Un murmullo que se convierte en disertación

Reflexiones en torno a la colección Disertaciones de Gris Tormenta.

En las persistentes discusiones en torno al libro impreso frente al digital, también se reflexionan los límites del libro y de la lectura. El impreso, a diferencia de los electrónicos, termina cuando la lectura concluye: el libro acaba con la última página, como parece que no sucede con muchas otras prácticas asociadas a consumos digitales. Disertaciones, una de las dos colecciones que conforman la editorial mexicana Gris Tormenta, propone antologías sostenidas no solo por una idea en torno a la cual se propone un debate, sino también por una experiencia de lectura —una suerte de recorrido— que transcurre de inicio a fin del libro.

Disertaciones es la colección con la cual inauguraron su sello editorial hace cuatro años. En ella publican títulos en torno a conceptos alrededor de los cuales un tema es debatido por diversos autores, «un grupo heterogéneo de voces». En cada uno de ellos se apuesta, como su nombre sugiere, por una sumatoria de razonamientos que pueden surgir de temas como la escritura, lo contemporáneo o la migración. Su singularidad no solo radica en lo novedoso —a veces urgente— de esos trabajos polifónicos, sino que también se observa en la disposición y la estructura editorial con la que se crea y se edita cada libro.

Desde sus dos primeros títulos —la antología doble Por qué escribo— la colección ha presentado esta vocación por ensanchar, desde la estructura, el pensamiento colectivo. Ambas antologías, construidas a partir de las respuestas que diversos autores dieron al preguntarles por qué escriben, sirven como un espacio inagotable para la reflexión ensayística y narrativa. Muestra de ello son sus prólogos y anexos. En los primeros, firmados por uno de sus editores, no solo se expone el motivo para reunir diversas respuestas, sino que se ensayan dos posibles respuestas desde conceptos que las definen: localidad y encuentro literario. También, en las dos antologías, los anexos permiten llegar a interpretar patrones del clima cultural a partir del marco referencial de los autores. La bibliografía complementaria invita a continuar la disertación, mientras que un índice de referencias da cuenta de los autores sobre los que se sostienen unas u otras poéticas (los editores notan la ausencia de Paz, por ejemplo, al mismo tiempo que consignan que el más referido es Kafka). En el segundo tomo, la bibliografía se amplía y el índice cede lugar a un glosario de conceptos vertidos a partir de los más empleados por los autores: búsqueda, cultura, desaceleración, destino… En las antologías la lectura no se agota: los ensayos se traslapan con estos ejercicios complementarios que suponen el trazo de un proyecto, un tránsito.

Esta idea de tránsito en la lectura, como sinónimo de experiencia, probablemente quede más clara en otros dos títulos de la colección consignados precisamente a los desplazamientos: En tierra de nadie y Regreso a la tierra. En el primero, once autores dan cuenta, desde el testimonio personal o reconstruido, sobre la migración y el exilio, mientras que en el segundo, nueve astronautas registran su experiencia al volver a casa. En tierra de nadie atiende el fenómeno migratorio a través de las historias personales con la intención de acercarse a dicho problema global desde una narrativa «a nuestra escala» y no desde las cifras estipuladas que habitualmente enmarcan las noticias de los medios de comunicación. Los capítulos del libro, como lo expone el prólogo, obedecen a las etapas del proceso migratorio: Travesía, Llegada, Espera y Arraigo. Por ejemplo, en el primer texto, «Lampedusa», Mattathias Schwartz reconstruye a través de entrevistas y archivos el tránsito rumbo a la isla italiana; en las primeras líneas, usando una de las más visibles tradiciones del periodismo narrativo, emplea una segunda persona edificada sobre los muchos testimonios de un viaje que se repite una y otra vez: «Camina hacia el oeste, adéntrate en el desierto. Lleva higos, agua, dinero, teléfono móvil. Descansa durante las horas de sol». En el último, por el contrario, Eva Hoffman parte de la anécdota, un viaje a Cracovia que le develó la occidentalización de su tierra natal, para reflexionar sobre el lenguaje y la cultura como elementos constitutivos del hogar, el desarraigo y las trampas de la memoria: «De cierta manera, no somos nada más —ni nada menos— que la memoria codificada de nuestra herencia». En medio de ambos textos hay un viaje.

