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Carencia: una mirada hacia el interior

El poemario de Denise Griffith no busca la paz y satisfacción de la vida; busca aplastarla, retratar un deseo que está presente y cada día se acerca más, pero nunca se llega a concretar.

«Si Jesús está dentro de mí,
¿se alimenta de lo mismo que yo?».

La tarea del poeta es transmutar lo que le otorga la realidad a su yo interno en su poesía. Pueden ser sentimientos amargos, hermosos o transparentes —no se sabe el significado de estos, solo están en un momento determinado del día e impiden continuar de manera amena las actividades—.

En el caso de Denise Griffith (Antojos de desorden, Escritor de la legua, 2018) el espejismo de la cotidianidad carece de una satisfacción, puesto que Carencia (Editorial Liberoamérica, 2021) es un poemario que no busca la paz y satisfacción de la vida, busca aplastarla, retratar un deseo que está presente y cada día se acerca más, pero nunca se llega a concretar, porque hay diferentes motivos que corrompen las relaciones —sean de amistad, de pareja o incluso familiares—. Esto se puede notar en las tres fases que Griffith separa los versos representativos que exponen un punto de partida hacia la mirada que tiene sobre el mundo que la rodea, sobre la persona que la marcó: «ella».

«Ella» puede ser un amor que nunca se concretó, una mujer que está presente en cada poema, porque es la representación de la tragedia, de la carencia que dejó en la vida de la poeta. Se busca romantizarla, desmenuzar cada sentir que trae consigo misma, escribir para llegar al éxtasis de la poesía: la catarsis.

Estuve repasando varias veces este término y llegué a una conclusión ambivalente: en realidad, «ella» bien puede ser el reflejo de Griffith, porque sus letras son una especie de visión sobre su situación actual: la soledad —recordando a Borges y yo, donde el escritor argentino separa al personaje intelectual de su persona sensible y desagradablemente sentimental. Lo mismo pudo pasar con la poeta argentina, quien retrata las dolencias que la acompañan cada vez que se sienta a escribir—.

«Ella» es la protagonista, la persona que constantemente acompaña la lectura de los versos mágicamente escritos de forma trágica, pero la tragedia también puede llegar a ser hermosa, una soberbia. La brillantez de la poesía queda en eso: en saberla amar, apreciar, sentir y finalmente asesinarla como cada persona que se convierte en un personaje atroz o inspiracional de una obra.

La tarea literaria es solitaria, es erróneo decir que es un oficio colectivo, porque a diferencia de otras ramas artísticas como lo es el cine y la música, la literatura parte de la soledad de un autor para explorar los silencios que están presentes en la cotidianidad, pero la misma los opaca y nos los hace visibles —se pueden compartir, pero todo parte del mismo punto: disfrutar de la propia compañía—. El escritor le da voz a la invisibilización, a los pensamientos que no pueden explorarse a vista de los demás por las consecuencias que se podría tener.

Cada línea es un misterio —como la tercera fase del poemario, no se sabe realmente de qué carece, simplemente está como un fantasma, una sombra en la habitación de los encuentros inesperados— que contagia la lectura.

Una vez que se inicia a leer Carencia, no hay vuelta atrás, ya que la pluma de Griffith tiene una gran influencia de J. K. Rowling (saga literaria Harry Potter) y Franz Kafka (La metamorfosis, Kurt Wolff Verlag, 1915). No es para menos que la poeta argentina haya iniciado su pasión como lectora a los ocho años por Rowling —en sus poemarios y antologías compartidas se lee la juventud y la fantasía que la contagió en su niñez— y su labor como escritora gracias a Kafka —en sus versos denota y se basa una filosofía de vida (como el autor en su auge checo), donde parte de la figura representativa de Jesucristo para culpar y cuestionarlo del porqué de sus acciones ante sus mejores creaciones: los humanos. ¿Acaso una deidad puede sentir lo mismo que siente una persona cada vez que un factor externo la hace partícipe de su plan?—. Este tipo de interrogantes rodean el aura de Carencia.

Griffith demuestra su otra vertiente literaria: el cuento, puesto que su poemario sigue un orden cronológico. La escritura argentina es la otredad que gusta de los hechos más corrompidos para darle un brillo a la venganza, a esos sucesos que se quisieran borrar y poder remediar, pero solo con las letras se puede hacer, porque hay carencia de fuerza férrea para subsistir en el mundo real.

Por Sebastián López

Ser de anomalías.

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