Foto: Yanira Marimón

Mi padre escribía poesía porque era su vida, no para ser recordado: Yanira Marimón

Yo me retiro un tiempo, / no me muero. / Adiós un rato entonces, / compañeros.” Yo me retiro un tiempo, escribe Luis Marimón en uno de los poemas de la segunda edición de la Antología Poética publicada por La Pereza Ediciones apenas en el caótico 2020. Luis Marimón, nuestro enfant terrible, el poeta maldito de Cuba, quien lo daba todo por la poesía, por su río Yumurí, por sus hijos.

A razón de la publicación, hemos entrevistado a Yanira Marimón, poeta-hija-del-poeta, quien se dio a la tarea de seleccionar los poemas que conforman el título antológico. Más que una simple recopilación, pensaría, más bien, que cada poema convoca a un recorrido único que hacemos conforme avanzamos con las páginas. Es un acercamiento digno y sensible a la figura de Luis Marimón. Leerlo es intentar evocarlo, conocerlo. Por ello quizás el orden y la fidelidad de los versos.

Yanira y su padre, Luis Marimón / Foto: Yanira Marimón

(Me parece complicado, pero no imposible, rescatar la figura del poeta matancero de la especie de olvido en que se encuentra. Sobre todo, fuera de Cuba, donde escasamente su obra se conoce. Estoy haciéndolo, como lector, una situación individual. La obra me produce ese deseo, pues su voz no ha envejecido. Yanira Marimón, la hija del poeta, podrá estar de acuerdo conmigo en ese deseo ferviente de reproducir, con absoluto respeto, la obra de su padre. De reproducir, compartir, publicar, presentar… y leer, sobre todo leer. Y quizás estas pequeñas charlas den pie a que ello, de alguna manera, suceda. Ya lo dirá el tiempo.)

Mi primera pregunta es sumamente simple en su estructura; sin embargo, lo que la provoca, siento que no lo es tanto. Tu padre no fue un poeta común. ¿Qué significó seleccionar los poemas que iban a conformar la antología? ¿Hubo algún proceso en específico?

El pasado 16 de mayo mi padre hubiese cumplido 70 años. Luis Marimón fue, sin lugar a dudas, uno de los poetas cubanos menos comunes que han existido. Por estos días se cumplen 26 años de su muerte en Las Vegas, EEUU, donde solo vivió 5 meses. La noticia de su fallecimiento, en condiciones que aún no están claras, no me tomó por sorpresa.  A sus 44 años la vida le pesaba demasiado. Su alma necesitaba liberarse; mi padre, más que un hombre común, era un espíritu demasiado imponente, demasiado libre para habitar en un mortal y simple cuerpo humano. El exilio fue el catalizador, el punto culminante de una tristeza infinita que lo llevó al autoaniquilamiento.

Yo era muy joven aún, pero desde entonces me prometí hacer todo lo que estuviera en mis manos para dar a conocer su obra poética (por ese entonces inédita casi en su totalidad), por justicia literaria y porque creía y sigo creyendo necesario que el mundo conozca la poesía de uno de los poetas más auténticos de la segunda mitad del siglo XX cubano. He preparado ya varias antologías de su obra y editado al menos 6 de sus libros inéditos. Volver sobre la poesía de mi padre siempre me produce un gusto enorme que viene acompañado por cierto dolor, ahora más apacible, por su muerte temprana. Leerlo es un aprendizaje constante y, a la vez, un extrañamiento, pues sus versos siempre me parecen nuevos y cada vez más intensos, visionarios y estremecedores. Para esta antología fui seleccionando poemas de una buena parte de sus libros, de manera más o menos organizada y en orden cronológico, con el objetivo de ofrecer al lector, especialmente a aquel lector que se acerca por primera vez a su poética, un panorama lo más general y coherente posible de esta.

Dentro de casi todos sus poemas, siempre están presentes el mar, el agua, su vastedad. Y, por supuesto, el río Yumurí. Para él parece ser inmenso. ¿Qué era para él ese río, el mar? ¿Era solamente una especie de encantamiento?

El agua, más que un símbolo, fue para mi papá un elemento cercano, poderoso y purificador que no faltó jamás en su obra poética. Vivimos, casi literalmente, encima del agua, ya que debajo de nuestro patio en Matanzas hay un manantial y, si abres un hoyo, enseguida brota el agua de las entrañas de la tierra; este espectáculo sublime nos recuerda constantemente el maravilloso milagro de la vida.  Las criaturas de islas tenemos una conexión especial con el mar; el mar nos separa del resto del mundo, nos segrega, pero al mismo tiempo profesamos un inmenso amor por ese mar porque también nos arropa y nos hace únicos y poderosos. El mar está muy cerca de nuestra casa, y nuestra Bahía de Matanzas es una de las más bellas de Cuba; aquí desemboca el río Yumurí, su río amado, su río lleno de misterios y de paz, al que le dedicó uno de sus más bellos poemas: Animales pudriéndose a la orilla del Yumurí. Como ves, esta conexión con el agua se dio en mi padre por partida triple. Con un entorno semejante, ¿cómo no va a ser el agua un elemento primordial dentro de su obra?