Pese a la estructura por etapas de En tierra de nadie, creo que es en Regreso a la Tierra donde más claro queda el tránsito como sinónimo de la experiencia de lectura, en especial por la manera en que opera su epílogo. A lo largo del libro, nueve astronautas dan cuenta de sus experiencias, en textos dispuestos por su lugar en el tiempo: desde la década de los sesenta con Neil Armstrong hasta la segunda década del siglo XXI con Chris Hadfield y Scott Kelly. Los registros varían, algunos textos son más creativos (Al Worden), introspectivos (Edgar Mitchell) o entusiastas (Mike Mullane). También hay relatos de carácter más técnico —son, a fin de cuentas, astronautas escribiendo— y otros que se permiten algunas licencias mayores para dar cuenta de la idea de lo irrepetible, como cuando Mullane, en un intento por preparar con música el recuerdo, narra el momento en que eligió lo que escucharía en su última vuelta. Después de leer varias experiencias similares, justo cuando el evento extraordinario comienza a parecerlo menos, el lector halla en su epílogo un ejercicio de imaginación: el futuro de los viajes espaciales. La entrevista de Ross Andersen a Elon Musk funciona como una suerte de contrapunto que ensancha la perspectiva de los relatos, de modo que el mundo referencial de las experiencias que uno lee se amplía y llega a otros parajes justo en el momento en que lo extraordinario parecía ya agotado.

No todos los libros de Disertaciones incluyen anexos tan elaborados. En la antología En busca del presente, por ejemplo, no hay textos adyacentes que tejan una red con los principales. Tal vez dicha ausencia se explique en que no se trata de una antología comisionada, sino una recopilatoria, como si bajo esa premisa resultara innecesario o arbitrario atisbar alguna conclusión, a pesar de que su configuración obedece a criterios claros —«algunos de los rasgos individuales y sociales que comienzan a esbozar nuestro siglo»— y muy pronto se muestran los puntos en común de la misma. Dividida en dos secciones, sin títulos o conceptos, la primera mitad del libro congrega principalmente los ensayos que atienden los ámbitos de la política o la comunicación. Entre ellos, por ejemplo, está la radiografía que hace Emilio Lezama sobre el periodismo contemporáneo, asolado por la confección de burbujas en los medios sociales: «Es probable que seamos la primera generación que escribe más de lo que lee», sentencia para luego explicar que «por un lado existe más información, pero por el otro, esta información no es necesariamente mejor». O el texto de Carlos Granés —donde resulta más complicado seguir el tramo argumental—, que va de la constatación del fin de la modernidad como moneda corriente en el discurso académico occidental a una crítica hacia la «nostalgia imperialista». Fenómenos o discursos como el de la posverdad, la velocidad o el fin de las ideologías enmarcan esa primera parte. En cambio, la segunda deja ver los asuntos de los textos en la estructura misma de ellos. Por ejemplo, «La resurrección eterna de la novela», una conversación sobre las formas narrativas sostenida por correo electrónico entre Lina Meruane y Jorge Carrión —ella en Nueva York y él en Barcelona— cuestiona la idea misma del ensayo y resuelve eso que la editorial se propuso para la colección: una disertación colectiva. Como en buena parte de la tradición ensayística, el texto llega a conclusiones provisionales en las que resulta sustancialmente más interesante el camino que les antecede. Es esta segunda parte la que atiende a las cuestiones eminentemente culturales: las formas narrativas, el diseño de las ciudades, la relación que establecemos con los animales, entre otros. En todo caso, esa desafortunada dilución de los anexos puede intercambiarse por el ensayo introductorio de la antología, un prólogo extenso que rebasa los límites del libro, que se libera de anteceder a los textos y, en cambio, se suma como otra voz a la discusión acerca de lo contemporáneo y la dificultad de asir el presente.

