El cielo dormido, el camino del dolor a través del (des)tiempo

Las piezas de un puzzle tienen su forma precisa de encajar. Aunque haya dos piezas que parece que se ajustan, no están en la posición correcta. Los recuerdos se nos aturullan en la mente y muchas veces complementamos los vacíos, las situaciones que no tuvieran lugar en ese momento o de esa manera pero que nos sitúan en un instante. 

El protagonista de la nueva novela del escritor madrileño Mario Blázquez, El cielo dormido, nos conduce a su tumba personal, un camino tortuoso en la anacronía total para deconstruir al ser.

El desorden y el caos están presente de una forma trascendental, pues los fragmentos de las vivencias nunca son lineales. En este caso particular, el protagonista se enfrenta a la desaparición de su hijo, haciendo que el tiempo sea una mera constante sin poder inducir a algún cambio. 

En esta última obra editada por Premium Editorial, el autor crea esta atmósfera sin cronología para entender el dolor, la desesperación y hasta qué punto la vida es vida. Ante el dolor poco se puede expresar, porque como bien dice: «Nadie entiende el dolor ajeno». Y así es. 

Otro de los puntos en los que Blázquez se supera es la contraposición y superposición de los personajes en la trama, la manera en que subyacen los unos con los otros, sabiendo que eso es una perdición en el tiempo. Un frame ante otro frame que no tiene una continuidad. En este letargo de la ausencia que no quiere más que finalizar, se quiere justificar la cuestión del tiempo sin presente en un camino tormentoso. 

En esta última obra, la ceniza convertida en polvo es la mirada del dolor. El presente se asoma como una ilusión vacua para sobrellevar todo el peso de un pasado robado. Un instante que se alimenta de las emociones a través del (des)tiempo. 

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