El arte y la moda parecen antagonistas. Para muchos la moda solo es un lenguaje superficial, sin embargo es posible entender la moda como un arte; o, como diría Carolina Herrera, como «arte en movimiento».
Las dualidades de la vida nos invitan a plantearnos y aprender para tener una perspectiva y, de este modo, poder determinar los gustos y buscar un lugar. Desde que era un niño que veía a su madre coser hasta llegar a desfilar en grandes pasarelas y ahora expandir su creatividad como artista plástico, Martín Pérez Ripoll conversa acerca de la relación entre arte y moda, del reconocimiento, sus referentes, la cultura subversiva, el fast-fashion e incidir en lo que significa alta costura.
Tienes más de 20 años de trayectoria profesional en la moda, pero ¿qué te motivo inicialmente a incursionar en este mundo?
Empiezo a estudiar diseño de moda en 1986, pero vengo de una familia en la que mis padres tuvieron fábrica de ropa en Venezuela y tiendas de moda. Antes de irse a Venezuela, mi madre era modista. Trabajaba con su madre, que era bordadora. Mi bisabuela también cosía. Luego tengo dos sobrinas que también se dedican a esto. Una fue modelo y la pequeña, que vive en Londres, tiene un showroom de ropa de marcas vintage que compra y vende. Con ellas dos somos seis generaciones.
Recuerdo también en una temporada que vivimos en Elche, aunque mi madre hubiera tenido talleres y tenía experiencia no tenía un título oficial. Entonces en esa época, 1967, se sacó un título argentino donde ya les hacían dibujar figurines. Me ponía a su lado a dibujar también figurines con 4 o 5 años. Después de aquello volvimos a Venezuela y me pasaba los días en la fábrica con mis padres rodeado de máquinas de bordar, máquinas de coser, máquinas de overlock que aquí llaman remalladoras, almacén de telas… Aunque viví todo aquello y dibujaba, yo no pensaba dedicarme a la moda de pequeño.
Es generacional, pero ¿tienes más referentes fuera de tu núcleo familiar?
Cuando empiezas a estudiar te fijas en los grandes de la moda. Mis primeras influencias -yo soy hijo de los 60- son Paco Rabanne, Givenchy… También a nivel España es algo muy generacional, puesto que cuando yo estaba estudiando moda, estaban en activo Jesús del Pozo, Sybilla; de hecho ella estaba empezando y Jesús del Pozo estaba consolidado, aunque es un eterno. También fueron referentes, sobre todo, gente con una visión distinta y con unas ganas de revolucionar y de aportar. Siempre me he fijado mucho en gente que de alguna manera no seguía el camino trazado, que podía romper los esquemas, los estereotipos y crear algo nuevo y hacer que la moda evolucione y no sea algo utilitario, sino que también haya belleza.
¿Cómo has integrado esta parte disruptiva en tus diseños y después en tu arte?
En los años 90 creamos una empresa dos compañeros míos de estudios y yo. Nosotros teníamos una versión muy romántica que hemos conservado, por lo menos yo, sobre como innovar, crear, significar y trascender; todo esto era muy importante. Era nuestra visión, muy de la década de los 90. A día de hoy sigo haciendo ropa. Solo por encargo, pero sí que es cierto que desde el 2000 hasta el 2010, creaba dos colecciones al año y desfilaba primero en el espacio Gaudí de nuevos diseñadores de la Feria de Barcelona y, también, alguna vez para nuevos diseñadores en Madrid, en Ifema. Después empecé a desfilar en Valencia, en lo que fue la pasarela del Carmen, que fue el embrión para la semana de la moda de Valencia. Así que desde el año 92 hasta el 2008 saqué dos colecciones por año y entonces ahí sí que es verdad que yo hice lo que yo pensaba que tenía que hacer: unos diseños que de alguna manera los sintiera míos. Tratar de crear una línea que pudiera ser identificada conmigo.
Mantienes tu identidad…
Yo he sido demasiado fiel a mí mismo, creo. Porque es que cuando he tratado de no hacer eso, me sale eso. Yo me pongo a dibujar porque yo siempre parto del dibujo, aunque hay creadores de moda que se llaman diseñadores que no dibujan. Para mí no son diseñadores porque el diseño es el dibujo y partir de un ahí a un patrón, un corte y una confección. Si tú tienes el vestido en la mente y directamente o lo haces sobre un maniquí sin patrones, que es una técnica parisina, que se llama moulage, o ya vas directamente a la mesa de patronaje porque sabes transmitir tu pensamiento al patrón, que eso también es un arte. Entonces eres un creador de moda, sí, pero no eres un diseñador. Porque para ser un diseñador tienes que partir de un dibujo. Me da igual que seas un virtuoso del dibujo, como que hagas un garabato, pero tienes que tener plasmado un dibujo.
¿Cuál es tu enfoque en cuanto a la relación entre el arte y la funcionalidad de la moda?
Existe un enfoque tradicional, donde la moda es considerada parte de las artes aplicadas, no como una artesanía. Dentro de este enfoque creo que sí que siguen siendo artesanos y son arte aplicada. En el arte hay ciertos tipos de creadores internacionales donde la costura no es simplemente un arte aplicada, es parte de las Bellas Artes.
Entonces si hablamos de la Alta Costura.
Aquí hay que hacer una diferencia porque la escena de la alta costura, esto siempre lo digo, solo existe en París. Y solo existe para la gente que está afiliada a la cámara de alta costura de París, donde te exigen desfilar en París dos veces al año y tener un negocio abierto en la ciudad en determinadas calles.
¿Es un coto cerrado?
