Nala: la maga que coloreó mi existencia

“Todos los hombres son dioses para su perro.
Por eso hay gente que ama más a sus perros que a los hombres”.
Aldous Huxley

“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y
respuestas se encuentran en el perro”.
Franz Kafka

I

Baxi (Pastor alemán), Suker (cruza de pastor alemán con dóberman), Bombón (Schnauzer) y Poncho (Basset hound) fueron los perros que intentamos tener antes de ti. No estábamos listos para ello y terminaron yendo a otras casas.
Por un largo tiempo que desistimos, nos creíamos incapaces, hasta que mi hermana pidió con desesperación volver a tener un compañero peludito y llegaste tú: una linda bóxer atigrada.
Fuiste un regalo que el Tío Rubén Pérez (hermano de mamá) le hizo a Belén. Pero terminaste siendo un regalo para toda la familia y para mí el salvavidas que necesitaba.
Te pusimos Nala pues parecías una felina en el cuerpo de una perrita y nos gustaba mucho a todos el Rey León.

II

Antes de que llegarás a casa llevaba unos cuantos días en cama, estaba en plena crisis de ansiedad/depresión que somatizó en vértigo y migraña. Un coctel de enfermedades que a nadie recomiendo. Todo me daba vueltas, no podía comer nada que no fuera Gerber de guayaba, gelatinas, sueros, electrolitos y galletas María porqué no aguantaba tragar más. Me lastimaba la luz. No podía ver televisión ni leer. Permanecía del lado izquierdo siempre, porqué el lado derecho me provocaba un mareo insoportable. Cerraba los ojos y me sentía caer en túnel de círculos blanco y negro que no tenía fin. La vida era un infierno y me sentía inservible, inútil. Por aquellos años la vida era una rutina y parecía a un infierno sin salida.
Llegaste de 3 semanas, eras una bebé y necesitabas compañía y cariño. Mis papás salían al trabajo y mi hermana a la escuela, yo me quedaba intentando no morir en la cama y tú aprendiendo a vivir en el patio trasero de la casa.
Te oía chillar y rascar la puerta, y el corazón se me hacía cachitos.
Fui agarrando valor -poco a poco- para salir de la cama y tenerte en mi cuarto mientras llegaba Belén. Las primeras veces me arrastraba y las escaleras las bajaba sentado, después me animé a usar bastón y la movilidad fue mejor. Y así es como ambos nos acompañábamos -por unas semanas más- en nuestras propias luchas que se volvieron una: ayudarnos a existir.
Te convertiste en el motivo que necesitaba para recuperar mi vida y le viniste a poner color a un mundo que me parecía blanco y negro. Y entonces, volver a casa tenía sentido y era emocionante porqué estarías tú y podía jugar contigo, salir a caminar o simplemente echarnos a ver la televisión.

