Hermanas, de Daisy Johnson: el agujero negro

Hay lazos de sangre y vínculos que son indestructibles. Que van a perdurar siempre sin importar lo que pase. Si no lo sabíamos lo vamos a atestiguar en Hermanas (Periférica, 2023), la segunda novela de Daisy Johnson (Paignton, 1990), un libro perturbador, duro e infinitamente triste. La primera y extraña página lo augura, aun cuando el que lee no tiene idea de en lo que va a meterse. No puede saber. La historia en sí no es complicada: dos adolescentes viajan con su madre a una casa de campo apartada y medio derruida en los páramos de North York Moors. Se van de su hogar en Oxford escapando de una situación al parecer problemática en el instituto con las chicas. La madre sufre una depresión severa y, aunque no es la primera vez que le sucede, esta ocasión es la peor. Las niñas matan el tiempo como pueden mientras su madre se recupera, la mayor parte del tiempo encerrada en su habitación. La primera parte de la novela es narrada desde el punto de vista de la menor de las dos hermanas, Julio (July), diez meses menor que Septiembre, la dominante en todos los sentidos. 

Desde el comienzo hay algo en las descripciones que hace Julio del entorno, de lo que siente estando en la casa, que son raras. Los recuerdos fragmentados que tiene aluden a un evento traumático en el colegio antes de que tuvieran que venir de forma casi intempestiva a la casa, llamada adecuadamente El Refugio. Pero la atmósfera que crea Johnson nos hace sentir que hay algo que está desajustado en todo. Para el lector es inevitable imaginar una situación cliché en la literatura y en el cine: la gemela malvada que solo existe en la mente de la otra y que nadie ha visto nunca. La escisión de la personalidad. Una niña psicótica en otras palabras. Hay indicios que apuntan a eso, así que no es culpa de ningún lector llegar a esa conclusión apresurada y demasiado obvia. Pero, al comenzar la segunda parte del libro (la primera termina con una muy extraña y casi etérea escena de sexo, que deja descolocado a más de uno), narrado desde el punto de vista de Sheela, la madre, nos damos cuenta de que esa teoría está errada. Las dos hermanas son reales, siempre han existido, solo que Septiembre ha dominado a Julio y la ha obligado a hacer lo que ella quiere en todo momento. Esto enrarece aún más la atmósfera y la complica, porque ahora no entendemos qué sucede en realidad; hay algo definitivamente extraño en lo que pasa en el presente y a medida que Johnson desenreda lo que sucedió antes en el colegio, se logran sentir momentos de verdadero desconcierto cercanos al terror.

Johnson acierta al ir cambiando de narradoras, dejándonos ver el panorama desde sus ópticas intercaladas. Aumenta la intriga, amplia la visión del mundo y afirma el gancho que tiene encajado en las tripas del lector. Cualquier situación, por extraña que parezca o sea, siempre puede empeorar y causar pavor. La autora, demostrando gran habilidad, da indicios de lo que pasa desde el comienzo, pequeñas pistas oscuras que se comprenden con la relectura. Algo a lo que estamos obligados después del último y devastador capítulo.

No se puede ahondar más en esta historia sin arruinar la sorpresa a los futuros lectores, solo recomendarles esta novela si quieren experimentar algo que los atrape y los tenga sumidos en un aura de misterio casi hipnótica hasta la última página. 

Johnson ha logrado cimentar su talento y propuesta narrativa con esta obra, luego del éxito de Bajo la superficie (Periférica, 2021), la cual la convirtió en la escritora más joven en ser finalista del prestigioso Man Booker Prize en 2018. Hermanas le ha merecido comparaciones con Shirley Jackson y Stephen King. Esperamos ahora que la editorial Periférica traduzca pronto su primera publicación, el libro de cuentos Fen: Stories de 2017.

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