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Nací siendo feminista y no lo sabía

Lo que espero del feminismo es que con educación podamos cambiar mentalidades futuras… que empecemos a reconocer a la persona por su nombre y no su sexo.

Mis papás me educaron bajo una filosofía feminista y no me había dado cuenta. Crecí viendo a mi mamá trabajar 24/7 como dentista y ama de casa. Siempre guapa, sonriente con su traje sastre y labial rojo, dejando impecable la casa, con un estricto régimen escolar, pero siempre admirable con sus dos versiones.

Mi papá, a pesar de arrastrar sus pinceladas machistas de educación mexicana, siempre me alentó (y lo sigue haciendo) a creer en mis capacidades y dar mi máximo. Me hacía jugar con él carreritas gritando ¡Vieja al último!, quizá es una frase machista, pero el único significado yo que le daba era: el más lento de los dos sería el perdedor, y para mí era impensable perder. A pesar de la rudeza que muestra en las obras de construcción donde trabaja, es un hombre noble y sensible que usa mandil mientras lava los trastes.

Por razones extraordinarias, desde muy pequeños mi hermano y yo tuvimos que aprender a cocinar, limpiar, llevar una casa y repartirnos tareas con responsabilidades por igual.

Ni él ni yo encajábamos en el estereotipo de hombre o mujer promedio. Él odia el futbol, ama cocinar y sus habilidades artísticas son impresionantes. En cambio, yo tengo un costal de box en mi cuarto, mi evento deportivo favorito es el Super Bowl, lo único que uso de maquillaje a diario es mascara de pestañas y DETESTO cocinar.

Sin embargo siempre fuimos una familia rara, mis papás nos dieron la libertad de escoger un deporte, una actividad artística, nutrirnos tanto intelectual como lúdicamente, y eso no era bien visto para la gente que nos rodeaba; ellos decían que nuestras actividades las teníamos que haber hecho conforme a nuestro género sin libre elección.

Crecí luchando por ser igual de fuerte, de inteligente, de hábil que cualquier otro hombre, no por empoderamiento (palabra que por cierto detesto) sino porque los pretextos de mi género no los entendía. Mi abuelo materno nos decía: Si se creen pendejas, no lo hagan, y yo no era ninguna pendeja.

Poco a poco me fui dando cuenta que algo estaba mal. Mi hermano y yo tuvimos que mentir en la secundaria pública a la que asistíamos porque nuestra mamá era profesionista ¡PROFESIONISTA!, el 90% de las madres de mis compañeros no lo eran y ella tenía que ser igual a las demás. Qué mal me siento por haber negado lo lejos que ella había llegado, lo lejos que la mentalidad de mis abuelos de ambas ramas habían tenido. A todos sus hijos les dieron la oportunidad de estudiar. Ellos sin ser conscientes, también habían criado hombres y mujeres feministas.

Conforme crecía me daba cuenta que ser mujer no era tan sencillo como pensaba. Porque en los trabajos siempre he ganado menos que los hombres (aunque tenga más años de experiencia y hable cuatro idiomas), porque primero debes lamerle… los zapatos a tu jefe, ser coqueta o, de lo contrario, jamás serás de su agrado.

Porque no puedo cargar más peso en el gimnasio o ser más veloz que otro hombre, no puedo usar tacones y verme más alta, no puedo decir groserías; porque no puedo verme bien sin maquillaje, porque no sé si quiera casarme, porque es inverosímil que prefiera estudiar una Maestría y después tener hijos, porque no puedo tener una sexualidad libre, porque si soy lo suficientemente capaz de realizar lo que sea, termino intimidando a una que otra pareja. ¿Se han dado cuenta que las cosas reprochables en una mujer no lo son para un hombre?

A veces le grito a mi abuelo que me ve desde el cielo: ¡¿Para esto me retabas?!

Cada 8 de marzo, recibo una rosa con una frase similar a: Eres lo más bello de esta tierra, como si fuera un festival de Día de las Madres, como si ver noticias de mujeres asesinadas fuera algo normal como regalar chocolates, porque la equidad es efímera… es intragable.

Seguro habrá más de uno que piensa que soy feminista radical, que odio a los hombres, que no me gusta ser femenina y que ruego por un lenguaje inclusivo para TODES, pero no… están equivocados.

Amo a los hombres (siempre y cuando no vengan marinados en machismo), es cierto que prefiero usar ropa deportiva, pero también me fascinan los vestidos, usar tacones y de vez en cuando maquillarme para verme más linda. Acerca del lenguaje inclusivo tengo un dilema, no sé cómo escribirlo o pronunciarlo, y sinceramente creo que una letra cambiará las acciones  e incrementará el respeto que pedimos.

Me gustaría volver a la época donde ser niña era igual de increíble que ser niño, donde disfrutaba bailar con mi tutú de ballet, donde rompía tablas con una patada, cuando era el 1er lugar de mi salón, pero también celebraba ver a un niño ganando competencias de natación, siendo el alumno más destacado de su clase, ver el resultado de sus inmejorables obras artísticas.

Donde los dos podíamos celebrar las victorias del otro, porque cada uno tenía habilidades y aptitudes distintas, pero solo nosotros éramos capaces de alegrarnos por ello. Nunca pasó por nuestras mentes que uno era más importante que el otro.

Lo que espero del feminismo es que con educación podamos cambiar mentalidades futuras, que dejemos de leer cosas como: Es una película dirigida por una mujer, un libro escrito por una mujer, una empresa dirigida por una mujer. Que dejemos de sorprendernos como si hablaran de un extraterrestre, que empecemos a reconocer a la persona por su nombre y no su sexo, así como funciona con los varones.

Que en algún momento dejemos de luchar sobre quién es superior o quién lo hace mejor, sino simplemente reconocer que el otro es igual de admirable.

Nací siendo feminista y no lo sabía.

Zianya Junco

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