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Joaquín del Paso: «Es poco común retratar la psicología del opresor»

Durante la proyección de El hoyo en la cerca (2021) me pareció encontrarme ante una critica feroz —y por momentos desmesurada— a las élites conservadoras en México y, especialmente, a los mecanismos que perpetúan el clasismo y el racismo en nuestra sociedad.

Para profundizar al respecto, hablé con el realizador mexicano Joaquín del Paso (Ciudad de México, 1986) sobre su segundo largometraje, que recién llegó a las salas de cine de todo el país.

La película no es una crítica social necesariamente sutil, sino más bien hiperbólica. ¿Qué buscabas con esto? 

Sentí que tenía que ser una película muy directa, que propusiera los temas de una forma bastante evidente. Y que, gracias a eso y al manejo de la tensión y el misterio, pudiera generar una advertencia, una llamada de atención sobre la forma en que ciertas conductas de poder se repiten y se multiplican. La pensé como una especie de fábula oscura, simple de entender.

¿Te parece que, desde el cine, hace falta cuestionar más la inmovilidad del ascensor social en México?

Es muy común retratar a las clases oprimidas y es bastante poco común retratar la psicología del opresor. No hay forma de entender una parte sin abordar la otra. En esta película me parecía importante hablar sobre una cara del conflicto que no entendemos, analizar desde un punto de vista crítico, con cierta distancia, todas las partes del problema. Realmente es complejo entender cómo se activa el mecanismo que ocurre en estas dinámicas. Y justo en esta película intenté hacer un punto de vista diferente del que normalmente se discute en el cine nacional.

Además de una carta de denuncia frente al adoctrinamiento religioso y moral, la película gira en torno a la fragilidad. 

Totalmente. Para mí lo más importante era retratar un sentimiento adolescente en la película. Un sentimiento de no entender lo que está ocurriendo a tu alrededor, de guiarte y seguir a los que parecen ser tus líderes, y muchos años después darte cuenta, como en mi caso, que esa guía era incorrecta. Por ello esa represión de la libertad, de la sexualidad, del librepensamiento que experimentan muchos jóvenes se hace evidente en esta película de una forma más compacta.

Al igual que en Maquinaria Panamericana, tu primer largometraje, estamos ante una propuesta eminentemente coral. 

Me interesaba hablar de esta historia no desde el individuo, sino desde el grupo. Pienso que gran parte de la problemática es la forma en que nos comportamos como un grupo, la forma en la que podemos ser manipulados como un grupo y la forma en la que reaccionamos como un grupo, escondidos en la máscara del anonimato. Siempre me ha parecido muy fuerte esa doble personalidad que puede tener el individuo en soledad y el individuo en un colectivo, y cómo puede transformarse. Piensa en los linchamientos, cómo cientos de personas que en la vida diaria no podrían cometer un crimen de esa magnitud, terminan siendo parte de algo así.

Has estado cerca de gente como Carlos Reygadas, Natalia López o Amat Escalante. Considerándote alguien mucho más flexible como realizador, ¿te obsesiona la voz propia? 

Para mí sí es muy importante sentir, de cierta forma, al realizador en la película, que haya una búsqueda de la trama y una búsqueda interior. La combinación entre esas dos cosas es lo que genera películas únicas. Admiro mucho la búsqueda tan personal de Amat, de Carlos, de Natalia. Yo creo que por ahí va mi camino también, pero es cierto que tengo otras inquietudes a nivel formal y estético que pueden provocar que pueda parecer un cineasta más flexible. Ya lo veremos.

Pareciera que, de alguna manera, incluso te sientes cómodo recurriendo por momentos al cine de género. ¿Es así?

Yo no veo cine de género, a menos que sean películas que vienen desde ese lugar de autor, del oficio. Todo lo que surja de una necesidad comercial no me interesa tanto. En esta película en particular sentí que el tono lo marcaban mucho los niños, lo que ellos ven, los que ellos viven, lo que ellos consumen. La historia que los maestros le imponen era para mí como una película de terror. La película se adapta a la psicología de los personajes. Es decir, no es un género impuesto, sino que la misma historia que se va creando dentro de la trama me remitía a esas películas de terror. Esos códigos, esa forma de meter el miedo al otro muchas veces la aprendemos de ver películas y leer libros. Me parecía interesante utilizar los mismo códigos dentro de la estética de la película, pero nunca la concebí como una película de terror. El terror surgió a partir de analizar la experiencia de los personajes.

Por Ricardo López Si

Periodista, viajero y escritor.

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