En Disertaciones también se han publicado los títulos Lo infraordinario y Nuevas instrucciones para vivir en México, en los cuales se propone a diversos autores retomar una línea de pensamiento literario de algún escritor célebre, como el concepto de lo infraordinario que propuso Georges Perec o las columnas satíricas que escribió Jorge Ibargüengoitia. En el primero de ellos, Lo infraordinario, late ese esfuerzo por captar lo mundano o cotidiano en oposición a lo extraordinario. Por ejemplo, en «Tentativa de agotar una maleta perdida», Diego Zúñiga hila tres relatos en donde convergen el ejercicio que hizo Perec al registrar por tres días todo lo que sucedió en la plaza Saint-Sulpice de París, el historial de pérdidas de equipaje de una amiga y su propia experiencia al esperar que aparezca una maleta suya en la banda de un aeropuerto. Mauro Libertella, por su parte, en «La noche inventada», acaso el texto más notable de la antología, pesca el sol de la mañana dibujado sobre un suelo de madera y, a partir de ahí, indaga en la división mañana-noche y la predilección que algunas personas tienen por una u otra (la prosa de Proust es nocturna, según un joven que conoce en un hostal), lo que lo lleva a preguntarse si el momento del día afecta o no a la escritura. La empresa por aprehender lo infraordinario, pese al esfuerzo de esos dieciséis autores,muy pronto se muestra, paradójicamente, monumental e inabarcable.

Esta encomienda de carácter eminentemente literario se asemeja a la que revela el sexto título de la colección: Nuevas instrucciones para vivir en México. El título de la antología actualiza y remite al libro en que se congregaron los textos de la columna de Ibargüengoitia en el periódico Excélsior —publicado luego de que el Boeing 747 en que viajaba se estrellara cerca de Madrid. Asociado muchas veces al humor, los autores de la antología reversionan el estilo de Ibargüengoitia y, al hacerlo, presentan una serie de postales de la cotidianeidad mexicana (entroncando muchas veces, incluso, con lo infraordinario). Lo mismo aparece una absurda borrachera que deviene en boda narrada por Yuri Herrera («Variaciones sobre la Epístola de Melchor Ocampo»); una suerte de ensayo sobre la fealdad de los monumentos erigidos a lo largo del territorio nacional escrito por Jorge Comensal («Monumentos para morir en México»); o la manera de consignar, desde la visión del extranjero, la perplejidad de algunas circunstancias padecidas por Andrés Burgos («México para el sudamericano») y Felipe Restrepo Pombo («El costo de sobrevivir»). 

Ya sea por comisionar o licenciar textos preexistentes, las antologías de alguna manera se asemejan al género mismo del ensayo: disponen de una idea central —un ejercicio, un fenómeno, un concepto— alrededor del cual se va formando un murmullo que termina por convertirse en disertación. Se paladea una idea, se avanza en contra, se empalma una con otra, pero no se agota; por el contrario, la colección propone un tapiz más ancho, uno que dispara hacia eventuales lecturas, como una nota al pie al interior de una disertación que invita a continuarla en otro lado. Mientras uno lee, se revela el trazo discursivo de las antologías. No hay intersticios entre un texto y otro, con lo cual se deja ver la voluntad de quienes la pensaron y confeccionaron. Esto podría parecer una obviedad: no toda antología publicada tiene o muestra un talante, pero las de Gris Tormenta sí. Toda colección está inconclusa hasta que se publique su último título, pero Disertaciones establece fines provisionales al término de cada libro —rehuyo a la manida idea de la lectura como viaje, pero se parece a eso: una estancia, un traslado, un camino hasta un borde. En tiempos donde los textos son tenidos por «contenido», atomizados en páginas web o enlaces que llevan a otros enlaces, donde los límites de la lectura se confunden, congregar algunos de ellos y sugerir una estructura de lectura supone un esfuerzo no menor por destacarlos con ello del mundanal —y virtual— ruido.

¿Qué es Colección Disertaciones de Gris Tormenta?

Colección Disertaciones es una serie de antologías alrededor de un tema debatido por un grupo heterogéneo de voces o alrededor de una pregunta que sugiere una disertación colectiva.

Aquí se construyen textos de pensamiento grupal que intentan definir un concepto que elude la definición. En los fragmentos encontramos autonomía, pero es en el conjunto donde reside la fuerza de la discusión y la relevancia de la idea para lectores y escritores contemporáneos.

Más información en gristormenta.com/disertaciones

Imanol Martínez (Querétaro, 1991) es dramaturgo y narrador, maestro en Creación Literaria por la Univeristat Pompeu Fabra. Es coordinador y programador en el Festival de la Joven Dramaturgia y ha sido acreedor al Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia en dos ocasiones (2016 y 2020).

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