Tiemblo
porque recuerdo la violencia
del tacto.
El cuerpo inerte,
que ya no es mío,
un mapa de las áreas
invadidas,
conquistadas,
expropiadas.
Huella trasgresora
que toca lo sagrado:
profana y reclama.
El cuerpo es tan solo pergamino,
cicatriz de rastro innominado,
rastros de saliva.
El vestigio de la memoria colectiva
convertido en ruina.
Mi cuerpo,
otro testimonio.
Aquí no existen rostros.
La narrativa sobreviviente,
patético lugar común.
Mi nombre,
tu nombre,
cualquier nombre,
nadie vio nada
aunque todos saben qué pasa.