La duración del silencio moldea vidas, y tanto, tantísimo, el silencio puede curar: es una una ausencia sanadora, más que el alcohol. Me acerco a él con sigilo para curar las heridas que me provoca el día a día, mi llaga supura y yo la curo con Silencio.
Y si hablamos de encierros, esto es lo que me ha traído a mí esta clausura: mucho silencio, lo que puede parecer la ausencia de ruido. Erramos al tener esa pobre opinión del bendito silencio, si pasas un rato en silencio puedes encontrar casi todas las respuestas. Te puedes acercar al sentido de la vida. Mediante el silencio puedes ver el túnel, La Luz, la calidad. Cómo se cosechan las peras. Escuchar el sonido del canto de la garza. Lo que he descubierto yo, es que el silencio sabe más que youtube, el silencio sabe más que google maps, y que la wikipedia, y que todas ellas juntas: el silencio es la voz de la intuición, un mapa en medio del desierto, una guía en una autopista perdida. El silencio es mejor que aquel paraíso repleto de libros con el que Borges soñaba, es la tregua en medio de la batalla.
¡Ah, qué lejos quedan mis años de ruido! Cuando me ponía tener bien de cerca el altavoz, cuando buscaba la sordera con la música. ¡Ay, lo que es la vida! Ahora, diez años después, yo, amando la quietud; pues como digo, después de encontrarme con el silencio ( además de que me regodeo en su atmósfera blanquecina y ese sabor a leche y a espuma) no he vuelto a ser la misma.
El silencio es esa laguna gozosa, en la que nado para mí sola, la inexistencia de sonidos, la carencia, un abrazo al vacío. Después de este encuentro, no me puedo retirar, ya no quiero volver al mundanal ruido; sin embargo es ahí donde el silencio cobra sentido, donde uno se repone de la música, de la resaca del la vida, del llanto del dolor: el silencio es la guarida.
Bendito silencio…. Y hermoso baile de melodías que escuchamos cuando entramos en él!