Carta a José Miguel

En el encuentro entre el deber escolar y la ironía de un vivir cada vez más intransigente, encontramos aprendizaje, reto y aventura. Ante el oficio de vivir, que se siente día con día más alegórico; distamos, resistimos y encaramos un sistema que más que cobijarnos, nos reta y nos lastima.

¿Quién puso en escena la alianza de dos mentes que se encuentran y se reconocen, sino nuestra voluntad? Y aunque la colisión sea efímera, esporádica y tardía, al momento que dos pensamientos son y coexisten, no hay fuerza ni tiempo, que diluya su cariño.

Ahora que me compartes que abandonas la escena, pero no la batalla, no me resta más que advertirte que lo que se viene será completamente distinto. Pero recuerda que será mucho mejor, si lograste cerrar las puertas de episodios previos.

Esto es, José Miguel, como un guion más de Pawlikowski: un cantar lento, suave, de abrupto e inesperado mensaje, que termina siempre con un verso tardío e inusitado. 

Esto es, José Miguel, como una canción interpretada por Piaf: fuerte, tan ajena como propia, tan profunda e incomprensible, pero siempre hermosa.

Y aunque quisiera que el curso de la vida fuera más afable, tenemos que decirle adiós al pasado, si queremos disfrutar el presente. Y aunque desearía que el tiempo fuera más amable, tenemos que despedir con dicha todo el aprendizaje.

Felicidad, nerviosismo y agradecimiento, no sé como expresarte la dicha que me ocasionó nuestro encuentro. Espero que la vida te sonría a tiempo, y si a destiempo te da la espalda, que un hombro liviano y cierto, te sostenga con amor.

Cuestiona, agradece, aprende. Vivir cuesta más, cuando no apreciamos lo difícil. Gracias, José Miguel, por hacer de mi vocación, un suceso inesperado.

A lo Castro, a lo tuyo, buen viaje, querido José Miguel.

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