Foto: Cortesía UV.

Un vacío para llenar un vacío

Japen, de Eugenia Ratcliffe, es una crítica al capitalismo, el hiperconsumismo y el amor líquido.

Conseguir Japen no fue instantáneo 

Parece lejano ese día, pero sólo tiene poco más de un año. El calor húmedo de abril aumentaba dentro de esa gran esfera de metal llamada Gimnasio Omega, en Xalapa, sede entonces de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU). Había ido, entre otras cosas, para ver la presentación de Japen, de Eugenia Ratcliffe (1986), ganador del Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2019. Todavía era rutinario estar entre un montón de gente, así que me abrí paso frente al escenario, tomé una silla y me senté sin considerar la distancia que tenía mi hombro con la persona de al lado.

Por su acento fue evidente: Ratcliffe era argentina. Con un vestido negro y un pañuelo verde al brazo, dio un discurso de agradecimiento por el premio, donde destacaba que uno de los objetivos de su novela fue contar la historia de una mujer deseante y no una que se redujera a objeto de deseo. 

Poder conseguir Japen me tomó un año, ya que este premio se anuncia y hasta la siguiente FILU aparece a la venta el libro. Debido a la pandemia, la feria de este año se canceló. Fue por Instagram que me enteré de la publicación del libro, pero las librerías estaban cerradas. Cuando supe que la librería Hyperión lo tenía a la venta, intenté contactar con ellos. Los mensajes fueron más una emisión al vacío que una verdadera comunicación. Así que tomé el carro y conduje hasta el lugar. Con el cubrebocas puesto y un guante en la mano derecha, saqué una moneda del bolsillo y toqué en la puerta de vidrio. Varios minutos después una chica vino, le pregunté por Japen y desapareció entre los anaqueles. Volvió con un libro pequeño y delgado, pero que en la lectura se hace profundo.

Leer Japen no es algo que pasa de manera común

Antes de conseguir el libro pude leer un adelanto en Vice. Lo primero que me llamó la atención en aquel momento fueron dos registros claros en la narración: el del relato hecho por la narradora-personaje, de quien jamás sabemos su nombre, sólo su nickname: Ruge; y el registro hecho a manera de diálogo en una app decitas (Happn): vemos fecha, hora y nickname del emisor, y la manera de escribir es la descuidada que emplea por lo común la gente en las aplicaciones de mensajería instantánea, con faltas de ortografía y dedazos. Un ejemplo (p.132):

05/03/2016, 21:51 – Rocker: Qur haces
05/03/2016, 21:51 – RUGE: Ceno con amigas
05/03/2016, 21:51 – Rocker: OK
05/03/2016, 21:51 – RUGE: Vos
05/03/2016, 21:51 – Rocker: Palermo, en lo de mi primo

En esa primera lectura sí era posible leer en la obra el objetivo declarado por la autora: Ruge es una mujer deseante, que decide cuándo y dónde satisfacer su deseo sexual. Un apetito que la mayoría de la gente tiene, pero muchas veces la literatura se concentra en el deseo del hombre y el lector no puede escuchar lo que siente y desea la mujer; queda cosificada. En este caso, al ser Ruge quien cuenta su propia historia, el lector puede acceder a su perspectiva y modo de sentir las cosas. Surge la pregunta que me hice en aquella primera lectura: ¿Por qué Ruge está en Happn?

Happn es una aplicación de citas cuyo algoritmo funciona a través de la geolocalización. Detecta en qué lugares estuvo la persona y después le permite conectar con gente que se cruzó en algún momento del día. Ruge se desvive mirando fotos de diferentes personas para encontrar nuevos Happns, es decir, nuevos hombres con los cuales interactuar y satisfacer su apetencia sexual. ¿Por qué? Esa respuesta es un punto ciego de la novela, esto lo señalo como un acierto (volveré a esto al final).

Desde las primeras páginas el lector se entera que a punto de cumplir los treinta Ruge termina una relación de nueve años. Su ex novio, Ed, fue su primera y única relación seria, con él, fueron varias de sus primeras veces. Tras nueve años, surge en Ruge el deseo de una búsqueda que recuerda a un epigrama de Oscar Wilde: The people who love only once in their lives are really the shallow people. What they call their loyalty, and their fidelity, I call either the lethargy of custom or their lack of imagination. Un mundo de posibilidades se abre frente a ella y recordar una app que le habían platicado –Happn– se convierte en la puerta de acceso.

Otra de las características que hace de Japen un libro inusual es el cruce que hace con otros sistemas de lenguaje, en este sentido tiene algo de crossmedia: referencias de Internet como Tumblr o Wikipedia durante la trama o imágenes e ilustraciones para narrar algo más amplían su lectura. Dicho en otras palabras, Japen es una novela que experimenta con otras formas de comunicación. Además de la materia literaria, se vale de ilustraciones, hipervínculos y la recreación del lenguaje que ocurre a través de plataformas digitales (Happn¸ Email, Facebook, WhatsApp, etc.). El origen de esta experimentación se entiende porque Eugenia Ratcliffe, además de escritora, es cineasta.

