Foto: Ale Junco.

Ya no me busquen

Siempre defendí el feminismo, pero de haber sabido que terminaría muerta, hubiera preferido haber cambiado algún acto, palabra o estilo de vida.

Ahora soy parte de las estadísticas anuales de este país feminicida. Me quedé en los veintitantos con mis estudios, trabajo y sueños por cumplir. A diferencia de muchos, a mí sí me gustaba estar encerrada en casa con mi familia, no por la crisis sanitaria mundial, sino porque era más probable que me vendieran por diez mil pesos mientras caminaba por la calle que en la comodidad de mi hogar.

Hace dos semanas salí a comprar víveres y un vecino me veía lascivamente junto con sus amigos. A diferencia de otras veces donde pude haberlo amenazado con llamar a una patrulla, decidí aguantar en silencio toda mi rabia.

Ayer presentí que algo estaba mal, mientras me vestía y maquillaba para esa junta, me cuestioné por qué debía parecer estrella de cine para ser tomada en cuenta como posible candidata. Como si el maquillaje y la inteligencia fueran equivalentes para resultados de eficiencia.

No entiendo qué hice mal… salí a trabajar, compartí mi ubicación, placas y viaje con mi familia. ¿Cómo me encontraron? ¿De qué forma contactó a mis secuestradores? Ni mis cuatro años de artes marciales me aseguraron la libertad, los tacones imposibilitaron mi huida. 

Mi búsqueda oficial iniciará setenta y dos horas después de mi desaparición. Yo no duré ni veinticuatro horas viva. Sí, entiendo que es un protocolo gubernamental, pero la cifra de mujeres desaparecidas es mayor que la de hombres o niños. ¿Por qué esperar tanto? La importancia del tiempo se vuelve relativa, asignan cinco veloces minutos para monumentos ultrajados y tres agonizantes días para una mujer extraviada. 

Antes de morir lloraba de culpabilidad, le hubiera dicho a mi familia lo que sucedió aquella tarde, pero era tan cotidiano que no le di importancia, al menos así sabrían que mi verdugo vive a unos metros de la casa.

Siempre defendí el feminismo, pero de haber sabido que terminaría muerta, hubiera preferido haber cambiado algún acto, palabra o estilo de vida. A veces las creencias son aplastadas por la cruel realidad, nuestra realidad.

Me mataron…me aterra saber la impresión que tendrá mi familia cuando lea el reporte forense con las causas de mi muerte: 

Lo siento mucho, encontramos a su hija en un terreno baldío en la carretera de Texcoco. El reporte forense indica que falleció hace siete meses, la causa de muerte fue asfixia, tenía golpes en su rostro, tres costillas rotas y la violaron varias veces desgarrando su órgano sexual. Lo lamento mucho, haremos todo lo posible para encontrar al culpable de su asesinato

Sin embargo esos policías sí sabían quién me había arrebatado la vida y mi caso sería como el de muchas mujeres, quedaría en el olvido mientras una nueva pila de casos como el mío quedarían en primer lugar. Se quedaría en una carpeta llena de polvo de olvido e impunidad.

Querida familia, les pido perdón por callar, pero ya no me busquen.

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