Ana de Haro vio por primera vez la película de Blade Runner cuando tenía 20 años. Y tuvo la oportunidad de hacerlo en la gran pantalla y en versión original. De un visionado inicial que le resultó “complejo”, pasó a desarrollar un gran interés, acrecentado por la llegada en la realidad de noviembre de 2019 y el estreno de la secuela, Blade Runner 2049 (2017). Tras pasar dos años estudiando este mundo, consiguió crear y publicar un libro, Más allá de Orión: Las claves del universo Blade Runner (2019, Héroes de Papel), reciente vencedor del Premio del Cine Andaluz al mejor libro de cine. Se trata de un volumen germinado sobre esa “paradoja de la ficción especulativa” en la que “el futuro posible ya está en nuestro pasado” y en el que analiza y compara, desde múltiples y complejos ámbitos, ambas películas, retrocediendo incluso al universo de Philip K. Dick, autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), novela en la que se inspira Blade Runner.
Aproximarse a este universo, del que ya se ha escrito y reflexionado tanto, no es nada fácil. Porque la película, que consiguió redefinir el género de la ciencia ficción con su estética cyberpunk y su capacidad para invocar imágenes almacenadas más allá de nuestra memoria, después de 39 años, sigue generando múltiples lecturas, interpretaciones y sentimientos. Aquí, en un total de once capítulos, se habla del paisaje urbano, la música, los personajes femeninos y, por supuesto, de la naturaleza humana, entre otros muchos. Ana, como alguien que corre al filo de algo cortante, se sumerge en el sombrío territorio de estos sueños fílmicos para recordarnos, quizás en primera y última instancia, la importancia emocional de las historias.
Una de las cosas que le fascinó de la obra de 1982 fue ese carácter abierto, envuelto en la atracción de la controversia: “Si la analizamos, vemos cómo no da por sentado ni los hechos desnudos. Como sabemos, el rodaje fue muy polémico y hay cosas sobre las que no llegaron nunca a ponerse de acuerdo”. Por supuesto, entre ellas destaca el eterno dilema sobre la naturaleza humana de Rick Deckard, el personaje interpretado por Harrison Ford, alguien a quien en primera instancia iba a dar vida Dustin Hoffman: “Es muy divertido ver cómo la versión de Ridley Scott sobre este tema concreto ha ido cambiando a través de los años. Lo más importante es que, desde el inicio, es un trabajo que confió en la inteligencia del espectador para que creara sus propias conclusiones”.
El ambiente de la ciudad de 2019 que retrataba Blade Runner también resultó fundamental para que esta escritora quisiera “compararlo” con el que vivimos hace dos años. Los que hemos visto la película sabemos que, desde el inicio, somos transportados a una realidad de una ciudad superpoblada, en la que llueve sin cesar, oscura, desordenada, con superposición de personas y objetos como cables, señales de tráfico, pantallas, anuncios, unas vías siempre en obras y de las que desde su asfalto sale humo constantemente, con una multiculturalidad que se adelantó a su tiempo: “Ahora tiene mucho más sentido encuadrada en lo que denominamos como cambio climático. Esta atmósfera sofocante forma parte de un discurso muy perverso. No debemos olvidar que Los Ángeles es la ciudad del sol”. Lo cierto es que, como bien recuerda la periodista, Ridley Scott siempre le ha dado “una enorme importancia al diseño de producción, mucho mas que a la propia dirección” y en él también adquirió un papel muy importante la influencia del cómic, de la mano del ilustrador francés conocido como Moebius: “El espacio está tratado con mucho cariño y detalle. Su análisis sigue siendo fascinante porque transmite mensajes que aún no conseguimos racionalizar al instante”. Pero en 2049, con Denis Villeneuve al cargo de la dirección, este espacio evoluciona, visualizando, aún de manera más cruda, la transformación de la ciudad. O quizás prediciendo nuestro futuro: “2049 plantea de manera muy inteligente hacia dónde iría ese cambio climático. La lluvia ácida se ha convertido en una nieve ácida, han subido los niveles del mar, las pocas ciudades que son habitables están superpobladas y hay refugiados climáticos”.
El ojo de Ana, que no sabemos si ha pasado el test de empatía Voight-Kampff, también ha observado en este libro, y con especial atención, cómo aparecen representadas las mujeres, una visión bastante cruda. Estando especializada en el estudio de género desde el punto de vista académico, reconoce lo “díficil y fastidioso” que puede llegar a ser en el disfrute de las obras de ficción: “Ambas películas se producen en contextos muy distintos, con 35 años de distancia, con una conciencia de género muy diferente. En 2019 hay afortunadamente una voluntad de incorporar más una visión femenina y feminista. Encontramos más personajes femeninos y en roles diversos”. Como recuerda, en la película original tenemos a los personajes de las replicantes Rachel, protagonizado por Sean Young, que a pesar de ser “el motor emocional de todo el film”, es reducida a su dilema natural de condición de objeto, Pris (Daryl Hannah), un modelo básico de placer de las colonias militares y Zhora (Joanna Cassidy), otro modelo de placer reconvertido a modelo militar: “En el contexto de su historia son objetos. La mirada del autor y del espectador está muy sexualizada en los tres casos, cosa que se refleja en la forma de sus muertes”. En el caso de 2049 hay personajes femeninos más complejos, pero siguen generando preocupantes interrogantes: “Un personaje que provoca mucho conflicto es Joy, interpretada por Ana de Armas, puesto que no llega ni a ser un objeto. No es tangible, es un holograma. Un objeto programado para ser una compañera, que no sabemos a ciencia cierta si llega a tener libre albedrío, ya que su comportamiento es el mismo que el de sus anuncios publicitarios. Entramos también en el juego del género y el papel de la publicidad. Nunca sabremos si llegan a ser autónomas”.
De esta deshumanización, una constante en todo el universo Blade Runner, no sorprende que, también para Ana, los replicantes acaben siendo los personajes más complejos e interesantes, “más humanos que los humanos”, según el propio lema de Tyrell: “No asombra que en 2049 la relación más humana, la más real, sea entre dos seres artificiales, algo que ya sucedía tanto en la primera como en la novela. Philip K. Dick se preocupaba de manera explícita por las personas carentes de empatía, ese fue su primer motor para escribir el libro. Los films abordaron más profundamente el sentido de la vida. Pero, ¿quién no querría, si se encontrara con su creador, preguntarle a dónde está yendo o cuánto tiempo tiene?”.
Y como el universo se expande, la periodista también tuvo tiempo para sorprenderse con la cantidad de datos curiosos sobre el rodaje, los múltiples guiones imposibles de encontrar o las novelas de K.W Jeter, de finales de la década de los ochenta, como La noche de los replicantes, con las que se intentó, de manera algo extraña, continuar la historia.
Con Más Allá de Orión, Ana ha terminado de enamorarse. De una manera tangible y racional. Sólo como lo podemos hacer los que nos sentimos humanos. Y lo ha hecho de algo que le maravillaba: “Me ha provocado un respeto, como escritora, por la ficción y por cómo esta nos acaba afectando a un nivel profundo. Creo en el poder de las historias. Forman parte de nosotros, de nuestra educación sentimental y de cómo entendemos el mundo. Blade Runner se ha convertido en una de esas historias fundamentales. Resulta milagrosa. Si seguimos volviendo a ella es porque nos sigue diciendo cosas”.