Comala, Comala

Dijo Enrique Vila-Matas que dijo Juan Rulfo que dejó de escribir porque se le murió su tío Celerino, que era quien le contaba las historias que el narrador convirtió en la novela y el libro de cuentos que forman parte del cánon de la literatura mexicana. A juzgar por lo que se ha visto con el paso del tiempo, no fue necesario que le fueran relatadas más historias. Rulfo encabeza -en su caso, con muy justa razón- el olimpo de los autores nacionales gracias a El llano en llamas y, obviamente, Pedro Páramo. Ambos libros –El gallo de oro se cuece aparte- han sido suficientes para generar un sinfín de nuevas historias: es decir, diferentes propuestas que desde los mundos del cine, la música, la pintura y la literatura misma han surgido a partir del universo rulfiano.

El arte escénico no se ha quedado atrás y, aunque siempre ha existido un sector que considera que una novela como Pedro Páramo –lo mismo que Cien años de soledad– es intraducible al lenguaje del cine o del teatro, de cuándo en cuándo la cartelera teatral ha recibido montajes basados en la novela protagonizada por Juan Preciado, ese hombre que fue a Comala porque le dijeron que allá vivía su padre.  A finales de los setenta, por ejemplo, la creadora escénica y activista Nancy Cárdenas llevó a escena una adaptación que suscitó el interés del público y la crítica. Muy a principios del nuevo siglo, el dramaturgo y director Germán Castillo presentó su propia versión bajo el título Murmullos. 

Ahora, en pleno 2023, el mismo año en que una plataforma de streaming lanzó una nueva versión de El gallo de oro en formato de serie – telenovela, Pedro Páramo regresa al escenario teatral, aunque no precisamente a un teatro y, de hecho, lo hace a través de la música. Comala, Comala –cuyo título inicial, “Tantito de la vida”, era francamente exquisito- es el espectáculo en el que el pueblo más famoso de nuestra literatura aterriza sobre el escenario para, desde un juego metateatral, construir el auge y caída de un lugar en la tierra y de aquellos que lo habitan. 

En un formato intimista, los asistentes que acuden a la representación se topan con una obra de teatro, un ciclo de canciones, un performance literario: un híbrido escénico que encuentra en la diversidad y las licencias de sus creadores, la más armoniosa fidelidad al texto de Rulfo. Entre velas, veladoras, botellas de aguardiente y piedras que reposan sobre timbales, los habitantes de Comala se miran de frente y dialogan y, al hacerlo, ese sabor de la poesía del habla popular inunda el recinto -en este caso Lago Algo, en el Lago de Chapultepec- y los oídos de los espectadores que lo mismo son viajantes como Juan Preciado que eternos habitantes como el Padre Rentería. 

Los personajes de Rulfo evocan, lamentan, aman y maldicen hablando, sí, pero sobre todo, cantando. Aunque ya lo hicieron en la ópera de Julio Estrada Los murmullos del páramo, aquí se hace desde la fusión del teatro y la música, ambos de cámara. Pablo Chemor, músico y actor mexicano, es el encargado de llevar los sonidos del páramo a un estudio musical en el que conviven la tradición de la canción mexicana de concierto -de autores como Manuel M. Ponce, Salvador Moreno y Jesús Echevarría- con la canción popular -sones, pirecuas, corridos, huapangos-, pasando por la música vanguardista de Meredith Monk para crear un sonido que, desde su sabor antiguo, le ofrece nuevas vidas a las voces tanáticas de Pedro, de Juan y, sobre todo, a la de las mujeres que les rodean.

La dramaturgia de la creadora escénica Conchi León pone énfasis en los personajes femeninos, en sus motivos y pulsiones, potenciados en la música y letra de Chemor, que ofrece las mejores partes a Dolores Preciado y Susana San Juan y, con ello, la oportunidad para que la joven actriz y cantante María Penella luzca sus dotes vocales e histriónicos en todo su esplendor y sea la gran protagonista del espectáculo. Junto a ella, el actor y cantante Stéphano Morales también deja apreciar sus talentos al dar cuerpo y voz a los mismísimos Páramo y Preciado, amén de otros personajes clave. La propia dramaturga -también estupenda actriz y comediante- y el propio compositor -que ejecuta su propia partitura- incorporan a personajes como el Padre Rentería y Fulgor Sedano, respectivamente. 

Comala, Comala es un proyecto comisionado por Alejandro Bracho y Alonso Teruel de la compañía Pulpo Arts. La propuesta escénica se beneficia con los músicos e intérpretes Nicolás García Lieberman, Melisa Castellanos y las actrices Aída López (quien alterna con Conchi León) y Susi Estrada. Todos ellos hacen de los murmullos rulfianos una ofrenda gozosa que se convierte en un banquete de palabras y acordes que animan y exorcizan a los fantasmas del pueblo aquel y, finalmente, invitan a una travesía mayor: la de volver hacia las páginas de esa novela canónica y descubrirle esa otra mirada, ese otro sonido que propone este estudio de teatro y música con velas, veladoras, piedras y botellas de aguardiente.

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