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México, el país feminicida de América Latina

Cada desaparecida es una herida abierta en miles de familias, un caso sin respuesta, una fotografía olvidada en un mundo lleno de imágenes y de información acelerada y efímera.

¿Imaginan su vida sin una mujer en ella?

Así de inconcebible debería de parecernos la ausencia de cada niña, de cada adolescente, de cada mujer que no regresa a su casa. Así de inconcebible debería ser la violencia de género; el acoso, las violaciones, la explotación sexual, los feminicidios…

México, el país que se jacta mundialmente de celebrar y honrar a la muerte, irónicamente se ha convertido en un maldito cementerio, coronándose como el país feminicida, con la mayor cifra de decesos en toda América Latina, en dónde millones de personas, lastimosamente, llevamos la ofrenda por dentro. Por esta razón, este próximo 9 de marzo se ha convocado a un paro nacional que surge como una legítima protesta ante la impunidad y la creciente violencia; una denuncia tajante hacia una sociedad apática e indiferente que ha ignorado, minorizado y normalizado brutales hechos en contra de miles de mujeres.

La convocatoria busca crear conciencia, visibilizar y valorar el gran impacto de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad. Es un día para sumarnos a la causa, no para subestimarla, porque definitivamente ya no queremos más sangre ni venganza, sólo exigimos JUSTICIA y RESPETO para cada víctima; para cada niña y mujer herida, para cada desaparecida, para cada vida interrumpida y para cada familia destruida. Exigimos que no cierren los ojos ni crucen los brazos ante tan atroces y desafortunadas muertes porque indigna la crueldad y la perversidad con la que se estigmatiza a las víctimas. Indigna la insensibilidad social, el oportunismo mediático, la impunidad y la vulgar hipocresía con la que muchas personas salen a hablar de violencia de género cuando lo hacen desde el privilegio.

Y quizás yo también escribo desde ahí, desde un lugar seguro en el que aún puedo expresarme libremente, y tengo la fortuna de estar VIVA, de no ser una desaparecida o una mujer más en la interminable estadística de feminicidios, pero lamentablemente, no estoy exenta de haber sido víctima de violencia; he sufrido acoso constante y también he sido atacada físicamente en la calle.

Todas las mujeres estamos expuestas o hemos sufrido algún tipo de violencia. Hemos sido violentadas en el espacio público pero sobre todo en el espacio de la invisibilidad, ahí dónde el silencio hace más ruido que un grito estridente y desgarrador, dónde la violencia a veces se disfraza de ‘amor’, y el sometimiento y la negación tan sólo son síntomas del miedo.

Cada desaparecida es una herida abierta en miles de familias, un caso sin respuesta, una fotografía olvidada en un mundo lleno de imágenes y de información acelerada y efímera. Cada niña y cada mujer asesinada que se quedan sin voz, viven perpetuamente entre gritos y protestas que exigen justicia en su honor. Muchas de ellas se quedan atrapadas en medio de calumnias y rumores, entre recuerdos lacerantes sobre su muerte y entre la infame especulación sobre sus vidas. Ese es el vil juego en que cae la opinión pública día a día.

Los encabezados se han convertido en el cebo que nos hace caer en la treta del morbo y la desinformación. Todos opinamos sin asegurarnos de los hechos y hacemos juicios sin argumentos. Repetimos palabras ajenas y manoseadas como si fueran nuestras. Somos víctimas de no cuestionar lo cuestionable y de cuestionar lo que ya tiene respuesta. ¿Cuántas más?, ¿hasta cuando dejará de ser condena ser mujer y se les condenará sin indulgencia a los que atenten contra nosotras?, ¿qué plan eficaz y diligente se necesita para prevenir y combatir la violencia?, ¿hasta cuándo el machismo y la misoginia seguirán siendo los protagonistas de la decadencia social?, ¿cuándo mejorará la seguridad pública?, ¿qué castigos serían justos ante tanto acto indigno y perverso? Indira Gandhi, la primera y única ministra de India en la historia, dijo “el poder de cuestionar es la base de todo progreso humano…”, Y si nos cuestionamos si habrá un cambio en nuestro país después del paro nacional, la respuesta puede ser diversa y ambigua, pero yo que soy una idealista, creo que sí, que sí habrá un cambio social con el gobierno, sin el gobierno y a pesar del gobierno, porque esta vez vamos a incomodar tanto con nuestra ausencia, que entonces sí voltearán a vernos y no como siempre lo han hecho, desde la esquina de la indolencia, el morbo y la perversidad, sino desde la puerta del respeto y del reconocimiento porque nosotras también movemos e impulsamos a México. 

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