Babosada y media sobre cine (VI)

Lanthimos, Miller y Kusturica: tres películas que resumen oscuridad a primera vista. No sé, francamente, cuál es más inquietante.

La primera es una película sobrenatural; la segunda, una basada en hechos reales y la tercera, un recuento sobre la vida del sujeto que aunó, permanentemente, ambas cosas. Lanthimos, Miller y Kusturica: tres películas que resumen oscuridad a primera vista. No sé, francamente, cuál es más inquietante.

The Killing of a Sacred Deer (Yorgos Lanthimos, 2017)

Leí muchas críticas a esta película por esa manita de titiritero que tiene Lanthimos, pero igual no veo demasiado molesto lo inexplicable. Me explico: The Killing of a Sacred Deer está repleta de eventos sobrenaturales que prefiero no describir, porque su súbita aparición juega un papel trascendental. Estos eventos no encuentran explicación ni diegética ni extradiegética. El mundo de Lanthimos se determina por normas que no se preocupa por aclarar. Yo, personalmente, no tengo problema. No sabemos qué fuerza generó todo este congal, pero tampoco luce urgente saberlo. Puede ser hasta una coincidencia. Me acuerdo mucho de Bernardo Esquinca, célebre autor mexicano experto en la literatura de lo extraño, diciéndole a Alberto Chimal que él escribe horror en un intento por escapar de este mundo tan anodino. Veo esto como algo que va muy en esa línea. Después tropecé en Letterboxd con un comentario que decía que Lanthimos no piensa en un público, sino en exponer un mundo suyo y ver qué hace o cómo concibe el espectador tal información. Colin Farrell lleva a cabo la que, seguramente, es la mejor actuación de su carrera -con perdón de mi adorada In Bruges (Martin McDonagh, 2009)- y Nicole Kidman recupera miradas que solamente lanzó en Dogville (Lars von Trier, 2004). Puede verse en Prime Video.

Capote (Bennett Miller, 2005)

Bennett Miller ha hecho una carrera en Hollywood capaz de coquetear con los premios sin consumar la conquista. Capote se asemeja bastante a Foxcatcher (2014), en la oscura paleta de colores, ser una historia basada en hechos reales y, sobre todo, construir en sus protagonistas un tono, cuanto menos, inquietante. La tercera joya de la corona, Moneyball (2011) sí alcanza cierta luminosidad con un Brad Pitt mucho menos tenso que Philip Seymour Hoffman y Steve Carell. Volviendo a Capote, película que volvió a representar un caudal de reflexiones en el whatsapp de purgante, la película evoca tiempos perdidos: un periodista llamando al editor del medio avisándole que necesita más medios; que la historia es más amplia. Fernanda Melchor, en la FIL Guadalajara de 2018, decía que el cúmulo de crónicas que componen Aquí no es Miami venía levemente condicionado por la imposibilidad de alcanzar mayor extensión. Dice Melchor que la crónica en revista tiene menos vida: si el lector se harta, pasa a la siguiente página. En una novela, en cambio, pues ya gasté doscientos pesos, a ver si mejora. Eran otras épocas. Capote alcanzó la fama con este reportaje que a la postre devino en el libro A sangre fría. Nació la non-ficcion novel. La película es un acercamiento oscuro al personaje que era Truman Capote: obsesionado con el trabajo, con los sujetos del reportaje -a los cuales, a pesar de las atrocidades cometidas, nunca despoja de su condición humana- y con el esquivo éxito. Puede verse en Prime Video.

Maradona by Kusturica (Emir Kusturica, 2008)

Emir Kusturica suelta una frase extraordinaria al arranque del documental: Diego hubiera sido un hombre feliz si solamente hubiera vivido dentro del campo. Es muy probable que, de todos los personajes que salen a cuadro, Kusturica sea el más inteligente. Durante la hora y media vemos muchos Diegos: el joven, que juraba sería campeón con Argentina; el futbolista que luego lo cumple, conquista Nápoles y cumple el sueño de jugar en Boca Júniors; el exfutbolista drogadicto; el exfutbolista “sano”; el exfutbolista al borde de la muerte y el exfutbolista que se une -o rechaza- el discurso de ciertos jefes de estado. Siento, tras el documental, que Maradona está muy lejos de haber sido un personaje endiosado por saber patear un balón, solamente. Pateó el balón muy bien y después sostuvo un discurso maniqueo: la izquierda eran los buenos y el conservadurismo capitalista representaba al mal. Maradona se une al chavismo, a Fidel, a Evo, y es utilizado por éstos con absoluto regocijo. No deja de parecerme Diego Armando una especie de bebote: lo endiosaron; le encantó, lo gozó, lo disfrutó, se le fue de las manos, ya no quiso serlo, declaró que no quería ser ejemplo de nadie, decidió hundirse, decidió nadar a la superficie y hundirse a las profundidades de nuevo, amparado en una frase que suelta varias veces a lo largo del documental: no vengo a estar de acuerdo con nadie. El maniqueísmo de Maradona está también dentro de él: una especie de superhéroe al que le cortaron las piernas que batalló desde la cancha contra la corrupción de la federación dueña del mismo balón que él pateaba. Una paradoja enorme, pero es que Maradona solamente puede existir como paradoja.

Kusturica pone a los Sex Pistols y The Clash como soundtrack constante de la película. Son las dos bandas más importantes del movimiento punk, con permiso de los Ramones. Mark Fisher establece al punk como aquello que no sigue el camino estándar, tradicional y sistematizado. Maradona es el punk. Cuando la gente tiraba con parte interna, Diego metía el chanflazo.

Diego es muchas cosas y creo que simplificarlo en cursilerías o juicios que invaliden es una salida posible, aunque sesgada. Me encantó volver a esto y resignificarlo.

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