la literatura: la idea de que la obra narrada por una voz neutro y sostenida únicamente por el argumento está muerta, por ejemplo. Habla de referentes, de colegas, de poesía y de prosa. De todo. Me enfrasqué hace poco en una exhaustiva búsqueda de los libros de Bolaño publicados por Anagrama, engordando poco a poco mi librero. Ni siquiera tengo claro que la prosa de Bolaño me guste, pero su idea me parece muy potente, porque genera obligatoriamente la búsqueda de la voz propia, lo cual no es poca cosa y puede ser una pesquisa eterna. Me gustan los ojos de Bolaño y el cómo ven el mundo.

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