III

Por dos años, fuiste la reina absoluta de la casa, hasta que llegó otra compañera: Mafalda (Beagle). Nos daba miedo cómo la ibas a recibir y en cuanto la viste, la llenaste de lengüetazos y la trataste como a una hija. Siempre le tuviste una paciencia que, a veces, ni nosotros lográbamos tener.
Al poco tiempo de que estuvieron juntas, yo partí a vivir un tiempo a la CDMX, las extrañaba mucho y lloré incluso cuando me fui porqué no me quería separar de las dos. Recuerdo que cuando venía algún fin de semana o a pasar las vacaciones a casa, las dos me recibían con unas movidas de cola enormes y unos brincos incontenibles, pero tú, Nala, particularmente, te solías orinar de la emoción.
Cuando mi aventura por la CDMX se acabó, entonces comenzó la de Belén, primero por Morelos y posteriormente por CDMX.
La vida, en su inmensa sabiduría, siempre hizo todo lo posible para que, ya sea Belén o yo, siempre estuviéramos junto con mis papás y no se sintieran solas o abandonadas.
Si los meses de pandemia tú y Mafalda no hubieran estado en nuestras vidas, estoy seguro de que el encierro hubiera sido muy insoportable.
Tuvimos salidas a parques, a restaurantes donde las pudieras aceptar, les celebramos sus cumpleaños, buscamos siempre tener bellos momentos con las dos. Nos uniste más como familia.
Hace unos meses, llegaron unos vecinos que prácticamente reconstruyeron su casa y fueron meses de ruidos que a todos nos fastidiaron y al parecer a ti te afectó de una forma extraña. Te tuvieron que hospitalizar. La casa fue un mar de lágrimas. Recuerdo que mi hermana y mamá les dio mucho pendiente decirme, por qué no sabían cómo lo iba a tomar. No pude dormir, me la pasé llorando. Rogaba al cielo que te dejará con nosotros mucho tiempo. Te hicieron muchos análisis, se consiguieron tres opiniones diferentes y nadie logró descubrir la razón, pero nos dijeron que padecías síndrome vestibular y probablemente el dolor te provocaba las convulsiones. A todos nos partió el corazón, pero buscamos fuerzas para cuidarte. Unas semanas nos tocó hacer guardias, porqué te costaba mantenerte en pie y otras cosas que tú bien sabes por qué las sufriste. En una de esas guardias, supongo lo sabías, mi corazón estaba hecho mierda. Lloraba y me contenía. E incluso, te hablé a la oreja y te dije: me haces falta, no estoy listo para perderte, pero no quiero que sufras, si crees que necesitas irte, hazlo. Tendré que ver cómo le hago para no sufrir tu ausencia, pero no quiero que sufras. De la nada, tuviste un momento en que te animaste, te acercaste a mí y me llenaste de muchos lengüetazos. Me estabas limpiando las lágrimas. De una u otra forma, entendí que me estabas diciendo: yo aquí sigo, no me estoy rindiendo, no lo hagas tampoco.
Durante los meses siguientes, en mis adentros me comía el alma la idea de no estar contigo el tiempo necesario. Había lapsos buenos y otros te volvías a venir abajo, pero te recuperabas. Era algo con lo que estábamos aprendiendo a vivir.
La vida, en su inmensa sabiduría y Dios en su inmenso plan, me dieron meses de descanso para estar contigo y Mafalda. Meses que fueron de más calma respecto a tu salud, de pronto había crisis, pero te recuperabas rápido y logramos/lograste estabilizarte. Incluso, diría que rejuveneciste. Aproveché lo más que pude mi estancia en casa y salimos a caminar casi todos los días.
Pero la vida, Dios y tú decidieron que ya era momento de irte.
Tu misión había llegado a su fin.
No te fuiste sufriendo, digamos que fue muerte natural, aunque inexplicable.
Si analizo -en retrospectiva- tu comportamiento reciente, buscabas que estuviera más tiempo con mamá y papá, no te despegabas de mí porqué estabas regalándome tus últimos momentos y sabías que, si te ibas estando mis papás fuera de casa, el mundo se me iba a venir abajo. Y de una u otra forma, sabías que para Belén iba a ser más doloroso estar cerca cuando te fueras. Así que te fuiste antes de que mis papás se fueran de vacación y aún estando Belén fuera de México.
Hasta en tu muerte, Nala, fuiste una gran maestra para todos y nos diste tu último regalo de amor.

IV

Te dije al principio que llegaste en el momento más oscuro de mi vida y me ayudaste a colorearlo.
Durante los casi once años que nos regalaste tu presencia, me acercaste más a mis papás y hermana.
A través de ti, ellos comenzaron a comprender mucho de lo que me pasa por la cabeza.
En muchas noches que te quedabas conmigo, te percatabas que comenzaba a tener ansiedad o inquietud u algo, y te acercabas a mi estómago o a mi pecho para recargar tu cabeza hasta que me quedaba dormido. Cuando era más densa la empresa, solías echar casi medio cuerpo encima del mío.
En muchas mañanas, cuando nada me levantaba, papá o mamá abrían la puerta para que tú entrarás al cuarto a brincarme y levantarme. A veces, hasta me tirabas las sábanas.
Fuiste una gran compañera, pero sobre todo una auténtica salvadora.
Todo lo resolvías con una travesura, una movida de cola o un lengüetazo.
Jugar, ser feliz y demostrar cariño como lo más importante de la vida y sí. ¿Acaso hay algo más importante?
En los últimos años fuiste testigo de mi reconexión con lo espiritual a través del tarot, me viste abrir muchos mazos de tarot y te acercabas a olerlos con curiosidad. Junto con Mafalda muchas veces atestiguaste cuando hacía consultas y a veces, te quedabas viendo con atención. Cuando traje a casa a unos Merlín (representación de Elfo) te acercaste varias veces con curiosidad, los mirabas, los olfateabas, y a veces los lengüeteabas.
Y justo cuando comencé a encontrar más paz -ya sea por mis terapias de Reiki que estoy recibiendo o por las meditaciones que hago en las noches- es que te has ido.
Quizá, también, de una u otra forma estabas esperando que tuviera más herramientas para entender tu presencia y partida, más puntos de apoyo, más apertura de mente y más fuerza en el corazón.
Justo el día que te fuiste iba a conocer a una persona que sabe comunicarse con otras especies y pensé, ojalá me ayudé a conectar con Nala para saber qué necesita, qué quiere. Te fuiste antes. Estos días he buscado más información del tema y me nacieron las ganas de aprender a desarrollar ese canal comunicativo. Quiero saber cómo es allá donde estás, qué necesita Mafalda y apoyar a más personas que lo puedan necesitar.