Sí, es como un síndico, como un gremio de alta costura, que son los que crearon la alta costura y que para pertenecer a la alta costura te exigen tener unos estándares de calidad, una tienda abierta en determinadas calles de París y desfilar dos veces al año en la ciudad. Entonces eso es la alta costura porque es un fenómeno que lo crearon los franceses. Está la alta Cámara, o no sé cómo se llama de la alta costura parisina. Entonces, si tú no cumples todos esos estándares, tú no haces alta costura, tú haces costura. Todo el mundo dice que hace alta costura porque claro, es igualarse o ponerse en el carro de París, pero no es cierto. Tú haces costura y puede que de altísima calidad, pero no es haute couture.
Entonces el arte de vestir, ¿es el reflejo de la cultura y la identidad de una sociedad?
Los grandes creadores de moda están creando visiones de vida y de realidad. Creo que muchos van por delante de la sociedad. Dan un enfoque que es completamente artístico, porque es una parte de su sensibilidad, de su cultura, de su mundo, de sus influencias a todos los niveles en la vida, y pretendiendo crear algo nuevo que trascienda hacia un futuro. Entonces es como pasado, presente y futuro, un proceso artístico. Sin embargo, no toda la gente lo hace, hay personas que hacen maravillosos vestidos pero que son, como digo yo, los vestidos de princesa adaptados a la actualidad. No están creando realmente nada. Sí que tienen estándares de calidad muy buenos y son piezas preciosas, pero no son piezas que van a formar parte ni del colectivo subconsciente de la humanidad, ni de museos, ni de colecciones, ni de nada.
¿A qué desafíos se enfrenta la moda actualmente?
En la historia de la indumentaria, si lo retrotraemos a la necesidad del hombre de vestirse, cuando yo empecé a estudiar nos decían aquello de que el hombre empezó a vestirse porque tenía que cubrirse por el frío. Ahora se ha descubierto que no: lo hizo por diferenciarse, por establecer un parámetro de belleza por engalanarse y también por estatus. Lo de cubrirse vino después, porque también hay que protegerse la intemperie, pero no fue lo fundamental. Es más un hecho cultural que una cosa de necesidad empírica.
En el tema de las prendas low cost, ropa de usar y tirar. Vi una noticia hará menos de un año donde el desierto de Atacama en Chile se había convertido en un basurero de prendas low cost. La dinámica actual del fast food ahora del fast fashion, ¿qué opinas de esta deriva?
Hay mucha gente denunciando y al mismo tiempo queriendo cambiar la mentalidad. Ahí tenemos en la moda lo que antes se llamaba costumización. Entonces, cuando una prenda ya ha cumplido su ciclo vital no hay que desecharla como si de una cáscara de naranja se tratará. Habría que tratar de darle un nuevo concepto. Hay gente que recicla las fibras para crear nuevos materiales o que recicla las prendas o, incluso, que reutiliza el material con que están hechas las prendas para crear otras prendas en llegar a deshacer la fibra. En moda no lo he practicado mucho, pero como artista plástico mi arte sí que lo realizo con tejido. Además, procuro que siempre sea con tejido reciclado y si alguna vez no lo es tiro de mis stocks de tejidos.
En tu desarrollo hacia las artes plásticas como fue tomar esta decisión y el proceso de adaptación.
A veces hay cosas que nacen de la necesidad y a mí siempre me había gustado la idea de las Bellas Artes de crear belleza de otra manera. Me planteé la necesidad de seguir creando y en el mundo del arte no es tan exigente como el de la moda. Es otro ritmo, son tiempos más humanos.
¿Cómo ha ido evolucionando tu desarrollo como artista plástico?
Tenía la necesidad de no crear más residuos, sino de reutilizar. Entonces nació la idea del tejido blue jeans denim, lo que popularmente conocemos como vaqueros. Elegí esta prenda porque quería un material que hubiera abundancia y, al mismo tiempo, que fuera emblemático de la moda que todo el mundo reconociera. Es un material que se lleva usando desde el siglo XIX, pero es en el siglo XX cuando los jóvenes empiezan a usarlos, sobre todo, en Estados Unidos y en las décadas de los 60’-70’ es el uniforme de la juventud en el mundo. Considero que el vaquero es una prenda muy representativa de la cultura de la moda y, además, una prenda muy democrática. Además, siempre uso tonos de azul, porque quiero la esencia y los orígenes de esta prenda.
Has participado en numerosas exposiciones colectivas y también has llevado tu arte más allá de España, con exhibiciones en Bruselas, entre otros lugares. ¿Cómo ha sido tu experiencia internacional y cómo crees que ha impactado en tu obra?
En Bruselas hice dos exposiciones: una en 2016 y otra en 2018 con la propuesta de arte plástico textil. Al público y artistas entendidos les pareció una idea exótica. Por su parte, a los artistas plásticos les llamó la atención la técnica.
A nivel salir fuera, otra de las experiencias que tengo fue un desfile que hice en 2013, en Ath Yeni, Algeria, donde fui invitado a un festival de tradición oral. Todos los que participan estaban vinculados a la poesía, teatro, música… Es un festival de la palabra, que no está escrita. El desfile que hice fue una mezcla de culturas: llevé la tradición alicantina y lo combine con la cultura Kabilia, que deviene del mundo bereber. Además, me prestaron joyas tradicionales para el desfile piezas con más de 150 años de antigüedad.
Finalmente, ¿qué proyectos o exhibiciones futuras puedes adelantarnos? ¿Qué podemos esperar de Martín Pérez Ripoll en los próximos años en el mundo del arte?
A nivel personal sigo haciendo ropa, pero poquita para gente que tiene claro quién soy yo y lo que hago. Y luego en la creación plástica, seguir trabajando y evolucionando. Quiero volcarme en un proyecto de acuarelas que está un poco parado. Ahora estoy vinculado en la gestión cultural de esta asociación que acogió mi última exposición, que se llama Font Art Gallery.