me acerqué a la cima del monte lejano
a la orilla su lago sin final
al silbido del aire
a las horas muertas de ese silencio
a la madrugada eterna
al sonido de los grillos
a la luz de la luna que atraviesa
al lago en que recuerdos se reflejan
a la soledad de una planta
a los ladridos de la noche
al croar infinito de las ranas en noches húmedas
a la indulgencia de los dementes
de buen corazón
al abandono de los poetas
a los versos suicidas.
me acerqué completo,
humano,
a tu cuerpo entero
a recostarme
sobre tus piernas
en el silencio
de las noches
de las plantas
de los ríos
de uno mismo.