Patio y manantial de su casa en Matanzas

Solamente dos poemarios (La decisión de Ulises y El bibliotecario del infierno) fueron publicados en Cuba. ¿Era él renuente a las publicaciones o era que el ser publicado estaba «fuera de su alcance»?

No creo que fuera renuente a las publicaciones. La producción editorial en esas décadas en Cuba era muy escasa, mucho más en las provincias del interior de Cuba, así que había muy pocas posibilidades de publicación. Aunque no escribía con el objetivo de ser publicado. Prefería leer sus poemas a sus amigos en los bares o tertulias literarias; ese acto de compartir con las personas cercanas lo llenaba de un regocijo enorme, porque era un ser muy amigable y simpático, aunque puedo dar fe de lo feliz que lo hicieron esos dos libros, publicados casi artesanalmente. No era su propósito ser publicado, pero la publicación de esos dos libros lo hizo muy feliz.

El bibliotecario del infierno y La decisión de Ulises, los dos libros que vio publicados en vida el poeta. / Fotos: Yanira Marimón

La muerte y la existencia son constantes que no abandonan sus versos. De pronto parece que hablar de ello es permanecer en un espacio liminal. Una especie de caricia a lo que va a desaparecer, a lo que podrá ya no estar, a lo que está, pero puede largarse en cualquier momento. No lo hace, sin embargo, cayendo en el lugar común del drama, sino que lo cuestiona, lo describe, busca entenderlo. ¿Cómo percibes tú esa situación no tanto como hija, sino como lectora? ¿Se percibe de la misma manera o sirve esa distancia para comprender su escritura de otra forma?

En su caso, no hay manera de separar vida y poesía; una complementaba a la otra. Luis Marimón era un poeta que vivía intensamente, casi tempestuosamente. Vivió con prisa, como presintiendo su final a destiempo. El mito que fue su vida misma da testimonio de esto. En sus poemas enlaza la vida y la muerte de una manera magistral, las equipara en una misma dimensión. Sin miedo, traspasa ese umbral inexorable y lo hace con una valentía poco común, casi suicida, propia de los poetas malditos. En sus poemas no hay queja, sino entendimiento, aceptación de la condición y el destino humanos. Su audacia y amor por lo bello lo llevaron a reconciliarse incluso con la muerte. No hay dramatismo en sus versos, no hay queja desbordada, sólo el desgarramiento profundo pero sereno del que se sabe mortal y vulnerable, abusado por una sociedad que lo aliena y limita, que cercena toda ansia de libertad. Mi padre era un poeta audaz, estoico, que enfrentó a la muerte de cara, sin miedo, haciéndola incluso -a veces- su compañera. Porque para él no era la muerte lo peor, sino vivir en ese estado de simulación y acorralamiento que no nos deja ser nosotros mismos para convertirnos en máscaras, caricaturas o fantoches.

Yo me retiro un tiempo, / no me muero. / Adiós un rato entonces, / compañeros. En esos versos, ¿la muerte es vista como una transición, como algo inevitable, o como una pausa a su continuidad?

Estoy segura de que él veía la muerte como una pausa, como un respiro que debemos tomarnos para resurgir luego, más libres, más felices y más humanos. Jamás la vio como término, como final. Si me preguntas qué tipo de religión profesaba, te diría que no lo sé. A veces hablaba de Dios vehementemente, a veces de algún santo, como san Lázaro, al que veneraba; a veces de budismo, del camino medio; pero me pregunto si al final todas estas profesiones de fe no nos conducen hacia el mismo sitio, a esa búsqueda o anhelo puro y sublime del hombre por encontrar un lugar o estado más humano, hermoso, amable y libre donde transcurrir.

¿Escribía él para ser recordado? Quiero decir, si ese era un objetivo concreto y no sólo visto como consecuencia del acto de escribir.

Escribía poesía porque esta era su vida, su mayor pasión, su destino absoluto. A la poesía profesó su mayor fidelidad; era su fin último, por quien estaba dispuesto a dejar de ser. Mi padre fue uno de los seres más humildes que conozco, jamás escribió para ser recordado. La poesía era su razón más poderosa de vivir. Creo que, como todo poeta auténtico, escribía para elevarse y sobrevivir a todas las miserias humanas, para exorcizar sus demonios, para sentirse vivo. Él vivía a través del poema, a través de él se desdoblaba y se convertía en múltiples seres, lo cual supone un goce enorme, y también un tremendo desgarramiento. La poesía lo escogió a él, le dio alas, le dio un sentido profundo y sublime a su corta existencia.