V

Ya no estás en este plano de la existencia Nala, pero me da fuerzas saber que ahora estás recobrando fuerzas para volver a sanar a más personas o quizás a mi hermana o a mí, o a mis papás de otra forma que sólo tú y Dios sabrán.
Te visualizo al lado de mis otros guardianes de vida: Salud, Juanita, Andrea, el Tío Alejandro, Nacho Padilla y Don Pedro Palou; vigilando mis pasos, los de mi hermana y los de mis papás, abriendo caminos y destrabando puertas para que nuestra misión pueda seguir su curso.
Te imagino defendiéndonos en los sueños o viajes astrales de energías que nos puedan lastimar, acompañándonos por los lugares en los que nos da miedo entrar solos.

VI

Mi amigo, hermano y guía en el mundo del Tarot: Sixto Rey, que me hubiera encantado lo conocieras, me regaló este mensaje:

La divina danza de la vida los espíritus de hermandad como tú Nala son presencias divinas que nos rompen el corazón, pero con su partida nos invitan a darles vida en nuestra alma.
Llora y siente, es energía.
Levántate y celebra su presencia en tu vida, eso también es energía.

Ella y tú, unidos entre dimensiones.

VII

Te fuiste y el mundo, sin ti, es diferente, pero ya no es tan oscuro.
Los colores que hiciste con tus patas están aquí. Realizaste un gran lienzo de amor.
Me dejaste justo cuando he comenzado a tener una conexión más bonita con mamá y otra más sincera con papá.
Supongo que lo viste, pero nos abrazamos frente a ti cuanto te estábamos despidiendo, lloré en sus hombros y estómago, y no me sentí incomodo. Sentí calor, resguardo, paz. Eso es también un acto mágico tuyo.
Nos dejaste a Mafalda como acompañante.

VIII

Estos días, antes de que Belén viniera a estar en casa para despedirse de ti, tuve un par de noches con Mafalda. La vi triste, me vio triste; ya se ha comenzado a dormir en la cama y no se baja. Pero platicamos, la vi a los ojos y le dije: “Belén va a venir, ayúdame a que se sienta lo menos triste posible, es lo que Nala hubiera querido. Si necesitas estar triste, no lo hagas frente a ella, me buscas, recargas energía y sigues sosteniendo a Belén. Pensé, igual y me tira a loco; pero el día que llegó (y pienso que con complicidad tuya) se bajó veinte minutos antes a la puerta, encontró la forma de que esperáramos juntos la llegada de Belén y exactamente hizo lo que le pedí.”
Es exactamente lo que tu hubieras hecho, pienso.
Belén está afectada, pero tiene paz y eso está bien.
Todos te extrañamos en casa, también mamá. A papá lo veo un poco más entero, supongo que el hecho de volver a estar trabajando le ha ayudado a sanar un poco más rápido.
A todos nos diste mucho y supiste sacar la parte sensible que algunos se resistían en mostrar.
Tu vida fue un milagro y dejaste mucha magia en esta casa.
Me hubiera encantado decirte esto en vida, pero supongo que mis abuelas te dijeron que soy pésimo para esas cosas y por eso te fuiste intempestivamente.
Lo escribo para sanar y lo público para que se sepa que fuiste una heroína de cuatro patas digna de ser recordada.
No habrás sacado a nadie dentro de los escombros, pero mi vida era una zona de desastre. Te lo escribí y lo vuelvo a hacer: si no hubieras llegado, no sabría si estaría escribiendo esto.
Esta carta sanadora sale en Purgante porqué: es mi casa, los que aquí escriben los considero hermanos de camino y la mejor forma de limpiar y sanar el alma es nombrando el dolor y sólo así puedo darles paso a los bellos recuerdos.

IX

Una entrada más porqué nueve es número divino, número de transición y trascendencia.
Ya ascendiste Nala, lo repito, te visualizo como una guía más en mi vida; como una acompañante en el plano espiritual.

Guíame por el sendero y ayúdame a seguir sanando, pero sobre todo a saber sanar a las personas que lo necesiten.

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