Todo lo perdido

Siguiendo los consejos de su novia imaginaria, Santi confrontó a Joleno sin más. Su corazón está tan herido que pide una ambulancia y abandona a su dueño.

Sentados en una banca chueca y despintada, al fondo del patio de la escuela primaria Indios Mártires de la Reforma Agraria, Santiago Madrid y Joleno sostienen una discusión pobre en lo diplomático. El grifo por el cual corría una amistad hermosa poco a poco se fue cerrando, hasta que por fin dejó de escurrir y el dique se secó. Las diferencias creativas en este dueto sin canciones los sobrepasó y los ha dejado sin más remedio que clausurar la relación. 

Siguiendo los consejos de su novia imaginaria, Santi confrontó a Joleno sin más. Lo citó a las doce y quince y el muy hijo de puta llegó tarde. “Doce dieciséis”, le dice Santiago con una mirada severa. “¿Eso qué? Un minuto no es ninguno”, le contesta desafiante. Riñen en silencio, con los puños cerrados y apretando el esfínter. Cuando se logra destrabar, Santi hace un recuento del historial en su amistad desde hace unas semanas y, luego de haber expuesto lo inminente que será la separación, le informa a Joleno sobre el motivo de esta junta. 

“Yo me quedo con todo. Me quedo con mis amigos, el cuarto, los cubos y también con los disfraces”, declara Santiago Madrid, respaldado por un enorme sentido de justicia. El niño más flaco de toda la escuela se levanta de la banca y remata diciendo: “Esto es un adiós, no lo hagas más difícil y acepta mis demandas”.

“No quiero”, le contesta Joleno, al tiempo que se da la media vuelta y se larga chiflando, con las manos en los bolsillos de un pantalón invisible. “¡Tú no decides, ni siquiera eres real!”.

Pasó la noche dándole vueltas al asunto y buscándole un apodo hiriente a quien ahora no sólo era un recuerdo amargo, sino un enemigo formal. No se le ocurrió nada y además llegó veinte minutos tarde al día siguiente. 

Luego de firmar su primer retardo, Santi encuentra a Joleno sentado en el pupitre del fondo, en donde él, Santiago Madrid, tenía su oficina y mando. Lo que es peor es que está rodeado por una rueda de prensa, haciendo reír a los amigos que durante tantos años Santiago se empeñó en guardar para sí. “¿Qué haces aquí?”, le pregunta. “Aquí me siento ahora, Miss Rocío intercambio nuestros lugares. Por favor vete a sentar hasta adelante, estamos hablando mal de ti”. Miss Rocío comienza su clase y, además, se caga en Santi por llegar tarde. 

El panorama no es favorable en lo absoluto. Joleno no sólo está ignorando el pliego petitorio de Santi, además lo está traspasando. Y a propósito. Sin embargo, no todo está perdido, y es que, Megan, su novia treintona y abogada, le prometió para esta tarde un primer beso. ¡Un beso en la boca!

Antes de su cita romántica, Santi quiere comprar unas mentas para refrescar su aliento. Todo termina en nada, no será posible comprar pastillas ni chicles, Joleno nunca devolvió los veinte pesos que le prestó en un momento de apuro financiero. 

En casa, sus padres ven la televisión mientras hacen las cuentas del mes. Sin hacer mucho alboroto, Santiago Madrid se escabulle a su recámara. En su cama hay un edredón que no es el suyo. Unas persianas óxford reemplazaron sus cortinas, y sus soldados de juguete parecen tener licencia. Sintiéndose como un extraño en sus propios zapatos, Santi retrocede y regresa a la sala. Necesita respuestas.

“Lo siento, cielo”, dice Dolores sin quitar el dedo de los estados de cuenta. “Joleno nos contó de su pleito y no quisimos tomar partido”. “¿Y ahora en dónde voy a dormir y hacer mi tarea?”, pregunta el muchacho. “No hagas drama, junior. La tarea nunca la has hecho y te puedes seguir durmiendo, donde siempre, en la escuela”. “Los fines de semana está cerrada la primaria, ¿qué haré entonces?”, pregunta al borde de las lágrimas. “Ya estás por entrar a la secundaria, deberías tener menos preguntas y más ideas. Nosotros, por lo pronto, sólo sabemos que este fin nos vamos a Cuernavaca con Joleno; quiere conocer el Palacio de Cortés”. 

A Santi no le queda más remedio que agarrar sus cosas (guardadas en cajas esperándolo en el estacionamiento) y analizar su siguiente jugada. Su atención se ve comprometida y es secuestrada por la idea del intercambio de saliva que tendrá más tarde con Megan. Preguntas tales como: ¿a qué sabe la lengua?, ¿es posible embarazarse con un beso? y, ¿qué pasa si lo hago mal?, se convertirán en conclusiones dentro de pocas horas. 

El reloj en su muñeca marca una cosa, pero como no funciona se guía usando las estrellas. Viendo que está por anochecer, o llover, Santiago Madrid suspende el flete y sale disparado al parque Hundido. 

Han pasado ya muchos minutos (tal vez; leer el cielo no es tan fácil) y Megan sigue sin aparecer. No porque sea imaginaria la va a querer menos, lo que le molesta es que sea tan impuntual. Se recarga en un árbol pero el relieve en su corteza es incómodo. Hay un dibujo; un corazón y letras dentro. Una suma. J + M. Inverosímil.

El corazón de Santi está tan herido que pide una ambulancia y abandona a su dueño. A Santiago ya no le interesa si también se va a ir con Joleno. Está hecho trizas. Megan también alzó una bandera. 

EPÍLOGO

A los pocos días, Santiago Madrid (se) hizo un nuevo amigo y esta vez se aseguró de tomar precauciones; Marlon es mucho más feo, tiene escamas y además escupe cuando habla. Tiene muchas otras ventajas; por ejemplo: vive en una casa con alberca y convenientemente hay un cuarto vacío que Santi puede ocupar. Además, es muy listo y tiene mucha labia. Ahora mismo está reunido con Santiago diseñando un plan para recuperar el amor de Megan, ese beso le devolverá a Santi todo lo perdido. O al menos eso le dijo. 

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