Tú eres poeta, también, por lo que nos permite saber el internet. ¿Es algo que tuvo que ver con tu padre?

Pienso que tuvo muchísimo que ver con mi padre. Él me enseñó a valorar a belleza de la vida a través de la poesía, a diferenciar muy bien cuál es la auténtica, la que brota del alma, libre de lo superfluo, de vanas y estúpidas pretensiones, la que nos remueve porque apunta como saeta afiladísima al centro del corazón; me enseñó, sin palabras apenas, el enorme valor de los versos, su esencia liberadora. Cuando fui adolescente, me convertí en su primera crítica literaria, pues era a mí a quien leía sus poemas una vez que los terminaba, y entonces yo le daba mi opinión humilde acerca de si creía que sobraba alguna palabra. También aprendí de él el valor del ritmo, esa cadencia imprescindible para construir un buen poema. Era capaz de sacrificar una palabra por lograr el ritmo dentro de un verso. Mi padre me enseñó lo que es la belleza; a buscarla y hallarla aún en las situaciones más difíciles. Así que un buen día, cuando él ya no estaba, tuve la necesidad imperiosa de garrapatear versos, de echar afuera mis miedos, de encontrar una manera propia de traducir y entender la vida.

Hay un par de poemas que dedica a sus hijos. ¿A tantos años de distancia, cómo se vislumbran? ¿Que emana leer los versos que tu padre dedicó a ti, a ustedes?

Sus poemas me dan la fuerza necesaria para no flaquear, para no rendirme, aun en los momentos más difíciles; saber, tener la certeza de que (y puede parecer pretencioso) que soy hija de un ser único, me infunde una energía descomunal; siento un orgullo enorme de ser su hija, de haber crecido bajo su influencia, de que me haya enseñado el valor de la lectura, de la literatura y, sobre todo, a valorar y encontrar belleza en los sitios más recónditos o aparentemente horribles, en lo triste o, incluso, en lo grotesco. Siento que tengo raíces profundas y poderosas por ser su hija, por tener su sangre, lo que es una suerte y, al mismo tiempo una responsabilidad tremenda.

Me llama la atención un par de poemas. Uno dedicado a Herman Melville y otro dedicado a Ray Bradbury. ¿Fueron para tu padre figuras esenciales en su formación?

Leyó a Melville y a Bradbury, por supuesto, pero no creo que fueran figuras esenciales en su formación. Era un lector voraz, leía todo lo que le cayera en las manos con gran avidez, especialmente a los clásicos: los grandes poetas y los grandes novelistas. Tuvo una formación autodidacta, pero llegó a alcanzar una vasta cultura literaria. Mi padre volvía siempre sobre poetas como Kavafis, Pessoa, Rilke, Baudelaire. Leía con avidez a los poetas antiguos como Virgilio y Horacio, a los filósofos griegos, a los escritores rusos como Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Anna Ajmatova… Bulgákov; muchos libros de esoterismo y religión, especialmente la Biblia. Recuerdo especialmente cómo se reía a carcajadas leyendo El maestro y Margarita. Mi casa estaba llena de libros, había libros en todas partes. Es lo que más recuerdo de mi infancia.

Enfant terrible, poeta maldito, rebelde. Dicen algunos, en la escasa información y análisis de sus poemas en la red, que hasta un incomprendido. Pero, sobre todo, aún tanto años después, «un poeta desco­nocido». ¿A qué puede deberse eso? ¿La misma figura tan rigurosa de su ser (como poeta) pudo ser razón? ¿Es desconocido sólo fuera de Cuba y dentro sí lo es?

Creo que, fuera de Cuba, mi padre es un desconocido. La justicia literaria y el reconocimiento de los grandes escritores a veces tarda muchísimo en llegar, y a veces ni siquiera llega. Ya veremos qué sucede en el caso de Luis Marimón. Eso también es un destino, pero no creo que a él le hubiese importado mucho ese tipo de ‘trascendencia’. Dentro de Cuba hay un grupo de poetas, ya no tan jóvenes, que lo idolatran, lo tiene como un dios y buscan sus textos ansiosamente. De hecho, los libros de mi padre se agotan casi inmediatamente en nuestro país. Publicarlo en Cuba no ha sido una tarea muy fácil, y es justo que agradezca a un grupo de amigos que han batallado junto a mí en pos de ese sueño. Mi padre fue un poeta contestatario, que se opuso siempre a los centros de poder, que estaba a favor de los más desfavorecidos en la pirámide social, y de los cuales también formaba él parte. Creo que su absoluta y radical sinceridad y rebeldía lo llevaron a no siempre ser bien recibido por las élites literarias de Cuba. También está el hecho de que vivía en una provincia y no en la capital de la Isla. 

