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Viajero vs Turista

No me me imagino todas las mil historias que tenía que contarme; sin embargo, el primitivo lenguaje de las señas nunca nos falló.
Por: Ana Mohzo

Tengo que reconocerlo, yo era una de esas personas que viajaba como turista, yendo a todas las atracciones principales a tomarme una foto. De hecho, mi primer viaje a Europa fue en un paquete en los que tienes un guía, te transportas en autobús con un montón de gente, siguiéndonos los unos a los otros como borreguitos. No digo que esté mal, simplemente que a mí nunca me han gustado las multitudes, además que las áreas turísticas suelen ser excesivamente más caras y, en ocasiones, no muy tradicionales.
Aunque es cierto que en un tour puedes visitar todas las atracciones de un jalón, en mi experiencia aprendes muy poco sobre la historia del lugar. Tienes una agenda muy apretada moviéndote de un lugar a otro, debes esperar siempre al grupo y al final no terminas entendiendo bien qué pasó ahí ni cuándo.
Mis primeras experiencias viajando sola con un presupuesto muy apretado, me forzaron a adentrarme en las ciudades, explorarlas para buscar actividades, lugares para comer, dormir, etc., que se ajustara a mis posibilidades; esto me permitía descubrir cosas nuevas y, por tanto, también conocer gente local. Una práctica común es hospedarse en hostales, lo cual también te permite encontrar gente de todo el mundo, en su mayoría jóvenes, lo cual no sólo te introduce a otras culturas; también te llenas de tips viajeros mientras te bebes un par de cervezas en grupo. Este modo de viaje me gustó más, así que hoy en día, definitivamente evito viajar como turista.
Mi último viaje a Eslovenia me hizo muy feliz, pues tuve una experiencia 100% local. Mi amiga es eslovena, la conocí en México y me impactó muchísimo ver el nivel de español – mexicano tan bueno que tenía. Me sorprendió aún más descubrir que aprendió nuestra idioma por, nada más y nada menos, que las telenovelas mexicanas, las cuales son muy populares en su país. Alucinante pensar que tan conectadas estábamos, viviendo en completamente lugares opuestos y aún así teníamos algo en común, las dos veíamos Marimar cuando éramos niñas.

En esta ocasión le tocó a ella recibirme. Al principio, ella estaba muy estresada planeando el itinerario para que yo pudiera ver cada atracción turística en el poco tiempo que tenía. No me tomen a mal, no es que no aprecie la belleza de esos lugares, simplemente ahora estoy mucho más abierta cuando viajo a tener una experiencia local, comer lo que comen ellos en un día normal, ir a los lugares donde salen, e incluso aprender algunas palabras en su idioma. Y así fue, tuve un poco de todo.
Eslovenia es un país que realmente me impresionó, no sabía qué esperar pero me encontré con un lugar muy bello: verde, mucha naturaleza, con montañas y lagos por doquier. También es muy artístico y musical con diferentes tipos de arquitectura. Todavía queda algo en el aire del antiguo socialismo; sin embargo, el país y su gente son encantadores.
Visité la capital, Ljubjiana, Celje, el lago Bled y la pequeña población donde vive mi amiga, Radece. Comí comida local todo el tiempo, muchos de los sabores por supuesto eran desconocidos pero muy ricos; mi favorito es uno que consiste de col agria, papas, carne y salchichas.

Lo más fascinante, además de la capital, es el lago Bled, en el que una pequeña isla descansa al centro del lago. El paisaje en general simula un verdadero cuento de hadas, con las montañas de testigo y el agua cristalina del lago. En aquella isla hay una iglesia, y cuenta la leyenda que si la campana de la iglesia suena mientras estás pidiendo un deseo, este se hará realidad. Si estás en esa zona, asegúrate de probar el postre Kremma rezina, un tipo pastel con crema pastelera.
Lo más enriquecedor en este viaje, fue la oportunidad de pasar tiempo con su familia y envolverme en sus costumbres. Les ayudé a cultivar sus verduras, algo que para mí era nuevo. Lo único que realmente me incomoda en este tipo de aventuras es no poder hablar el mismo idioma y, por lo tanto, la inhabilidad para comunicarse, sobre todo con adultos mayores, pues en la mayoría de los casos no hablan otro idioma además del local. Este fue el caso con su abuela, una señora encantadora, de sonrisa muy grande y dichosa, no me me imagino todas las mil historias que tenía que contarme; sin embargo, el primitivo lenguaje de las señas nunca nos falló.
¡Visiten Eslovenia en su próximo viaje a Europa! No se arrepentirán.
¡Gracias, Maja, por tu hospitalidad! Hvala vam!

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