El vacío como una sensación de movimiento

En el fondo, Japen es una novela corta que abre diferentes posibilidades de lectura. Una es desde la literatura femenina. Ruge habla del sexo desde la perspectiva de una mujer. Por ejemplo, no son los senos lo que le interesan, sino las diferentes formas de los penes de los amantes que se va haciendo, de quienes como ella, sólo sabemos sus nicknames: Veinticuatro, Rocker, Barcelona y Jasband, por mencionar algunos. Adentra al lector en las sensaciones ambivalentes de una mujer antes y durante la menstruación: “Días antes de que me venga empiezo a sentirme rara. Quiero que me cojan, aquí y ahora. Ya. Pero también quiero que me quieran, que quieran todo de mí, todos, todo el tiempo, y ahí la complico (…) Durante, no quiero ver a nadie. Ni a mí misma. No quiero lastimar ni que me lastimen” (p. 39).

La escritura ágil, de acción constante que suscita Japen tiene bastante de cinematográfico, sobre todo en el amplio uso de diálogos, los cuales, a pesar de su laconismo, bien sirven para entender las diferentes perspectivas que Eugenia Ratcliffe desarrolla en la novela. Mencionaré algunos: está Veinticuatro, el chico joven y obediente al aquí y ahora de Ruge cuando tiene deseos sexuales; Rocker, el cliché del roquero argentino que ya rebasa los treintas y no está dispuesto a ponerle sentimientos a nada que no sea el mismo; Jasband, papá soltero que busca algo parecido a una esposa en Happn; o Mechi, amiga de Ruge, quien al principio de la narración es quien le introduce la duda: ¿Ed, su ex novio, le había dicho que conociera a otros porque él ya había conocido a otra? 

Era necesario mencionar algunos de los personajes de la trama para destacar otra lectura interesante de la novela: el contrapunto que hace entre virtualidad/realidad desencadena también en un problema de comunicación. Ruge termina una relación monógama de nueve años y comienza un deseo por conocer a otros hombres, lo cual hace pensar que el tiempo invertido en una relación, después puede llegar a ser percibido como una pérdida. Lo que en una etapa llenaba de significado la vida, en otra se vuelve su ponzoña. Asimismo, ese laconismo dicho arriba en las conversaciones virtuales tiene su contracara en el diálogo interior que constantemente la protagonista sostiene con el que ya no está, con Ed. Y digo diálogo, no monólogo interior, porque pese a ser su voz interior lo que se lee, esa voz está dirigida a Ed, le quiere contar todo a todos: “porque no puedo contártelo a vos” (p. 28). Ante la imposibilidad de un único interlocutor constante, fragmenta sus emisiones en muchos otros.

Poco sabe el lector de los pormenores de la relación entre Ruge y Ed. Sin embargo, sí encuentra que el nickname de la narradora no es fortuito. A lo largo de la historia se muestra un rugido que reclama al poder: el heteropatriarcado. Pierde muchas cosas con su relación, pero en la app encuentra un poder para ejercer: el de su deseo sexual. En un momento de la trama pierde interés por Veinticuatro, él insiste en que se vean hasta el punto de llegar a un tono de reclamo, así que Ruge contesta de forma intempestiva que al final no son nada. La protagonista menciona lo que eso le provoca: “Me siento poderosa. Masculina. Después de explicarle cómo son las cosas. ¿Por qué relaciono PODER con MASCULINIDAD? No es culpa mía, se lo debo al sistema patriarcal en el que me criaron” (p. 125).

Queda una última cuestión que quisiera señalar, la cual, espero, ya se haya sentido ligeramente bosquejada en el aire. Japen también es una crítica al capitalismo, el hiperconsumismo y el amor líquido. Las aplicaciones de citas no dejan de ofrecer un aparente acceso fácil al amor o al sexo, lo mercantilizan. Que todo se quede en nicknames, en rasgos superficiales de los hombres que Ruge se consigue, los hace ver como productos perfectamente empaquetados y listos para su distribución. El contenido no es importante, sólo el diseño. Su consumo se vuelve algo vacío. ¿Sirve llenar el vacío de la pérdida de una larga relación con relaciones vacías? No lo sé, pero hay una sensación de movimiento.

Japen irrumpe en el panorama literario en un contexto de pandemia que en lugar de menguar su trama, la hace mucho más atractiva y vigente. En la supuesta nueva normalidad la probabilidad de conocer a alguien está en quedarse en casa y bajar una aplicación de citas; no en ponerse cubrebocas, careta, guantes, guardarse un gel antibacterial en el bolsillo y salir a la calle.

Ratcliffe, Eugenia. Japen, Universidad Veracruzana, México, 2020, pp. 156.

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