Oficio sin punto final

Berlín.- Bernd Pickert habla un solvente español, casi perfecto. Usa desaliñados sus cabellos rubios, es delgado y siente una devoción especial por el futbol. Gasta los días como editor de internacionales del único diario verdaderamente de izquierdas de Berlín, una ciudad que consume más de cinco millones de diarios al día.

El Taz, como se le conoce aquí al Die Tageszitung, es una cooperativa editorial que comenzó a tomar forma once años antes de la caída del Muro de Berlín. Cuando este grupo de periodistas se dispuso a llevar las palabras a los hechos pensaron en la libertad, la única condicionante que imponían a su trabajo para todos los días. En Alemania hay una gran tradición editorial desde todos los criterios, desde la extrema derecha hasta la izquierda radical. Con tal de mantener vivas sus maneras de hacer periodismo, estos reporteros decidieron crear su propio espacio con un poco de dinero. La idea, desde luego, pasó por sus malas noches en las que el dinero se iba con una facilidad que daba miedo. Dinero, cuando lo había, claro, que no eran las más de las veces. Se tomaron como bandera los movimientos sociales más relevantes de ese Berlín Oeste, como el de los ambientalistas, y se echaron a la mar de un mercado del que apenas se notaban las islas. Eran los años en los que los grupos de izquierda más intolerantes hicieron una serie de atentados en Berlín para pedir su reunificación. El Taz, recién fundado, fue el único medio que tuvo oportunidad de entrevistar a los líderes, con los que no tenían lazos de ningún tipo, y presentar sus puntos de vista a los que no atendían casi nunca los llamados “diarios mayores”.

El número cero del Taz se imprimió el 27 de septiembre de 1978 y su primer número en el mercado salió a los puestos el 17 de abril del año entrante. Primero de lunes a viernes y hasta hace poco de lunes a sábado, nunca en domingo. Las primeras planas de este periódico comenzaron a ganarse un lugar en los kioscos. En esos días, el Taz imprimió 20 mil ejemplares, ahora tira más de 60 mil, que no tienen nada que ver con los 4 millones del Bild, pero que valen mucho la pena por el perfil del lector, clasemediero con alto nivel de escolaridad, que lo busca todas la mañanas como quien busca el primer café y el primer emparedado.

Como cooperativa, el Taz ha logrado crear una estructura bastante sólida, sus agrupados no pueden contar con más del uno por ciento de las acciones y la política editorial queda en manos de los periodistas.  Para evitar que un cooperativista intente influir en las páginas de nuestro periódico, dice Pickert, hemos decidido que su participación económica sea muy poco representativa. “Eso sí, nadie puede interferir en una línea de lo que publicamos, los que sabemos hacer esto somos los periodistas y nuestra junta directiva está compuesta por gente que hace periodismo, la que decide los criterios, la ampliación del manual de estilo y cosas tan burocráticas como las coberturas que debemos realizar. Los miembros de la mesa directiva duran tres años en el puesto y luego son elegidos por los periodistas lo que deben sustituirlos”.

Pickert es un hombre sobreenterado de los problemas de América Latina. No termina por creer que Andrés Manuel López Obrador sea, en efecto, una persona de izquierdas porque tiene rasgos que le hacen más de derechas. 

Tiene claro que México dará de que hablar antes y después del 2 de julio (2006), para ello se hará llegar de las notas de tres reporteros que cubrirán paso a paso los incidentes de las presidenciales mexicanas.

Se le pregunta si la caída del Muro afectó la idea de la izquierda alemana y asegura que no. Que las cosas aquí no han sido tan lineales ni tan categóricas. Pese al derrumbe de los muros, las ideologías siguen presentes. “No tuvimos que dar mucha explicación sobre el derrumbe porque la gente estaba enterada hacia dónde iban las cosas. Fuimos el único medio alemán que enteró a sus lectores de lo que estaba pasando al otro lado de la Cortina de Hierro. Así que no había que mandar un telegrama para decirle al lector: “mira, ha sucedido esto con la izquierda”. 

Creemos, sin embargo, que ese perfil informativo sigue siendo necesario para el mercado editorial de Berlín porque hay muchos jóvenes, profesores y jefes de familia que necesitan saber qué sucede con este país sin el lenguaje de las cosas establecidas: “Aquí también hay mucha gente que supone que ha fracasado la economía de libre mercado”.

-¿Tienen el mismo problema que México sobre el mercado juvenil? 

– Sí, desde luego. Es un hecho que los jóvenes ya no leen como lo hacíamos nosotros durante la Guerra Fría, pero aún así es un mercado importante para nosotros. Tenemos, por tanto, que crear maneras de hacerles llegar un producto más atractivo. 

– Un medio de izquierdas como este, ¿cómo se enfrenta a un campeonato del mundo más burgués?

– Bueno, desde luego que tenemos la obligación de enterar a nuestro lector sobre lo que acontece en el Mundial, sobre el que publicamos una edición especial sobre literatura y futbol en el que escribe el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II, pero vienen los resultados, las notas diarias siempre desde otro punto de vista, el lado humano del juego, del que me considero un profundo admirador. Para ello hemos decidido sacar una edición diaria de ocho páginas en las que trataremos de presentar el otro Mundial, porque en este mundo tan bien informado es difícil, al mismo tiempo, que una sección pueda conformarse con el resultado tan sólo. 

En Alemania circulan todos los días 330 diarios, nada que ver con los 750 que circulaban en 1950, pero su tiraje es mayor a los cinco millones. Sus semanarios más importantes tienen, además, de una suma acumulada de cerca de cuatro millones. Aunque, en efecto, ha caído el consumo de la prensa escrita, este país sigue siendo uno de los grandes mercados de diarios en todo el mundo.

Hay cosas interesantes en la relación de la prensa con el poder. Por ejemplo, aquí existe el Consejo Alemán de Prensa que conforman los representantes más importantes de los medios locales y nacionales. Son ellos los que invitan a los funcionarios a que tres veces por semana asistan a conferencias de medios para contestar a sus preguntas. No hay manera, porque la cultura es otra, de que un miembro del gobierno se niegue a darle la cara a la prensa. Menos cuando el funcionario está en el ojo del huracán informativo. 

Todo se basa en el artículo 5 de la Constitución Alemana que defiende como parte fundamental de las garantías individuales a la libertad de prensa. Aunque la libertad de prensa y de expresión son un derecho,  el ejercicio de los periodistas está sujeto a la ética. Esa carga moral hace a la prensa alemana distinta a la del resto de Europa. Temas como el de la corrupción de reporteros y columnistas son impensables en una comunidad regida con una fuerte postura ante el mundo. Lo que ha llegado a suceder, y no hace mucho tiempo, es que los periodistas sean investigados y hostigados por miembros del gobierno para que publiquen o dejen de publicar ciertas noticias. En todos los casos que han sido revelados en los últimos días, ninguno de los informadores cedió ante el chantaje del gobierno o de los aparatos estatales.

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