Papá: me heredaste una biblioteca y un enigma. En presencia de tus miles de libros, entre el derrumbe de lo construido, jalaste tu último aliento con una leve sonrisa en la boca, como si tras la guadaña te esperara la purificación más dulce. Yo que nunca juro, te hago un juramento: voy a tratar de entenderte, te voy a inventar para darte el entierro que no tuviste. Inician ahora nueve meses de luto de las palabras, de entenderte mediante lo que dejaste atrás. Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.
Dios fulmine a la que escriba sobre mí; Aura García-Junco
Ese malabarismo llamado escritura
La muerte, quizás por su extrañeza, cuando me es traída a través de la literatura, me remite a Cuando llegue la muerte, un poema de Mary Oliver que declara, con franqueza, algo de la alegría de estar vivos: Cuando termine, no quisiera preguntarme / si hice de mi vida algo característico y real. / No quisiera encontrarme suspirando, aterrada, / o llena de disputas. Supongo, sobre todo, porque me exculpa de un compromiso con la inteligibilidad del fenómeno y me limito así, al menos por ahora, a asirme por completo a lo que leo y me hace eco. Se trata sólo de algo que me sirve para sostener una figura. Tal como a Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) enuncia, entre titubeos sinceros, que el rencor le “ha servido para sostener una imagen, una relación tensa que ha sobrevivido incluso a la muerte”. La muerte de su padre, H. Pascal / Juan Manuel García Junco, persona que sirve como un todo doloroso, enigmático, místico y real dentro de Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso, 2023), la más reciente novela (crónica, ensayo) de la autora mexicana.
La perspectiva dada por la muerte
Escribe Susana Thénon: Me niego a recibir esta muerte, / este dolor, / estos planes tramados, inconmovibles. Una declaración inclasificable. Tanto como preguntarse –como lo hace la autora– qué significa que alguien te traiga al mundo. Es decir, que significa más allá de lo obvio natural de una tarea de esa magnitud. Y por qué, como también apunta Aura, cómo para hablar de la muerte volvemos a la infancia. El ciclo de la vida en su máxima expresión. Pero hay algo más. Toda emoción tiene una función. Probablemente difusa, llana o profunda, pero siempre real, inmensa.
Más adelante, preguntarse sobre esa idea de la superioridad moral. Ese pedestal altamente criticado por todxs, sobre todo en la inmensidad de la ruina virtual de las redes. Sin embargo, acá rescato, entre paráfrasis y reescritura, lo escrito por Aura a través de la voz de Yourcenar: si no es través de un efímero o falso contacto con el éxito –siempre impulsado por una idea de rotundo fracaso anticipada, sin importar que al final resulte–, entonces, ¿cómo? Es decir, de algún modo, que estamos preparados, para perder (ser el Gran Perdedor), pero el entretanto ensuciarnos la valía de lxs otrxs para no sentarnos todo el tiempo en la miserabilidad propia. ¿Para qué culpar al pasado, cuando puede simplemente culpar a los demás?
Sólo luego, la lectura nos hace comprender que la muerte nos acerca a lo antes incomprensible. Rompe una estructura y, por entre las fracturas creadas por su presencia, cuela silenciosa algo de comprensión, redención y vulnerabilidad. Acaso el aviso de la última escalada de vitalidad que antecede al sueño eterno. Comprender, en cierto modo, que morir, en cierto modo, es volver a vivir.
También, en cierto modo, hablar de la complejidad de hablar, precisamente, desde la complejidad. Hablar de un muerto amado. O escribir, en este caso. La complejidad, entonces, de escribir, de entender, de mirar lo que no debía ser visto y no poder olvidar luego porque lo observado se ha metido hasta lo más hondo. De esa complejidad de tener que recurrir al silencio y una discreción irrisoria para no quemar las poquísimas naves que quedan disponibles. La complejidad de no poder salir una vez que hemos entrado a ese universo fangoso de la memoria. Nos queda, de entre todas esas complejidades anidada, saltar al vacío, tomado a la escritura, para poder escapar.
Sin deseo no hay sentido
Creo que en el fondo cuando empecé a escribir, apunta la autora, pensaba en hacerle justicia a nuestra relación, pero especialmente a él. Quería resaltar su historia y su legado con ternura y reconciliación. La línea luminosa del resguardo. Hasta dónde. ¿Cuál es el límite cuando escribimos sobre la vida de las demás personas? Hasta dónde. ¿Es otra vida después de la muerte del padre? ¿Comienza una vida nueva durante o después del duelo por la muerte del padre? ¿Significa algo distinto el dolor de la pérdida (del padre) cuando la relación que se tuvo con este nunca fue verdaderamente cercana, dedicada? ¿Qué grita a la distancia la memoria junto con el dolor tras sufrir sin más la ausencia de alguien de por sí ya ausente? Responde Aura, sin querer, a mis dudas nacientes: A veces pienso en que me faltan agallas para escribir este libro y me veo de frente la conveniencia de una ficción más lejana. Novelas siempre, tachar más culpables, torcer historias, sacrificar en nombre de la estética, pero también del decoro.
Un libro que conversa con lo inefable, lo propio con la idea y los testimonios de aquellos que conocieron al padre. Ese padre, H. Pascal o Juan Manuel, genio o no, figura o no, presente o no, estuvo y está aquí. A través de los libros, de esa biblioteca inmensa que inicia inabarcable y termina luego en otras condiciones más favorables, se vincula el sentir a través del tiempo, de los fantasmas presentes del pasado inmenso. A través de los libros, la conversación, el cúmulo de sentimientos distantes. Son, ese conjunto de páginas impresas, una razón para no olvidar, para no deshacerse del otro, para sentir esa presencia entre otros de una especie alternativa, entre polvo, entre vida hecha otra cosa. Hay un grito que anuncia una muerte parcial: nunca se muere del todo para quien se queda recordándonos. Una manera de sobrevivir no como hecho consumado, sino como idea radical a través del duelo. Los libros, una vez más, son una resistencia frente al dolor. Un shandy pascalizado para todxs.
Dios fulmine a la que escriba sobre mí, Aura García-Junco, Editorial Sexto Piso, 2023, Ciudad de México, Novela, 216 pp.