Una nostalgia perpetua hace más grande esta distancia, los 158 kilómetros que nos separan crecen y crecen, casi tanto como mis ganas por volver a verte. Mi apego hacia ti también aumenta ferozmente y se enraíza cada día más a este encierro.
Miro tu foto en la pantalla de mi celular y me convenzo de que es la única forma de no estar tan lejos. Tres tonos al aire, un breve silencio y escucho tu voz. Esa voz que me sana en la distancia, que ahuyenta mis miedos y me devuelve la calma. Te veo sonreír y el tiempo se detiene y posa sólo para admirarnos.
Tu allá y yo aquí, ambas entre las paredes que nos han visto reír, entre las plantas que han crecido con tu canto y tus cuidados, entre los libros que nos han marcado, entre los muebles que han sido testigos de nuestro llanto y entre todas esas cosas que parecen comunes, pero que en conjunto forman una historia: ¡nuestra historia!
Allá huele a panque recién hecho, a chocolate caliente, a rosas y a lirios, muchos lirios. Te ves hermosa y radiante, llevas un jardín en tu cabeza y quisiera que hoy todas las flores te vieran. Aquí cada rincón huele a ti, pero me sabe a melancolía. Los árboles, las plantas, mis brazos y mis palmas te extrañan. No te aflijas por mí, estoy bien mamá, es sólo que hoy descubrí que la soledad es una casa sin ti.