No menciona mucho de la literatura cubana. Parece que él mismo se describe, tácitamente, como un outsider. Sí, por otro lado, describe, sin reparo en el exceso, mucho de Cuba, de Matanzas específicamente; de la vida dentro de la isla, la costumbres. ¿Es el territorio cubano su única identidad real, lo único con quien siente una conexión?

Absolutamente, sí. En Cuba, y específicamente en Matanzas, transcurrió casi toda su vida. Ahí amó, tuvo sueños e hijos, sufrió, fue a ratos feliz. En nuestro barrio marginal de La Marina escribió su mayor cantidad de poemas, por lo que hizo de este entorno su mundo, ese que intentó, lográndolo magistralmente, develarnos, dándole voz a «los pobres de la tierra», con los que quiso «su suerte echar», como dijera nuestro Martí. Esa conexión con las personas simples, con sus vidas, sus sueños, fueron la materia prima primordial con la que construyó su poética. Por tanto, te puedo garantizar que nunca se sintió un forastero en ese entorno; a pesar de que su poesía no es nada simple, que está construida con muchos referentes culturales y recursos literarios como la metáfora, de la que era un maestro, sabía llegar a la gente «de a pie», esas personas se convirtieron en sus lectores ideales. Él leía sus versos a sus vecinos, amigos; no le importaba que fueran personas con poca cultura; él solo leía sus poemas porque confiaba totalmente en el poder purificador y reivindicador de la poesía. Me consta que él también leía a algunos de sus contemporáneos y algunos de sus amigos poetas, con los que conformó cierta cofradía. Y también leía y aconsejaba a los jóvenes poetas de Matanzas, que lo tienen como un referente único.  Al poco tiempo de salir de Cuba, en una balsa rústica, el 30 de agosto de 1994, durante el éxodo masivo de balseros, se cumplió su profecía: «Si me voy de Cuba, me muero». Y así fue. Solo sobrevivió un año lejos de Matanzas y de los suyos, de ese pequeño y enorme universo al que se aferraba con uñas y dientes y el cual tradujo en sus versos con absoluta belleza y fuerza, como un desgarrador homenaje a los vencidos, a los humildes, que son en realidad los verdaderos protagonistas de la Historia.

Publicar la poesía de tu padre años después, bajo el sello de La Pereza Ediciones. ¿Cómo fue eso? ¿Cómo se llegó ahí?

Pues el amigo Dago me contactó para publicarlo en una segunda edición y yo le di mi consentimiento. Ellos realizan una hermosa labor en la promoción de la buena literatura y les estoy muy agradecida por haber publicado esta antología. ¡Deseo larga vida a La Pereza Ediciones!

Respecto a las publicaciones, es sabido que Marimón dejó algunos borradores. No sé sabe si pendientes de publicación o sólo dejados al cuidado y permanencia. ¿Queda algo por publicar? ¿Ya ha sido todo publicado? ¿Seguirás siendo tú quien esté a cargo de las publicaciones?

Dejó muchísima obra inédita, cerca de diez libros y muchísimos poemas sueltos. Todavía queda mucho por publicar, incluso, hasta un libro de juventud. Esos manuscritos son mi tesoro y aún me falta mucho por organizar, digitalizar, cotejar. Solo espero que la vida me alcance para estos empeños. La labor de cotejo de su obra solo está empezada, pues fue un autor muy prolífero y aún queda un vasto material por clasificar. Ahora mismo todos sus textos están muy bien custodiados por mi madre en nuestra casa de Matanzas, que tanto amó mi padre.

Quiero terminar haciendo una pregunta que quizás no sea del todo una pregunta. La poesía de tu padre, la figura de él mismo en tu persona. Saberte en sus libros y, saber además sobre sus libros, sus versos. ¿Cómo podrías describir esa visión, relación, sentimiento que tienes sobre él? Disculpa el hachazo que pudiera sentirse...

Es una mezcla de sentimientos que no puedo explicar de manera absoluta con palabras. Haber aprendido de la poesía, la belleza, el valor de la amistad, el calor humano, bajo su poderoso magisterio de amor, es un privilegio enorme. Un orgullo y responsabilidad que me hacen estar firme en tiempos de vacío y desesperanza, cuando se ha perdido tanto de humanidad, de respeto a lo sagrado. Intentar colocar, aunque sea un poco, la obra de mi padre donde verdaderamente merece estar, organizar, promover y publicar sus poemas es un desafío, un sueño hermoso. Cuento con Dios y con personas como usted, Demian, para hacerlo realidad.

Luis y Yanira Marimón / Foto: Yanira Marimón

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